Los sexoadictos (A Dirty Shame)

Waters, con un arranque original y divertido, se lanza al más estrafalario y descacharrante libertinaje sexual. Por momentos es una muy buena comedia y por otros un excesivo ejercicio de extravagancia como hacía mucho tiempo que no volvíamos a ver en su filmografía. Es uno de esos films que se pueden recomendar pero con riesgo a que luego dejen de hablarte, es decir, tiene sus riesgos. Es tan exagerada y radical en sus múltiples propuestas que lo mismo produce la risa que la exasperación. Pero por su indudable apuesta por el más dificil todavía y por andar al márgen de lo correcto de la mercadotecnía hollywoodiense es ante todo una película valiente y digna.

Sylvia (Tracey Ullman) es una pacata mujer que ya apenas tiene relaciones con su marido (Chris Isaak), para colmo tiene una exhibicionista hija de descomunales pechos llamada Caprice (Selma Blair) a la que mantiene encerrada bajo llave. Pero tras sufrir una conmoción y conocer a Ray Ray (Johnny Knoxville), líder de un grupo autodenominado Los sexoadictos, Sylvia se volverá una adicta al sexo oral integrándose en su peculiar grupo, compuesto por personas con distintas adicciones sexuales a la búsqueda de un nuevo acto sexual.

Con Los sexoadictos John Watters parece volver al cine trasgresor de sus inicios, desgraciadamente y a diferencia de las películas con las que despuntó (léase Pink Flamingos o Polyester) esta resulta más vulgar y tontorrona y menos ácida o crítica de lo que debiera. Desde luego no ayuda un guión repetitivo y decepcionante, en ocasiones incluso parece más una de tantas películas para adolescentes con chistes sexuales y secreciones varias. Además en la película Se agradece su intento de escandalizar a una sociedad demasiado endiosada en temas sexuales, pero esta desde luego no es la mejor manera. Eso sí, Selma Blair y sobre todo Tracey Ullman se amoldan perfectamente a sus personajes.

... que un guión tan interesante pueda ser tan zafiamente desaprovechado.

Lo que podría haber sido una película de culto totalmente transgresora, acaba siendo un artefacto patético y vergonzoso.

Puro John Waters, pero un John Waters cuesta abajo y sin frenos.

La idea atrevida y transgresora hubiera podido dar pie a una trama políticamente incorrecta pero al propio tiempo estimulante. El resultado es una comedia hortera y chabacana a niveles tan indescriptibles que es difícil de explicar. La dirección es completamente incompetente y los protagonistas carecen de toda empatía. El personaje central parece una maruja cotilla metida a actriz, que no sabe cómo escenificar su cambio de mentalidad. Los diálogos son deplorables y la acción absolutamente inconsistente sin paliativos. Cine basura falto de ingenio a todos los niveles. Con otro director, otros actores y un guion mínimamente elaborado, el film habría sido viable.

No sé si pretende ser sexy y/o graciosa, pero a fe que no consigue ninguna de las dos cosas. El argumento parece escrito por un preadolescente que no haya visto una película en su vida.

Sin desvelar nada de la trama, simplemente comentar el detonante: tras darse un golpe en la cabeza, una madre de familia puritana y tirando a asexual se despierta a los placeres de la carne junto a un grupo de sexoadictos que pasan por lo mismo que ella. Así contado puede parecer incluso interesante, pero ya os digo que no.