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Conan, el bárbaro

Aventuras. Acción. Fantástico Un niño que pertenece a una tribu primitiva graba en su memoria los rostros de los guerreros que han exterminado a su familia y a él lo han vendido a unos mercaderes de esclavos. Años después, el joven se ha convertido en un forzudo y valiente guerrero. (FILMAFFINITY)
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Críticas 160
Críticas ordenadas por utilidad
3 de mayo de 2007
65 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente adaptación de cómic que encierra muchos más recovecos de los que cabría prever.
Con un contundente reclamo a la filosofía de Nietzsche en el inicio de la cinta, se nos prepara para un espectáculo sublime, poético, violento, pausado y muy bien rodado.
Como si de una ópera se tratara, Basil Poledouris acompasa las andanzas del héroe de manera solemne, muy al modo wagneriano, y nos sume en un mundo de hechicería, espadas y supervivencia.
La filosofía que discurre en la película, como se ha dicho, se atiene a parámetros poco usuales en el cine comercial de acción, girando siempre el semblante hacia el legado de Friedrich Nietzsche y la "voluntad de poder" de Schopenhauer. Podría resultar pedante el analizar el film de esta manera, propia del "pseudointelectualismo" de muchas producciones más recientes, pero es que la cinta de Milius es de las poquísimas que posee un discurso sólido que no chirría en ningún momento con la espectacularidad de la propuesta y la grandísima ambientación.
De modo que, como los grandes personajes operísticos de Faust o Sigfried(ambos vertientes opuestas de un mismo anhelo de poder), Conan es víctima de un mundo cuya piedad es inexpugnable, tanto como la montaña de Tulsa-Doom( soberbio Earl Jones, eso si es un demonio tentador).
Es, además, de las pocas cintas de aventuras que no se centra tanto en el personaje principal sin dejar de mostrarlo, paradójicamente, en pantalla...y ello es debido, sin duda, a un guión que juega con elementos morales y metafísicos más allá del devenir vital propio del protagonista. Son numerosos los puntos de reflexión que esta obra bárbara toca.
Muy Buena.
fiodor
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19 de enero de 2009
52 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalísima adaptación de las andanzas del personaje creado por Robert E. Howard, esta película de John Milius es una joya incomprendida e infravalorada, seguramente, por encuadrarse en el maltratado subgénero de la fantasía heróica, del que es posiblemente su mejor exponente. En ella se narra la trayectoria vital de Conan, un habitante de Cimmeria durante la remota Era Hyboria, desde la aniquilación de su pueblo por parte de la secta del Culto de la Serpiente cuando es tan sólo un niño, hasta su etapa adulta, cuando la sed de venganza guía sus pasos.

Si por algo esta película merece un sitio de honor en la estantería de cualquier cinéfilo desprejuiciado es porque, además de ser un producto de aventuras perfectamente cuidado estética y técnicamente, se trata de una obra sumamente compleja bajo su aparente sencillez. Con un guión pasado por el prisma nietzscheano desde el primer minuto de metraje, la vida de Conan es un canto constante a la individualidad bien entendida, al pensamiento propio alejado de dogmas, representados aquí por el autoritario Thulsa Doom, semidios líder del Culto de la Serpiente y artífice de las penurias del cimmerio, e incluso por la figura del padre de Conan, que le transmite las enseñanzas propias de su gente (ver spoiler, si se ha visto la película).

Mención especial merece la inolvidable banda sonora creada en estado de gracia por el fallecido Basil Poledouris. Una obra magistral poderosa, contundente, emotiva y épica, que se fusiona con las imágenes del film en una simbiosis audiovisual pocas veces concebida.

Si a ello sumamos la impagable actuación de James Earl Jones como el malvado y retorcido Thulsa Doom, la elección de Schwarzenegger como protagonista principal, cuyo portentoso físico y pobres dotes actorales casan a la perfección con el personaje del bárbaro, y la dirección sólida y sin concesiones de John Milius, tenemos una película de obligado visionado, cargada de significado para el que sepa leer entre líneas, pero que funciona también como mero y salvaje entretenimiento. Imprescindible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cimmerio
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11 de octubre de 2010
46 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título lo dice todo.

Una película que empecé a ver desde mi infancia y me marcó. Desde entonces la he visto chorrocientas veces y nunca me canso de ver. Brutalidad y ternura, sexo y amor, acción y drama... John Milius siempre será un dios, y Poladouris su profeta. Gracias por brindarnos esta obra maestra del cine.

Que aprendan los directores de ahora, que no hacen más que bazofias.
Hideous
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3 de febrero de 2013
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y, del mismo modo, que la voz del narrador se nos quede como eco en nuestra memoria. Y que siga la leyenda perdurando en el tiempo, en «otra historia» que aún no se ha contado.

Se podría hablar de mil cosas sobre «Conan, el bárbaro», entre ellas de los decorados y los monstruos de tan bajo presupuesto, y hasta de lo gracioso que es eso de que Conan tenga que ir precisamente a Zamora para continuar su viaje. Incluso que la rubia Sandahl Bergman no es la belleza que uno esperaría como heroína para nuestro héroe, o que hay unos señores muy raros por ahí, entre hippies y hare krishnas, con mucha pluma. Todo eso es verdad. Pero si es lo único que te ha llamado la atención de esta película, sigue leyendo por curiosidad, o detente aquí por fastidio.

John Milius ejecuta una obra cinematográfica de alto contenido artístico, con una sensibilidad inesperada en medio de la rudeza de la tierra mediterránea llamada ahora Cimmeria y siempre al filo de un acero ensangrentado y misterioso. Me preguntaba no hace mucho en qué consiste la épica, y viendo «Conan, el bárbaro» la siento en el ambiente, en el aire, en las grutas subterráneas donde dioses, reyes y hombres se honran con nobleza; en las notas musicales de un agraciado Poledouris, en el silencio que une a los personajes, en los diálogos míticos, en la magia de los muertos, los buitres que se comen la carne, la soledad del guerrero y el esfuerzo del héroe forjado en el enigma de la voluntad humana. Porque no nos equivoquemos: Conan sí tiene una ética y unas creencias que le sostienen. Su motor es el odio y la venganza, claro, pero también, más íntima y profundamente, el amor a los suyos y un atávico concepto de la justicia bien entendida, liberada y poderosa. Conan coge la espada y, una vez satisfecho, la suelta y se echa a los brazos el suave peso de una mujer desprotegida. Los diez últimos minutos, por cierto, son insuperables. Bellísima la escalinata y bellísima la reverencia majestuosa a los pies de un Conan que no habla porque nada tiene que decir.

Posiblemente la película definitiva de magia, espada y brujería. La única cuyo recuerdo quedará muy vivo, marcado a fuego, a fuego lento como Milius rueda su obra, en nuestros sentidos. Igual que el alma del héroe, invencible.
Kaori
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24 de enero de 2010
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ah, que recuerdos cuando yo era un pitufillo brincante, jugando a empuñar acero cimmerio, cercenando cabezas de sectarios idólatras de reptiles. Ya sabemos que el recuerdo lejano mitifica aquello que tanto nos gustó de imberbes, y al retomar el visionado de ciertas películas nos damos cuenta de que o ellas han envejecido muy mal o tú tienes un criterio muy diferente al de antaño. Y a veces no. A veces, hay buenos films que aún con sus defectillos, a pesar de que contengan efectos especiales obsoletos y su musculoso protagonista goce de una inmutable expresión de vieira patagónica, resisten la mella de Cronos y conservan su capacidad de evasión intacta, como Conan el Bárbaro.

Muchos films de aventuras ya quisieran tener tal claridad expositiva y ritmo firme como el que imprimió John Milius a las beligerancias del héroe por antonomasia del género de espada y brujería. A esto cabe sumarle una de las bandas sonoras -de mis favoritas de todos los tiempos- más emblemáticas del malogrado Basil Poleuduris , que tributa épica magnitud al relato, custodiando y preponderando los diferente pasajes de nuestro viaje a tierras hostiles. Dicho viaje no es la adaptación de algún relato concreto de Robert E. Howard, padre de la criatura, sino que mezcla elementos característicos del personaje para modelar una especie de reinvención del bárbaro desde sus orígenes.

Los elementos fantásticos tan presentes en la letra impresa son reducidos en el celuloide a momentos puntuales: la bruja, la serpiente gigante, los semidioses de la muerte en el desierto, el propio Tulsa Doom; para ofrecer un fresco con tintes pretendidamente realistas de la Era Hyboria. De esta manera, el director logra que nos zambullamos con gusto en las sanguinolentas proezas del forzudo, rebozadas en un vivificante espíritu nietzscheniano ya sintetizado en su prólogo: "aquello que no nos mata, nos hace más fuertes". Puro entretenimiento nihilista en una de las producciones más emblemáticas del cine de aventuras ochentero, desgraciadamente mancillada por una desafortunada y "destructora" secuela.
RandolphCarter
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