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Los duelistas

Drama A principios del XIX, durante las guerras napoleónicas, un teniente de húsares del ejército francés, el aristócrata Armand D'Hubert (Keith Carradine), recibe la orden de arrestar al teniente Feraud (Harvey Keitel) por haber participado en un duelo. Feraud, encolerizado, desafíará una y otra vez a D'Hubert durante quince años. (FILMAFFINITY)
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Críticas 72
Críticas ordenadas por utilidad
19 de enero de 2011
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película que está ambientada en la Francia de Napoleón, en donde cuenta la historia de la rivalidad de dos hombres que se enfrentan por orgullo y honor a una serie de duelos a muerte, ya sea con espada o con pistola.

"Los Duelistas" ofrece una iluminación especialmente buena, y eso hace una fotografía extraordinaria. Las interpretaciones de Keith Carradine y Harvey Keitel son bastante buenas. Los duelos a espada están muy bien realizados, teniendo en cuenta que hasta el año 1977, pocas películas de este tipo se habían visto.

Muy recomendable.
Alien
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14 de mayo de 2007
30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera película de Ridley Scott se ha convertido hoy en día en un film de culto que va redescubriendo cada vez más gente. Me ha tocado el turno a mí y he de decir que me ha gustado bastante, pero no me vuelve loco.

Scott es un director que me cae antipático, por muy venerado que esté. Me cae mal, sobre todo, por las cagadas con las que me lleva castigando estos últimos años desde que volvió a ser considerado tras "Gladiator", película que me entretiene pero que me deja frío. "Los impostores", "El reino de los cielos" y "Un buen año" son películas más o menos soportables en las que me aburro un montón y no consiguen sus propósitos. Scott siempre ha tenido dos cualidades que me echan para atrás: la menos importante es un esteticismo que a veces nubla la película y, la que me molesta de verdad, una forma de narrar que me parece espesa, sin ritmo, difícil de seguir. "Los duelistas" es víctima o poseedora (a elegir) de estas dos características.

Así pues, la película, basada en una obra de Conrad, cuenta con un planteamiento excelente y de múltiples posibilidades: un duelo entre dos hombres que se lleva a lo largo de un período de casi veinte años debido a sus interrupciones. Scott se debería haber cebado con la estupidez del ser humano y su naturaleza irracional, pero cuenta la historia más o menos como puede, rodando los duelos con nervio y pulso, pero no implicándome mucho en la historia.

Queda un film bello, con dos interpretaciones buenas cuya química ayuda sobremanera a contar la relación de enemistad entre estos dos hombres basada en el odio y el respeto llevada a cabo con la excusa del honor disfrazado de orgullo propio. Buena película que, aunque sé que esto duele mucho a cualquier director que se precie, hubiese quedado bordada dirigida por el Kubrick de "Barry Lyndon".

+: La acertadísima decisión de contar de forma atropellada y confusa el momento en el que se gesta la enemistad entre los dos protagonistas, aunque probablemente sea impremeditada. ¿Alguien sabría decir cuál es la razón de este duelo eterno? Así, estos dos hombres pretenden matarse el uno al otro con fidelidad perruna para recuperar su "honor".

-: El mayor protagonismo de Carradine que el de Keitel, aparte de porque el segundo me parece mejor actor que el primero, porque llego a comprender al primero pero del segundo permanezco distanciado, así esa relación de enemistad me hubiese podido parecer más convincente.
GVD
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9 de junio de 2011
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos hombres, un encuentro, un momento convulso y un feroz acercamiento. Feroud y D"Hubert, como dos ávidos amantes, una vez el destino los une, no cejarán en su obstinación, de volver, una vez más, a tener ese breve encuentro. Ese momento de satisfacción, en el que mostrarán y proyectarán hacia el otro sus sentimientos. Una unión, un amor a través de los años.

No, Ridely Scott no debutó con una película de temática gay, no confundáis. En realidad, no hablamos de un enamoramiento, sino de un "enhonorimiento" (¿qué me acabo de inventar la palabreja? se sabe). Cambia el tipo de sentimiento, pero por lo demás goza de la misma estructura que un romance épico.

En la más reciente Brokeback Mountain, los ovejeros mantenían un contacto a través de 20 años, en el que se vencía la distancia con un periódico y repetido breve encuentro. Esta unión era el corazón de la trama, y además el eje alrededor del que se movía todo lo demás: La relación afectaba a todo el entorno de los implicados, promoviendo una situación dramática y que evoluciona en desgastes y afectos. Aquí la base es similar. Se establece (apresurada y bruscamente) la unión entre los duelistas (o los amantes) y se narra su devenir a través de 15 años, la cual, al igual que muchos romances épicos, tiene separación por la guerra de por medio, distancias y encuentros fortuitos, etc.

Hasta aquí todo bien, pero en la práctica a mí el romance de honor entre capa y espada del señor Scott no me acaba de convencer. Y mira que la producción es cuidada, que técnicamente es muy elegante, y que Scott lucía una clase y distinción con la cámara fuera de toda duda. Pues técnicamente, la película es intachable y exquisita (ni rastro de este refinado y europeo Scott en sus producciones modernas). Pero no me acaba, no. Empieza notablemente, brusca e impremeditadamente, y el primer encuentro entre los duelistas protas no se hace esperar, estableciendo la coartada que sostiene todo el metraje. Sigue con ritmo calmo, pero con montaje ágil, escalando las tramas hábilmente hasta otros breves encuentros intermedios, hasta el duelo a caballo en el bosque, pero una vez llega a ese punto, la película, o al menos mi interés hacia ella, va de más a menos. No la vivo cerca, sino ajeno, como los duelistas, yo y la peli estábamos lejanos y distantes, salvo por algún breve encuentro.
SIGUE EN SPOILER, POR ESPACIO, SIN DESTRIPES.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
The Luiser Spaceman
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19 de enero de 2008
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía una cita pendiente hace tiempo con la ópera prima de Ridley Scott, puesto que la primera vez que la vi me dejó un tanto frío. No vi en ella esa grandísima obra que todos aclaman, y sí me encontré con una cinta fría, pretendidamente grandilocuente y que derrochaba épica a borbotones en sus interminables charlas sobre el honor, la hombría y el propio destino. Contiene todas las virtudes habituales de este director más publicista que creador, como son su abrumador sentido de la estética, una puesta en escena sensacional, puesto que la escenografía es lo que dota de espíritu a sus películas, y algunos momentos memorables, pero un conjunto que flojea por un guión descompensado, y un hilo conductor de la historia inexistente, apareciendo y desapareciendo de manera azarosa para acabar con un buen final que no equilibra los anteriores errores.

Se inicia con una muestra de lo que va a ser el resto: D’Hubert, sin saber cómo ni por qué, debe entablar duelo con Feraud, duelista de profesión y soldado al servicio de Napoleón en su tiempo libre. Ambos son el ying y el yang, esa dualidad necesaria por la que uno no puede existir sin el otro, la razón contra la pasión, y, por qué no, el bien contra el mal. A partir de aquí, a modo de encuentros episódicos, narra la vida del primero en constante confrontación con el segundo, centrando únicamente la historia en ello y dejando aparte los demás aspectos de la trama, de forma bressoniana dirán algunos, sí, pero a mí el cine de Bresson me parece demasiado plano. Personajes y situaciones deambulan por la pantalla sin que entendamos nunca la causa por la que están ahí, momentos de una impagable belleza visual que ralentizan una narración que nunca termina de arrancar, porque cuando se comienza a desarollar, es cercenada por el guión como si de un elemento molesto se tratara.

Si es notable, por contra, el modo en que aparece y desaparece Feraud de la vida del protagonista. Personificando el destino, sabe desaparecer para atacar cuando menos se le espera. Harvey Keitel está soberbio interpretando a ese ser vacío de sentimientos que parece vivir por y para los duelos. Por contra, Keith Carradine, un actor más limitado que Keitel, está correcto aunque demuestre vulnerabilidad en algún que otro momento. Ridley Scott se preocupa de crear imágenes directamente sacadas de cuadros del clasicismo y el romanticismo más destacado, sacando imágenes de Friedrich, Delacroix o David en un ambiente frío y lúgubre, una cinta que entronca, en ocasiones demasiado, con la soberbia Barry Lyndon, de la que coge su fuerza visual pero de la que se olvida de extraer su excelente retrato de la miseria y el destino. El estilo del director brinda secuencias difíciles de olvidar, pero se le va la mano con una narración demasiado atropellada que abarca demasiado tiempo con demasiadas interrupciones en el flujo natural en una historia que le pedía, como mínimo, media hora más.
Tony Montana
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1 de marzo de 2011
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podrían ser del pueblo de cualquiera pero no, son del ejército francés, y la historia particular de los dos protagonistas se enmarca en una de las épocas más movidas de la historia militar francesa, la que tiene que ver con Napoleón. Por eso pienso que Ridley Scott escogió a la perfección el momento y el lugar y no sólo eso, selecciona los dos mejores actores posibles para enseñarnos lo que es casi un imposible, algo totalmente inverosímil, como dice algún usuario no es que parezcan maños, es que son supermaños. La película ya sabemos de que va, el mismo título lo indica, ahora bien, hay que verla y descubrir como el "pequeño cine" para algunos es realmente cine como una casa.

Para mí el ritmo se ajusta a lo que quiero y espero, no sabemos realmente (ni me importa) las razones de la primera bronca, Ridley Scott es muy listo y hace bien al no definirla con exactitud porque es lo de menos, lo importante es la cabezonería de uno y el estúpido orgullo del otro, lo importante es que han acabado el primer duelo y ni te enteras que ya van por el cuarto... A eso yo lo llamo no pestañear, qué barbaridad!! Puede que se eche en falta saber algo más del personaje de Keitel, puede que sea un poco injusto sobrevalorar la historia personal de Carradine. En realidad me da igual eso, a mí me ha impresionado mucho la relación tan particular entre ambos, sus obsesiones mutuas, su destino paralelo entre el drama y por qué no, incluso lo cómico.

A veces es difícil poner dieces; yo ni me lo pienso cuando es tan evidente. Si es que además hablan en verso!!!! No se puede pedir más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luisito
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