Sleep Dealer

Una historia interesante y un desarrollo correcto. Se tienen en cuenta detalles razonables con un posible futuro que tiene sentido. En dicho futuro el interés y el control son más fuertes consecuencia de la mayor facilidad de control ofrecida por la ténica.
Las actuaciones de los protagonistas son correctas.
Es entretenida y recomendable.

Si bien es una coproducción México-USA aún me sorprende encontrar películas latinas de este género y con semejante cantidad de contenido.
La historia comienza en Santa Ana del Rio, un poblado de México devastado por una corporación que se apropió del río por medio de un dique protegido militarmente con el fin de vender el agua a sus habitantes. Memo, un joven aficionado a las tecnologías abandona su pueblo natal en busca de mejores oportunidades laborales y las encuentra en Tijuana como operario virtual de robots encargados de la construcción en ciudades de Estados Unidos los cuales maneja por implantes nerviosos que lo conectan a la red central, una red central que opera en todos los ámbitos y controla a las personas mismas.

En su nueva vida conoce a Luz, una bella vendedora de memorias y vivencias personales en la red y al misterioso lector de estas memorias. Interconectados los tres emprenderán una odisea para acabar con el dominio de la red y cambiar el destino de Santa Ana del Río.

El film es la ópera prima de Alex Rivera y si bien algunas ideas no son del todo originales están muy bien plasmadas y en muchas ocasiones resultan una parodia muy bien lograda del sistema capitalista.

Una valiente distopía de dolorosa actualidad. Esencialmente bien producida, más allá del anecdótico quantum económico en juego, con talento; arte y risueña practicidad. Casi documentalmente claustrofóbica y realista, conmueve con sabio altruismo y jurisprudencia.

Buena historia con analogías políticas de restricción de agua por medio de empresas privadas, y de inmigración y la eterna marginación de este lado de la frontera. Sorprende, que yo recuerde nunca habia visto tanta calidad en una película mexicana de ciencia ficción. Si esta es la opera prima de Alex Rivera, lo quiero ver en algunos años

Desde hace un tiempo Hollywood nos está invitando al cine a ver “tanques de taquilla”, con sus respectivos superhéroes que vuelven, vuelven y revuelven las mismas o parecidas ideas. Sus pomposos efectos especiales son irreprochables pero exigen un esfuerzo cada vez mayor en hacer “la vista gorda” a la carencia de los argumentos que debieran fundamentarlos.

Le perdonamos a Sleep Dealer sus “defectos” especiales porque los compensa con buenas ideas, con originalidades, con algo para decir, con algo para contar, con una identidad. Comparándolo con el cine catástrofe o cine de superhéroes que viene desde Estados Unidos es un discurso (o un diálogo) más real y menos conquistador. Nótese que podríamos representar la película como un grupo de mexicanos hablándole desde México al mundo y no como un pretendido universo unificado hablándose a sí mismo desde su sede en Washington.

El argumento se centra, al igual que el film “Un día sin mexicanos” (2004) de Sergio Arau pero desde otro género, en el perverso contraste entre la necesidad del pueblo norteamericano de trabajadores latinos y el desprecio con el que son tratados. En el futuro imaginado existiría un artilugio robotizado que permitiría contar con mano de obra barata latina pero de un modo impersonal, “sin tener que soportar su presencia”.

Este mismo sistema que conecta a los seres humanos a una red informática global no ya por medio de computadoras sino directamente mediante sus sistemas nerviosos, un modo indirecto de vivir símil “Surrogates” (2009) de Jonathan Mostow, nos muestra otros conceptos interesantes como por ejemplo un portal estilo facebook donde la gente en vez de compartir fotos y videos comercializa memorias acompañadas de relatos que forzosamente deben ser objetivos.

También vemos a un ejercito norteamericano muy parecido a un juego de video con soldados que al mismo tiempo son personajes de una especie de reality show y, como telón de fondo, un río privatizado metaforizando al que llamamos “trabajo basura” extrayendo, succionando, segando la energía vital humana.