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Broadway Danny Rose

Comedia Un restaurante de Broadway es el centro de reunión de un grupo de actores que intercambian viejas anécdotas sobre el mundo del espectáculo. Conforme la conversación avanza, recuerdan a Danny Rose, el representante de algunos de los artistas más desastrosos del gremio, el cual, en una ocasión, llegó a jugarse la vida para relanzar la carrera de un cantante pasado de moda. (FILMAFFINITY)
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
30 de enero de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen en perfecto estado de gracia. Si Annie Hall contribuyó a que el público conociera mejor los desmitificadores entresijos de la voluble y enfermiza sociedad norteamericana, sus limitaciones, frivolidad y complejos freudianos, Broadway Danny Rose aborda un cruel compendio de mentiras e infidelidades humanas en el marco de abusos y traiciones en el mundo del espectáculo, un universo que conoce bien el director neoyorquino. No resulta fácil ironizar sobre el patético ocaso de artistas que no han logrado alcanzar el ansiado “paraíso” del éxito durante su periplo entre las bambalinas, ni jugar con las soterradas emociones de un grupo de perdedores sin llegar al facilón melodrama, pero Woody Allen lo consigue sin problema alguno, demostrándonos que el humor, la sátira y la ironía inteligente pueden encontrarse en cualquier situación de la vida cotidiana, incluso en las más terribles y desoladoras si las observamos desde otro punto de vista y confortablemente alejados del nudo de la acción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Baxter
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2 de agosto de 2014
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces a los personajes que interpreta Allen les falta precisamente lo que tiene Danny Rose, que es un corazón que no le cabe en el pecho, una ternura que nos lo hace sentir como un humano mucho más cercano que en otras ocasiones. Aunque sea un perdedor finalmente llega a nosotros a través de una proximidad que lo convierte en entrañable. Este Danny Rose tiene algo diferente y se agradece, no es como otros personajes neuróticos e intelectuales que viven en una burbuja y parecen extraterrestres, "Broadway Danny Rose" es una película que nace en una conversación de café entre personas reales que hablan de un agente artístico que podría existir tal como es. Puede que el hecho de tratarse de un perdedor sea la clave.

No deja de tener la chispa acostumbrada, suelta frases e ideas llenas de ingenio, derrocha el humor acostumbrado y como es habitual en sus películas aquí también hay alguno de esos momentos que sólo puede haber sido ideado por alguien con talento. La parte de huida de los mafiosos tipo "road movie" es una maravilla. Al llegar al final ya no hay duda de que Danny es alguien de carne y hueso que vive su oficio de manera muy particular, con una dedicación y un entusiasmo ejemplares, aunque acabe dando rabia todo lo que le sucede... Ya desde el inicio queda claro a través de los narradores de la película que los artistas que lleva le acaban abandonando siempre que empiezan a tener éxito. Eso es triste si te lo explican, pero otra cosa es verlo.

Woody Allen no toca el techo con esta película, lo que toca es algo más difícil posiblemente, el corazón del espectador. Que sea una comedia ligera, una película breve que se explica en apenas ochenta minutos, hace que piense que Allen en esta ocasión supo perfectamente desde el inicio cómo tenía que ser "Broadway Danny Rose". Una pequeña obra; muy recomendable.
Luisito
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12 de octubre de 2010
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allen siempre ofrece chispazos, sin embargo algo me aleja de esta comedia/tragicomedia que no se lo que es. Tiene menos diálogos para el recuerdo que otras de sus obras, he sonreído menos de lo habitual, no me he reído prácticamente nada. Aun así uno no evita empatizar con el perdedor optimista que se nos presenta y acompañar con agrado las peripecias esperpénticas que ocurren. Como siempre por encima de la media, Allen en baja forma es mejor que otros a plena potencia...
mohinder
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26 de octubre de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta obra del prolífico Allen es, al margen de su efectividad como comedia, una notable película. Y no porque lo diga yo, sino porque se aúnan todos los factores necesarios para que así sea. Por una parte tenemos un magnífico uso de cámara y una fotografía en blanco y negro exquisita, reforzada a su vez por una banda sonora envidiable (y mira que no me gusta el jazz, pero hay que rendirse a la evidencia). Además, la historia no está muy manida y el director sabe cómo enfocarla para que en ningún momento pierda fuelle o interés; gran acierto el de contarla a modo de narración entre amiguetes y el no sobrepasar la hora y 20, pues todo está donde debiera. Ni falta ni sobra nada.

Por otra parte, y aquí viene lo mejor de la cinta, el trabajo actoral es sencillamente excelente, no hay ni un solo personaje que lo haga mal o que se antoje prescindible. Todos aportan profesionalidad y su granito de arena a la elaboración de un escenario tan atípico como tronchante. Allen y Mia Farrow magistrales, pero es que lo mismo podríamos decir de la familia italiana, del cantante regordete, de la pandilla de frikis a los que representa el protagonista, etc, etc. Lección de interpretación, por tanto, a cargo de una galería de tipos entrañables y bien dibujados.

Por último, el apartado cómico: partiendo de la base de que el guión corre a cuenta de Woody, como siempre, la risa está asegurada a través de unos diálogos agudos e inteligentes, pero sobre todo, llenos de chispa y de ingenio.

Una oda al patetismo bien llevado y un tributo a la buena gente de optimismo desbordante. Muy buena.
José (FullPush)
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13 de marzo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es de las más reconocidas por los aficionados, incluso a día de hoy bastante olvidada, pero que me atrevo a reivindicar por su frescura y naturalidad. Hacía muchos años que no veía esta comedia neoyorquina en un blanco y negro esplendoroso de Gordon Willis, que rinde tributo desde la modestia al mundo de Broadway con más sombras que luces y que co-protagoniza con la que entonces era su musa y esposa, una irreconocible Mía Farrow en un papel nada habitual para ella. Allen siempre fue un cineasta polifacético, nadie como él hizo tantas películas buenas en los últimos 30 años, su fértil ingenio nunca nos dejó huérfanos de historias humanas y descubrimientos gracias a su talento inacabable, su personalísimo humor y su tierna ironía, su físico nada afortunado, su hipocondría y su pesimismo vitalista lo erigen en icono cultural del siglo XX.

En esta película, Allen es la reencarnación del perdedor redomado, un tipo que exhala melancolía a raudales persiguiendo objetivos inalcanzables con esfuerzos inútiles. Interpreta a Danny Rose, un esforzado mánager artístico de poca monta, recordado jocosamente entre copas en un garito, en una charla de amigos veteranos del “show business” que le conocieron, todo ello a través de unos cuantos “flash backs” nos van detallando las peripecias de tan singular representante. La trama se centra en un episodio concreto de la vida de Danny, en una jornada pare él llena de infortunios que protagoniza además su cliente más destacado, Lou Canova (Nick Apollo), un “crooner” italoamericano que excita la líbido de sus otoñales “fans” con canciones como “My Bambina”, y la amante de éste, Tina Viale (Mía Farrow), una estrafalaria hortera con peluca y gafas oscuras.

Se trata de un film divertido y a la vez patético, un homenaje al mundo de la farándula que debió conocer muy bien Allen en sus comienzos: el de los artistas de variedades en los peldaños más inferiores de la escala del éxito, pero sobre todo el del sufrido mánager que se ve abandonado por su artista cuando éste atisba el camino del éxito. El particular “vía crucis” de Danny, perseguido incansablemente por unos mafiosos que lo han colocado de forma arbitraria en su punto de mira. Todo ello entre agridulces situaciones con sus representados, algunos ciertamente singulares. La historia de un pobre diablo que no pasará a lo posteridad por su contribución personal al Arte, aunque haya alguien que lo recuerde desde un sucio bar para ponerle su nombre a un sandwich.

Nos encontramos pues, ante una de sus obras más personales, entrañables e hilarantes, de situaciones ridículas y grotescas, de una visión desencantada de la gran urbe y su isla preferida, Manhattan con sus teatros, sus luces de neón, sus fracasos y frustraciones. Como en las grandes comedias de la Historia del cine, la carcajada puede congelarse resultando una mueca amarga, y la historia de Danny Rose la evocaremos al igual que sus conocidos reunidos en una mesa con unos tragos, con esa extraña forma de compasión que a veces se esconde tras el chiste cruel.
Antonio Morales
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