Nashville

Parafraseando a Dostoievski considero que para Altman el pueblo era una verdadera necesidad interior, y no solo una elemental excusa para filmar sus películas. En su amor al pueblo es posible que encontrara algo inmutable, una salida segura y sagrada para todo lo que debe haberle atormentado y maravillado. Y si eso es así, cabe deducir que no encontró nada más sagrado, inmutable y verdadero que reverenciarlo con esta maravillosa película. En ese paleto campesino lleno de vicios, en esos músicos de afectado talante, en esa rancia y aplanada vidita estúpida de solitarios viandantes encontró algo verdadero y sagrado que no pudo menos que honrar, a lo que debe haberse obligado a responder con todo su corazón.

Ya quisiera nuestra Argentina haber conseguido un retratista tan sensible de la constante aglomeración, de la ingente y descomunal madeja humana que nos habita. El norteamericano Robert Altman lo consiguió con Nashville.

Y es que hace tiempo que no me maravillaba tanto con el poder oculto que a veces puede emerger del cine, con los espíritus vagabundos e inquietos que rondan el celuloide y que aparecen sólo de vez en cuando.

Primeramente conviene señalar que Altman consigue plenamente su objetivo: Un gran retrato de la sociedad americana de los años 70 (al menos en el clásico sur estadounidense), con su grado de crítica política y la pasión por la música (country en especial) que se vive en aquella zona. Viendo la película puedes respirar el ambiente político y social de esos años casi como si los estuvieses viviendo. Prueba superada, Robert.
Ahora bien, que “Nashville” sea un gran fresco social, no la convierte automáticamente en una gran película, para lo cual se necesita una trama que interese al espectador y le haga empatizar con sus personajes (con alguno, por lo menos), y en esto creo que fracasa Altman.
Asistimos al desarrollo coral de una serie de historias personales, una constante en la obra del director. Pero ninguno de los personajes se hace interesante para el espectador objetivo, y de ninguna de las historias que narra nos importa su final. Todo discurre entre actuaciones musicales (más te vale apreciar algo el country, o morirás de aburrimiento) sin que haya nada que pueda tocarnos alguna fibra interna.
A ello se añade una duración excesiva, la horrible fotografía típica de esos años y unas actuaciones nada destacables por lo coral y fútil de los personajes.
Puntos a favor por la magnífica música y el tramo final de la película.

223/23(19/06/09) Aparatoso y aburridísimo film del irregular Altman, capaz de lo mejor y de lo peor, un realizador se caracteriza por hacer cintas corales (para mí la cumbre fue "Vidas cruzadas"), en los que parece disfrutar como un director de circo utilizando varias pistas con diferentes números, esta por supuesto es la de arena, naufraga por todos lados, con un relato disperso, se hunde en el tedio más absoluto, para contarnos un relato que sucede durante cinco días en la sureña ciudad de Nashville, cuna del country, donde multitud de historias van sucediendo, con el hilo conductor de las canciones country y una campaña electoral, en la que intentan presentarnos sus paralelismos con la corrupción moral que había, teniendo en cuenta el contexto temporal de la cinta, justo después del escándalo del Watergate y recién terminado el conflicto del Vietnam, por lo que se quiere dar la impresión de un país desorientado que buscaba centrarse y volver a sentirse orgullosos, pero con todo lo contado lo único que saco en claro es que se me hizo eterna la película, más que el vídeo de la boda de un amigo, me costó trabajo mantener la atención, no engancha, te deja frío y me importa un bledo lo que les pase a los miles de protagonistas, verla ha sido la lenta agonía de un moribundo. Recomendable a amantes del country. Fuerza y honor!!!