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Buenos días, tristeza

Drama Un verano radiante en la Riviera francesa. Cécile (Jean Seberg), una adolescente difícil y malcriada, ve con disgusto la relación entre su padre (David Niven), un atractivo y mujeriego viudo, y Ann (Deborah Kerr), su amante. El temor a perder el cariño de su padre y los celos que le inspira Ann, la llevarán a hacer todo lo posible por separarlos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
15 de julio de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el reparto pueda llamar la atención de este film de Otto Preminger, la verdad es que el resultado es un poco frío. Las interpretaciones, en especial las de Jean Seberg y la de Mylène Demongeot, resultan poco creíbles y la historia de la niña mimada de papá y su complejo de Edipo me dejaron indiferente.
La lección es clara: la frivolidad y el desenfreno de una vida sin ataduras y despreocupada solamente puede conducir a un final amargo y a un círculo vicioso del que, al final, por mucho que se haya deseado o intentado (como le ocurre al personaje de David Niven) escapar, se quedará atrapado sin remedio.

Otro problema a destacar y que, quizás, en la época en que fue rodada no exigía demasiada atención, es el tema del idioma. Un verano en Cannes y un invierno en París en el que, mágicamente, cualquier francés hablará mágicamente inglés, eso sí, con acento afrancesado para que se note menos.

Quizás la novela fuese magnífica pero la película me deja un sabor a que algo falta, a que no se ahonda lo suficiente en algún personaje o situación.

Es interesante el juego del blanco y negro y el color para mostrar el estado anímico de la protagonista así como ciertos momentos en los que se vislumbra más carne de la políticamente aceptada en aquella época por Hollywood.
Saotome Tendo
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24 de septiembre de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación "hollywoodiense" por parte de Otto Preminger y la Columbia, del celebérrimo libro de la escritora francesa, Françoise Sagan.

El resultado de "Buenos días, tristeza", cuyo guión fue escrito por Arthur Laurents, es algo más ligero y menos duro que el contenido de la obra literaria.

El rodaje se desarrolló en Francia, y para su narración, Preminger requirió a Georges Perinal, responsable de la fotografía, que alternase el blanco y negro de las melancólicas escenas del tiempo presente, con el deslumbrante color de los flashbacks.

Mención especial merecen los elegantes modelos de Givenchy lucidos, en esta ocasión, por Kerr y Seberg y, cómo no, distinguir al maestro de los títulos de créditos, Saul Bass, de nuevo dejando su sello inconfundible en este trabajo del director de origen alemán, quien volvería a recurrir a sus servicios para que creara los inolvidables gráficos de su siguiente propuesta, "Anatomía de un asesinato" (1959).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
astimegoesby
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15 de noviembre de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que no pare la fiesta. Para Raymond y su hija Cécile (Jean Seberg), la vida es risas y fiestas. Pero la diversión lleva a la tristeza, viene a decir el filósofo Spinoza, porque hacemos depender nuestra alegría de algo externo, no de una fuente o cualidad interna. Por ello, solo cultivando la razón, lo que nos pertenece, conseguimos la verdadera alegría, una fuerza que potencia nuestro ser. Ahí está Anne para ilustrar este punto de vista de Spinoza (trasladado al contexto y época de la película, claro).

Abundando en el lado filosófico, el ocio no lleva necesariamente a la felicidad. El ocio es necesario como contrapunto al trabajo, pero sería vano pensar en hacer tanto esfuerzo con el único objetivo de divertirse, cuenta Aristóteles en la Ética a Nicómaco (“ocuparse y trabajar por causa del entretenimiento parece necio y trivial (…) entretenerse de momento para luego esforzarse en la vida estaría bien, porque, en ese caso, la diversión no sería más que un descanso, porque no es posible el trabajo continuado (…) En consecuencia, el descanso no es el fin en sí mismo sino que tiene que lugar a causa de una actividad anterior”. Libro X).

De todos modos, tiene sentido darle una interpretación filosófica, porque es justamente la asignatura que Cécile ha suspendido y que se niega a estudiar ese verano, convencida, de todos modos, que los diplomas no son necesarios y que encontrará a un marido que la mantenga…

No hay un atisbo de introspección por parte de los dos personajes (por lo menos al principio y en cualquier caso, jamás hablan de lo verdadero entre ellos). La parte crítica a este mundo agradable, pero desprovisto de verdadera sustancia podría consistir en ser sincero con los propios sentimientos. Lo digo porque lo opuesto al ocio no es necesariamente el trabajo o el estudio, sino la autenticidad, el saber hablar de tú a tú sin engañarse ni engañar.

La película empieza con la preparación de Raymond y Cécile para salir. Cécile baila con un amigo, que le propone las diversiones habituales: caballo, juego, veladas, etc. Ella asiente, pero tiene un aire triste y luego empieza el flashback, remitiéndonos al verano en que ella (¿y él) perdió la inocencia.

Y la inocencia se pierde cuando la vida te coloca en tu sitio. Cécile y su padre seguirán en su misma senda, aunque algo dentro de ellos se ha roto, pero han firmado un acuerdo tácito, de no hablar de lo que ocurrió ese verano. El divertimento se ha convertido en una rutina. Si antes se podía interpretar como una huida de ellos mismos, ahora, no deja de ser una huida que esconde tristeza. De ahí el contraste entre el título y lo que muestra.

Jean Seberg, joven, suelta, pizpireta y seria cuando hace falta; David Niven, perfecto en su rol de seductor, frívolo y encantador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Francesca
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9 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cecile, una adolescente, y su padre viven una idílica existencia. Él es un bon vivant desocupado y tiene con su hija una relación prácticamente amistosa, de colegueo. Un día aparece en la vida del padre de Cecile una mujer sensata y seria que pretende acabar con tanto placer y ociosidad, a lo que la chica se rebelará maquiavélicamente. Lástima que la adaptación de la rompedora novela de Françoise Sagan tenga un formato tan convencional y hollywoodiense, porque esta historia centrada en un personaje amoralmente hedonista (algo para aquel entonces insólito) requería más riesgo. Eso sí: Jean Seberg está encantadora.
Juan Pais
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10 de septiembre de 2006
17 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un festival de hedonismo, champán, amor y playas.

Al final parece que la moraleja viene a ser que no hay que hacer demasiado el pendón porque jugar con los sentimientos de la gente es más peligroso de lo que parece, pero Otto Preminger cuida tanto la estética de todos los planos y en todas las escenas es todo tan bonito que el espectador sale del cine con unas ganas locas de a) vivir, b) beber, c) tomar el sol y d) seducir chicas rubias a poder ser en bikini.

Nota: Notable.
Listocomics Puntocom
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