Black Snake Moan

Vaya por delante que no me disgustó la película, sino que más bien me pareció una apuesta interesante, con cierto encanto, cuyo mayor problema es que se va desinflando a medida que va acercándose a su final. La historia empieza con buen pie, presentando a dos personajes atípicos: Rae, una chica traumatizada que se desahoga de sus males follando a troche y moche con cualquiera que se le ponga a tiro y por otro lado, Lazarus, un granjero/bluesero/predicador aficionado que la recoge después de una brutal paliza. La relación paterno-filial que se establece entre dos personajes tan dispares es el motor de una historia que trata sobre la redención a través del amor y al extremo que puede llegar un ser humano brutalmente privado de las atenciones afectivas más básicas.
Christina Ricci borda el personaje de Rae, dotándole de la mezcla de sensualidad y vulnerabilidad que requiere; pero es Samuel L. Jackson quien se come al resto del reparto (incluido el flojo Justin Timberlake) con patatas. Gracias a él, "Black Snake Moan" gana puntos y se sitúa en esa borrosa frontera que separa una película mediocre de un visionado medianamente fascinante.

Tengo que reconocer que me dejé engañar por el cartel. Pensaba que iba a asistir a otra película de la liga de GrindHouse, es decir exploitation setentera con su dosis correspondiente de sexo, sordidez, acción y guión infumable a partes iguales.

En parte, no andaba desencaminado del todo, puesto que la película contiene todo esto. El problema radica en lo que le falta, que es ese toque casposo tan propio de las producciones ya mencionadas. El film se toma demasiado en serio a si mismo, lo que le resta diversión y le añade sopor durante diversos tramos del metraje.

Además ello añade otros problemas. Si estamos viendo una película seria significa que estamos ante una correa de transmisión de valores. Y lo que nos muestra es que la ninfomanía es curable por la violencia, que el machismo es aceptable porque las mujeres no saben lo que quieren, que el divorcio es malo y que no hay nada que no pueda curar una bonita boda. Ya me perdonarán pero este cóctel apesta a rancio que da gusto. Si no fuera por ciertos detalles como su magnífica ambientación sureña y un Samuel L. Jackson sobresaliente sería un film recomendable para tirar directamente por el retrete.

"Black Snake Moan" no pasará a la historia, pero si la ven recomiendo no quedarse con lo superfcial o lo aparentemente trivial de su propuesta. Merece un análisis más profundo, sobre todo porque sus inconsistencias y su mensaje se revelarán como lo que son: material caducado.

Lo mejor: los blues de Samuel L. Jackson
Lo peor: Que aburre e indigna a partes iguales.

“Black Snake Moan” podría ser un genial revival sexplotion pero se queda en agua de borrajas. Puede recordar al momento de rehabilitación que vive Renton (Ewan McGregor) en “Trainspotting” pero Craig Brewer pasa de alucinaciones y se rinde al bluesman que interpreta Samuel L. Jackson. Pocas serpientes de después de “Serpientes en el avión” y cadenas en las que se enreda el propio director, los actores y la campaña de marketing, que desembocó en un fracaso en la taquilla americana e internacional

No sabemos si el director de “Hustle & Flow” quiere hablarnos de las heridas que deja la guerra, de despechos matrimoniales o del sexo irrefrenable como enfermedad tratable. Simplemente es que no pasa del tópico. Pretendidamente provocativa, escandalosa (por moralista) y finalmente el cine que nos proponen se queda en bragas, como la Ricci y sus declaraciones tras ver la campaña de marketing y el cartel de marras.

Sin saber apenas nada de la cinta, habiendo visto a priori solo fugaces imágenes del trailer publicitario, me parecía bastante sugestiva la idea del viejo Samuel sodomizando a una joven muchacha blanca, y aunque en los primeros compases sea sodomizada por otro negro de proporciones más que considerables, nada más lejos de la realidad de lo que intentará el buen samaritano negro temeroso de Dios con la muchacha.

El gemido de la serpiente negra es de lamento, por un dolor que estalla para cada uno de sus personajes en diferentes momentos a lo largo del metraje, y que hacía su final, es cuando convierte a este título en algo realmente revelador y se descubre como una cinta más interesante de lo que en principio parecía (ver spoiler).

La narración recuerda a uno de esos cómics de heavy metal, una historia pulp de las que Tarantino tiró para inspirarse en su fantástica Pulp Fiction, un cómic de historietas para adultos de esos de cinco centavos que lucían tan morbosa estética (mirad el cartel), como la de Chritina con sus inmaculadas bragas blanco atómico y ese top tan provocador de chica mala y a la vez personajes tan perturbadores como el granjero, por momentos, fuera de sus cabales.

La mejor cualidad del viejo, ver lo bueno que se encuentra en la aparentemente deleznable putilla que se encuentra tirada en la cuneta. Pese que por momentos parece que se vaya a imponer la pesada moral americana, y en cierta forma el final acabe siendo una consecuencia de ésta, el peso dramático está muy bien llevado y se equilibra el moralismo con el realismo: “¿Quién soy yo para decidir enderezar tu vida?”.

Las interpretaciones de los protagonistas son de un nivel considerablemente alto, si bien el ritmo se debate entre lentas lagunas entre escenas álgidas, con un inesperado, sorpresivo, y agradable descubrimiento de las facultades musicales de Samuel L. Jackson con sus blues, que dan lugar a algunas de las escenas más memorables de la cinta y aportan un toque delicioso a su ya de por si interesante personaje, que acompañado de la absolutamente creíble y caliente Ricci conforman una de las parejas más variopintas y entrañables que recuerde últimamente.

Muy buena en verdad y toda una sorpresa, dejando de lado las divertidas aunque prescindibles mother fuckin serpientes del avión, esta serpiente si que me entusiasma y me deja un agradable sabor de boca de la que esperaba que fuese otra película del montón pero que ha resultado ser un gustoso caramelo.

Me ha gustado su fotografía... Si alguien empieza contando eso, no nos engañemos, es que la película podría calificarse como una sublime KK.

Hace más de una década que el cine perdió horizontes, y desde entonces se producen periódicamente, unos buenos puñados de historias que nos envían desde Hollywood, para entretenernos (¿?) pero ya no nos divierten.

Pudiéramos considerar que Craig Brewer, su director, quiere que la percibamos dotada de un trasfondo filosófico que, por otro lado, no es capaz de deshacerse de una estructura pretendidamente formal, cuya evolución resulta poco imaginativa.