León y Olvido

Bienintencionada historia con tintes de docudrama que ahonda en el tema de la integración de las personas con síndrome de Down, centrándose en el problemático lastre que este tipo de personas puede suponer en las vidas de los familiares que les custodian. Sin lugar a dudas la mayor virtud de esta premiada película reside en las meritorias interpretaciones de los actores con síndrome de Down –resaltando claramente la del actor Guillem Jiménez-. La evolución de León, que pasa de ser asistido por su hermana Olvido a convertirse en “asistente” de la misma, representa una compensación humana y afectiva que repara y exonera, por lo menos parcialmente, del precio de tan alta responsabilidad. Sin embargo, ninguna de las bondades antes señaladas consiguen dotar de consistencia narrativa al film, que se instala en la indefinición permanente en sus formas y planteamientos: de lo trágico se pasa inexplicablemente a lo cómico, de lo sutil a lo explícito, de lo tierno a lo cruel, y de lo realista a lo inverosímil. Este desorientado e inestable vaivén acaba pasando factura y sume al espectador en una sensación de despiste. Película honesta y con posibilidades temáticas, pero fallida.

Película simplona y lenta. Las interpretaciones son secas y frías, y no creo que se deba a los personajes. Las escenas bastante repetitivas. Personalmente creo que quisieron abarcar mucho con esta peli pero se quedaron en la superficie y no cala, algo así como el dicho "quien mucho abarca poco aprieta".

Hay diferentes maneras de afrontar la narración de la vida de personas con síndrome de Down de maneras muy divergentes. Hay un camino fácil, comercial, naif y tontorrón como el de “Campeones” de Javier Fesser; hay otra forma adulta de acercarnos a esta vida cotidiana de manera dura y veraz como la que propone la maravillosa “Yo, también” de Álvaro Pastor y Antonio Naharro; y existe un camino intermedio como el que ofrece “León y Olvido” de Xavier Bermúdez.

Es obvio que la película es más superficial y liviana que “Yo, también”, pero desde luego es mucho más comprometida y veraz que la simplona y palomiteramente familiar “Campeones”. Esta historia de perdedores engancha sin entusiasmar y resulta apropiada y conveniente para acercarse, no sólo a la vida diaria de las personas con síndrome de Down, sino también de sus familias, que es lo más interesante de la cinta gallega, de quien tiene que compatibilizar su vida con su labor supervisora.

Xavier Bermúdez dirige su propio guión sobre la sorpresa que la vida le depara a Olvido, una chica que apenas sobrevive trabajando de la costura, huérfana y que tiene que hacerse cargo de León, su hermano mellizo con síndrome de Down que es expulsado de la institución en la que reside por su rebeldía y que tan sólo tiene a Olvido como único familiar que pueda hacerse responsable del mismo.

La convivencia comienza mucho más que mal, tanto porque Olvido se resiste a destrozar su vida por tener que cuidar de un hermano y pretende preservarla por encima de todo, como porque el propio León colabora poco dada su naturaleza indomable. El drama familiar está servido y, si bien no alcanza cotas épicas, sí deja sobre la mesa algunos planteamientos interesantes.

Por supuesto, nada de esta construcción funcionaría sin la entrega interpretativa tanto de Guillem Jiménez como de una estratosférica Marta Larralde como Olvido, capaz de llenar de ternura la pantalla en un plano como de escupir odio con una convicción absoluta en el siguiente. Una auténtica maravilla.

Quizás la demora en su desenlace y cierto exceso injustificado de metraje acaben lastrando una interesante cinta.

Parece como que con el hecho de señalar al principio de la película que el protagonista sea un chico con síndrome de down sirva de excusa o advertencia para que luego los espectadores no hagamos feroces críticas, y pensemos, "Bueno, para ser un joven con sídrome de down... no está mal". Pues a mí eso me da igual, en mi opinión la película está mal interpretada, en general por todos los actores, y no salvo a ninguno, ni al del síndrome de down. No me ha resultado verosímil ninguno, y todas las actuaciones me han parecido bastante mediocres.
Y por si fuera poco, la historia me pareció bastante triste y aburrida, sin consistencia alguna, con un argumento totalmente plano.

Una película preciosa, de las mejores del cine español de 2004.
Marta Larralde y Guillem Jiménez interpretan a dos hermanos muy distintos: ella lleva una vida independiente y él tiene síndrome de Down. Sus vidas están unidas por un hilo que cada vez se va descosiendo más, hasta que la barrera entre el amor fraternal y el odio humano se rompe y nace una relación autodestructiva que coincide con la llegada de otro personaje, Damián.

Me encantó la escena del autobús. Los actores, magníficos. De Goya (pero ya sabemos que en España prefieren darle el Goya a actores y actrices que hacen de parados, prostitutas, víctimas de los malos tratos...)