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Dallas Buyers Club

Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 224
Críticas ordenadas por utilidad
18 de febrero de 2014
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dallas Buyers Club" no es gran cosa. Otra que está inmerecidamente nominada a Mejor película en los próximos Oscars, como la fallida y mediocre "La gran estafa americana", inferior a esta.

No está mal la historia (real) que cuenta, y se deja ver. Está producida y facturada con cierta calidad, de acuerdo, pero la manera en qué está contada es discutible, con mucho -y brusco- salto en el tiempo que dificulta empatizar con los personajes al no poder ver bien, por tanto, su evolución. También deja un tanto de lado lo que más podría interesar, como es la relación entre esos dos personajes principales, para centrarse más en otro aspecto que para mí no tiene tanto interés.

Muy buenas actuaciones de McConaughey y Jared Leto, que probablemente ganarán bien el Oscar aunque no estén demasiado mejor que algunos de sus rivales. Quién nos iba a decir que la Raquel Revuelta de Homozapping (o María León, como se prefiera) iba a ganar un Oscar...

6 bajo
Amor Perro
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4 de agosto de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“A veces siento que estoy peleando por una vida que no tengo tiempo de vivir”, frase de una precisión y profundidad narrativa a la altura y perfectamente equilibrada con la metáfora cinematográfica que nos propone este director canadiense. Qué es vivir sino una lucha contra el tiempo, un goce permanente de las elecciones que adoptamos. La frase proviene de los labios de un cowboy de rodeo adicto a las drogas y las mujeres, aunque también adicto a vivir bajo sus propios términos. Ron Woodroof (contenida y lograda actuación de Matthew McConaughey) es un texano de escasa educación, pero con la suficiente lucidez para darse cuenta de cómo funciona el sistema. Es un tipo gozador, más bien solitario, en cierto sentido un egoísta empedernido.

El mismo ego destructivo que asoma al comienzo de la cinta, este hombre valiente y encarador lo vuelca a su favor, venciendo prejuicios que le ha inculcado su origen social. El protagonista es un electricista; su padre le heredó el oficio además del alcoholismo. Un hombre profundamente homofóbico que no entiende (y se niega a aceptar) la razón de haber sido diagnosticado portador del VIH con un horizonte de vida de 30 días. Su primera reacción es negar la enfermedad y sumirse en drogas y alcohol. Inconscientemente, no quiere pensar en la enfermedad y desea seguir adelante con su vida, haciendo un paréntesis a su pasión: montar toros.

Quizás entiende que está enfermo cuando sus amigos de juerga lo rechazan por considerarlo maricón. Se consigue fraudulentamente AZT cuando todavía es una droga experimental. Un grupo de médicos se da cuenta de que tiene acceso no autorizado a la droga y, a partir de ese momento, Woodroof empieza su lucha contra el sistema químico-farmacéutico estadounidense.

Los episodios de excesos están muy bien dosificados, lo justo y necesario para dar humanidad a Ron. La película no se interna en ese laberinto facilista y explora en el descubrimiento del ser humano que vive en su interior. Pero Woodroof no es un santo, al principio solo quiere hacer negocio introduciendo en Estados Unidos drogas no autorizadas por la FDA (U.S. Food and Drug Administration). En el afán por ampliar la cobertura de su negocio se asocia con un travesti de nombre Rayon, que también tiene Sida.

Resulta obvio que la película abordará el tema de las patentes de medicamentos autorizados, un mercado tan multibillonario como el de las armas, pero la narración tampoco se pierde por esos senderos, en cambio, se centra en las relaciones humanas, en la asociación de personas que luchan por una misma causa. Ron y Rayon no solo son socios comerciales; terminan respetándose como amigos sin caer en sensiblerías. El amor improbable (más bien el cariño y respeto) entre Ron y la doctora Eve Saks es un ingrediente necesario. Para cuando Ron le confiesa: “Quiero que mi vida signifique algo”, los espectadores ya sabemos de qué se trata y la trayectoria de sus últimos siete años de vida, lo convierten en un dios. “El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre” (El mito de Sísifo, de Albert Camus).

A esa altura del metraje son seres desprejuiciados que comparten una cerveza bebiendo de la misma botella, una conmovedora escena que nos hace dejar atrás de un plumazo las escenas sobrecargadas de la “Philadelphia” (1993) de Jonathan Demme, película necesaria en su momento, pero “Dallas Buyers Club” es mucho más honesta, definitivamente más bella, y resistirá con dignidad el paso del tiempo. La metáfora de que la vida es “la hora de montar toros”, es perfecta.

Película que respeta una narración cronológica clásica, sin pretensiones, con diálogos de envergadura. “Disfrute de su vida. Solo tiene una”.
Anibal Ricci
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3 de marzo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sólo me hallo ante un peliculón que se despoja de efectos edulcorantes y que buscan lágrima fácil, para dar lugar a una película hecha de una manera atípica, pero que te mete dentro de ella desde el principio y que tiene unas interpretaciones que son tan reales que los premios se quedan cortas para ellas.
La cosa estaba reñida y reñidísima. DiCaprio y McConaughey. Eran los favoritos. Y puede que fuese la hora de DiCaprio o puede que no. Pero que la estatuilla recayese sobre McConaughey no es nada injusto. Ni por hacer de enfermo de sida ni nada. Sino porque es una gran interpretación y punto. Cada uno ha dado lo mejor de sí en papeles arriesgados y al final el segundo se ha saldado con la victoria.

Recomiendo verla porque hoy mismo la he descubierto y no me esperaba su calidad ni su directo ataque a nuestras cabezas y corazones.
cantaalapiedra
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22 de marzo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tema muy querido para el cine norteamericano: el hombre contra el sistema; el combate heroico y romántico de la pulga contra el elefante. Ha habido muchas películas de este tipo y las seguirá habiendo; país que exalta el individualismo y que se creó a golpe de libertad y barbarie.
El asunto es el SIDA y el negocio que se monta al olor del dinero; la industria farmacéutica huele sangre (negocio) y no quiere soltar la presa. La historia se desarrolla en 1986 y todavía estamos en los albores de la investigación. Se experimenta con el AZT e interesa que funcione para poder comercializarlo. La acción se sitúa en Dallas y el protagonista es un electricista/cowboy que se mueve en el mundo de los rodeos; nos lo presentan como un animal, un descerebrado entregado (estragado) con fruición al sexo, la coca y el alcohol; un pícaro de medio pelo, bruto y caradura; cachondo y kamikaze.
El comienzo es rápido y bestial (in medias res): tiene Sida y le dan treinta días de vida. A partir de ahí se desarrolla la odisea de Ron (personaje real): prueba el AZT, le sienta mal, llega a México, encuentra un doctor sin licencia que le aconseja tomar otras cosas y empieza el meollo de la historia: el tráfico de medicinas, la prosperidad mercantil y la batalla contra la FDA (la burocracia corrupta que el poder utiliza para filtrar, controlar y mantener el statu quo); la creación de un pequeño imperio; mitad crematístico mitad samaritano (ayuda a los desheredados de la sociedad -la mayoría gais-, a los que la medicina convencional utiliza como cobayas y maltrata con el AZT). Nuestro atrabiliario Quijote se busca un escudero transexual (Leto) y una Dulcinea doctora (personaje cargante e innecesario -un pegote absurdo- interpretado por Garner de forma plúmbea y almibarada; hasta nos amenazan con una imposible y pringosa historia de amor -menos mal que lo dejan en inane insinuación).
En USA todo es susceptible de ser negocio y todo ciudadano puede montarse en el dólar ("el país de las oportunidades", les gusta decir con orgullo y de manera eufemística) con una idea brillante o una total falta de escrúpulos; todos son posibles víctimas/clientes; solo se trata de tener habilidad y las agallas suficientes para jugársela. En este caso, el negocio está bendecido/redimido porque el protagonista juega limpio; él está en la misma situación que sus clientes; él es también un marginal; un desecho al que intentan quitar de en medio. El mal lo representan las grandes empresas; ellas son el enemigo, el gigante desalmado ante el que se enfrenta nuestro héroe con su pequeña empresa y su desesperada lucha por la supervivencia. Es la reivindicación (aunque sea de forma indirecta u oblicua) de ciertos valores primigenios (Capra como clásico y en un tono/época muy diferente, por ejemplo -"Qué bello es vivir" o "Juan nadie"- lo narró de forma admirable); la lucha del individuo/comunidad frente a las grandes corporaciones, la unión de los débiles frente a los fuertes, la vuelta a los orígenes democráticos e idealizados que sustentan lo mejor (el ideal nunca concretado en su totalidad, como todo ideal se queda en anhelo, aproximación y esperanza) del espíritu americano.
Se plantea, también, el manido asunto de la homosexualidad en un medio hostil y cazurro ("Brokeback Mountain" es la cita obligada); Dallas como vivero de garrulos y gañanes. Tema que se trata al principio con urgencia y claridad pero que es postergado por la deriva económico/médica del relato.
El ritmo es frenético, las elipsis son constantes y se suceden los hechos de forma trepidante y descarnada. De esta forma, se crea la sensación de inmediatez y verdad; el tono es casi documental; se asemeja al pulso vibrante de las cosas que suceden en el presente; sin filtros ni concesiones. A cambio, se sacrifica en muchas ocasiones la verosimilitud; las reacciones de los personajes y la evolución de la historia son bruscas y toscas; pasan demasiadas cosas explicadas de manera muy superficial y un tanto sensacionalista: Ron pasa de no creerse nada a ponerse a investigar en unas horas, de desahuciado a sanador traficante, de paleto suicida a cabal hombre de negocios, de drogadicto majadero a hombre juicioso... Coincide la enfermedad de Ron con la llegada del AZT, llega a México y encuentra a uno que lo sabe todo, perdido en medio de la nada... Un montón de incongruencias de guion, de transformaciones instantáneas, de sobreentendidos, de casualidades, de ideas sin desarrollar y de asuntos sin profundizar (el funcionamiento de la FDA, de las farmacéuticas...), de personajes solo esbozados y que se quedan en cliché (Leto no pasa de arquetipo -el "diferente" sensible, víctima y buenísimo, y Garner se queda en un añadido tópico y banal). Todo ello provoca que la historia pierda peso y credibilidad (aunque esté basada en hechos reales).
Respecto a los premiados actores, lo obvio: bordan sus tremendos y agradecidos (perdedores con enfermedad terrible que se "redimen" en una lucha épica) personajes.
Eficaz, entretenida, superficial, interesante y simplista película. Mereció la pena pero no dejará huella. Una vez más se demuestra la dificultad de aunar información y rigor con espectáculo
Ferdydurke
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14 de enero de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No la valoré en su momento, y ni siquiera la voté... No se por qué, pues es un gran trabajo de Matthew McConaughey. Basada en hechos reales, retrata la vida de un vaquero siempre al borde del precipicio, con apuestas, viviendo de rodeos, juergas, drogas, alcohol, y desenfreno sexual.

En el año en que se le detecta el sida,decide alejarse de una muerte segura y recorre un camino totalmente alejado del convencional. Y ese camino es el que aporta un gran entretenimiento por las propias características del relato y la magnífica actuación de su protagonista.

Totalmente recomendable, con fluida narrativa visual, directa y bien estructurada por su director Jean-Marc Vallée.
LEUGIM
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