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Ida

Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
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Críticas 163
Críticas ordenadas por utilidad
20 de junio de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Típica película para interpretar analogismos, simbologías, mirar debajo de las piedras buscando crítica social y demás pedanterías.
Sí es verdad que la fotografía parece sacada de un cuadro de Vermeer o de un Sorolla de melancolía eslava en blanco y negro y algunos encuadres tienen visos virtuosos, acepto el diálogo minimalista es lo mejor cuando no se tiene más que decir y hasta se agradece que haya contratado a una actriz de carne y hueso mejor que utilizar un robot inexpresivo de esos que tienen una apariencia humana increíble y ojo que la joven actriz tendrá sus dotes interpretativas aquí el problema es que Pawel no la dejó ni enarcar una ceja, ni separar los labios más de un centímetro al hablar, pero es que la historia está tan caracterizada en la novicia que toda la película es exponerla a la vida real a ver como reacciona o a su pareja de carretera que es la que levanta un poco esta historia; una fiscal cínica y alcohólica que tira de cargo cuando se salta las reglas, aun con todo esto a su favor la aburrida forma que tiene Pawel de contar la historia le deja al espectador con la sensación de recibir un regalo de bonito envoltorio con una corbata dentro.
Si Ida la tomamos como un entrenamiento para la deslumbrante "Cold war" se lo compro a buen precio.
José Miguel
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13 de enero de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas ya todos los directores lo saben porque, de hecho, es algo que hacen muy a menudo. ¿Quieren ganar premios o al menos entrar en las listas de nominados? Rueden en blanco y negro. Punto. No hay más.

Esta película: "Ida", yo la vi justamente porque obtuvo el Óscar a mejor largo extranjero o de habla no inglesa (no recuerdo el nombre de la categoría), y como ese año competía mi favorita de esa terna, la argentina "Relatos salvajes" (Damian Szifron- 2014), quise curiosear a la galardonada ya que debía ser muy buena para aventajar a la cinta de Szifron. Bueno, la conclusión es que ganó por tocar un tema sensible y por haber sido filmada en blanco y negro, en formato 4:3 (que no le favorece pero bueno, vuelve locos a los críticos).

Lo gracioso es que ya nadie se acuerda de "Ida", y hace relativamente poco tiempo (2018) el director mexicano Alfonso Cuaron nos trajo "Roma", otra que a mi entender sólo brilla por su fotografía. En 2011 se estrenó la francesa "The artist" (Michel Hazanavicius). Este recurso ya está muy utilizado, quien no se haya dado cuenta aun es un ingenuo.
Lo bueno sería que quitando el blanco y negro en "Ida", nos encontremos una historia interesante, con buenos personajes, que emocione porque la sinopsis es atractiva, parece que te va a dar algo, pero el resultado es árido. Aburrida. Es lenta, llena de silencios, miradas de la joven protagonista que la hacen parecer una chica tonta. Un producto vacío, y por eso ya nadie la recuerda, ni el propio Boyero se debe acordar de este filme polaco.

La vi en 2015 si mal no recuerdo pero tenía que meter mi cizaña alguna vez porque lo de esta película es de otro mundo. Cómo ganar premios sin merecerlo...
Ah y por cierto, el que mencionó a Bergman debería replanteárselo. Bergman contaba algo, siempre tenían argumentos potentes sus obras y le valía lo mismo filmar en blanco y negro o a color. Comparan peras con manzanas.
MarlaSinger
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29 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película con una puesta en escena, un estilismo y una idea conceptual muy loable y que hace recordar a los buenos directores de antaño de la categoría del maestro Bergman. Los intérpretes también caracterizan a los personajes de una forma muy realista y contenida, sin entrar de lleno en la emotividad empalagosa de algunas producciones made in hollywood. Pero después de alabar toda esa elegancia tan bien escenificada a lo largo del film, te das cuenta que en el último tercio de película toda ella es una planificación impostada, ya que después el film da paso a unas decisiones de lo más ordinarias tirando al traste a un personaje tan bien construido como el de Ida. De verdad el personaje necesitaba dar ese giro al más puro estilo TV movie de sábados por la tarde o a ese serial protagonizado por Richard Chamberlain en los años 80. Al final la película acaba teniendo la elegancia de unas bragas de esparto.
nuevacarne
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4 de febrero de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Temas relevantes como averiguar de dónde venimos y adónde queremos ir se tocan en esta película polaca a través de la figura de la novicia Ida, que con pocas palabras es capaz de transmitir la vorágine de sentimientos que en escasos días le hacen replantear su mundo. La fotografía es el principal mecanismo para relatarnos esta historia llena de cambios constantes, que a pesar de los largos planos y del ritmo sosegado, no se hace pesada en ningún momento gracias a una duración muy ajustada y a la intensidad de una escabroso misterio, del que no vemos nada, pero que aún así impacta conforme se va desvelando.

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Cine de Patio
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12 de diciembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos hallamos ante Ida (2013), la última cinta del director polaco Pawel Pawlikowski cuyo trabajo, si uno asoma de reojo a las bifurcaciones creativas que no son sino las orillas del tiempo transcurriendo, es un muestrario elocuente que aborda el viaje como motivo cinematográfico: la inmigración (Last resort, 2000), el juego adolescente de atracciones fatales durante las vacaciones (My summer of love, 2004) y el retorno a casa después de un viaje de ausencia (La femme du vème, 2011). De Reino Unido pasando por Francia, el viajero Pawlikowski logra volver a Polonia con la realización de una película que desnuda una visión aguda y sublime sobre las posibilidades de la imagen.

El film cuenta la historia de una joven que a unos días de tomar los votos para convertirse en monja es enviada por la superiora del convento a conocer a su tía (Agata Kulesza), único familiar vivo y desconocido para Ida (Agata Trzebuchowska). El viaje supondrá la revelación de un pasado que pone en jaque la perplejidad religiosa de una muchacha cuya identidad durmió toda una vida tras la máscara de la sierva, tras la paz espiritual de ignorar lo que ocurre en el mundo rezando. Ida descubre su origen judío en compañía de la hermana de su madre, personaje que representa en sus desatados diálogos la tentación carnal de la vida y la duda religiosa que nace del horror del crimen cometido en la segunda guerra mundial contra los judíos pues como juez y parte no desea la enajenación del claustro para la última rama capaz de reverdecer en su árbol genealógico.

El viaje es siempre metamorfosis y la joven Ida se ha reflejado en un espejo que trae a su mirada lo que el pasado nombra su identidad, de este encuentro surgen las interrogantes que habrán de complejizarla como personaje desvaneciendo conforme avanza la trama la imagen plana e inocente en su ingenuidad con la que nos es presentada en el punto de partida de la obra. El drama del film es fortalecido por una poética de la imagen que nada debe a la serena lucidez de los close-ups de Ingmar Bergman y a aquellas cintas de culto donde la cámara inmóvil dota de presencia a los lugares convirtiéndolos en escenarios cuyo misterio es comparable al bello secreto que guardan ciertas estatuas.

El espectador agradece películas que son un recordatorio de que no existe pacto más valioso entre él y el cinematógrafo que aquél que corona al hecho contemplativo como móvil de la expresión artística. Ida (2013) es sin duda un film que celebra y afirma dicho pacto en la entrega de sus imágenes.
Brianda
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