Suprema decisión es una de las películas más desconocidas de ese AUTOR (así con mayúsculas),que es Max Ophüls. Como no podía ser de otra forma, su estilo y constantes fílmicas están presentes en esta obra. Los amplios movimientos de cámara y los complejos decorados (sin ser tan magistrales como en obras posteriores tales como “Madame de..” o “Lola Montes”) son seña de identidad del director, y le dan una viveza a la película que contrasta con su temática.
En un drama entre lo escabroso y lo romántico, Ophüls dibuja de nuevo un personaje femenino con toda su psicología y complejidad. Su sensualidad y sexualidad de se ve expuesta a través de su trabajo de cabaretera. (a destacar los desnudos difíciles de ver es esos años. Una película americana no hubiese podido mostrarlos)
Una mujer que, como dice el título original “Sin mañana”, vive en el presente, sin ilusiones para el futuro, viendo como su vida se degrada día a día. Lo único bueno que hay en su vida es su hijo, lo único que ha sacado de una vida en declive.
De repente, llega un reencuentro, la ilusión de vivir una mentira por unos pocos días...

Ophüls hizo películas mejores, pero siempre hizo buenas películas. Esta es una de ellas

De un gran novelista como Conrad cuesta mucho hacer buenas adaptaciones. La complejidad de sus tramas y personajes no es algo fácil de trasladar a imágenes.
Por suerte, y a pesar de empezar la narración con una voz en off que hace presagiar lo peor, Richard Brooks es un experto en este tipo de personajes e historias, y consigue realizar una más que notable película de aventuras, con una profundidad psicológica que puede llegar a abrumar.
La fotografía, dirección artística y música dan el nivel, pero es al nivel actoral donde el film sale inmensamente reforzado. Wallach, Jurguens, Tamiroff son un lujo de reparto secundario, mención aparte para Manson, que se come la pantalla.
A O´Toole desde luego no se le puede reprochar nada, da todo lo que tiene y eso es muchísimo. Sin embargo, personalmente creo que le sobra intensidad, y su formación teatral asoma demasiado en sus miradas, gestos y pausas.
Las mismas cualidades que en su descubrimiento en Lawrence de Arabia le hicieron alcanzar una actuación prodigiosa, en sus películas posteriores parecen una reiteración de recursos muy forzada.
Una película más que recomendable, a la que quizás un pequeño recorte en su duración le hubiese venido mejor.

Es difícil juzgar una película tan anclada a su tiempo como ésta. Casi todo el cine que se hizo durante la transición y sus más festivos efectos colaterales (el destape y la movida) han quedado obviamente desfasados.


La película está plagada de humor coyuntural, propio de las circunstancias de su época, bromas sobre política contemporánea y sindicatos, humor machista y homófobo. No es fácil que ahora nos haga gracia, incluso si en aquellos años disfrutabas con gente como Ozores y Pajares.


Sin embargo , si estás dispuesto a reírte con ella, te aseguro que lo consigues. Hace por lo menos 25 años que no la veía, pero me he reído unas cuantas veces, bastantes más que con la mayoría de las estúpidas comedias americanas (y españolas) de hoy en día.


Necesitas, eso sí, que te guste el humor absurdo, y estar dispuesto a escuchar tontadas a cada segundo (¡Capitán, se ha acabado la tortilla!). Como comparación me parece oportuna la de las películas de Mel Brooks.
Y si Pajares y sus balbuceos hubiesen aparecido menos, hubiese sido bastante mejor

Primeramente conviene señalar que Altman consigue plenamente su objetivo: Un gran retrato de la sociedad americana de los años 70 (al menos en el clásico sur estadounidense), con su grado de crítica política y la pasión por la música (country en especial) que se vive en aquella zona. Viendo la película puedes respirar el ambiente político y social de esos años casi como si los estuvieses viviendo. Prueba superada, Robert.
Ahora bien, que “Nashville” sea un gran fresco social, no la convierte automáticamente en una gran película, para lo cual se necesita una trama que interese al espectador y le haga empatizar con sus personajes (con alguno, por lo menos), y en esto creo que fracasa Altman.
Asistimos al desarrollo coral de una serie de historias personales, una constante en la obra del director. Pero ninguno de los personajes se hace interesante para el espectador objetivo, y de ninguna de las historias que narra nos importa su final. Todo discurre entre actuaciones musicales (más te vale apreciar algo el country, o morirás de aburrimiento) sin que haya nada que pueda tocarnos alguna fibra interna.
A ello se añade una duración excesiva, la horrible fotografía típica de esos años y unas actuaciones nada destacables por lo coral y fútil de los personajes.
Puntos a favor por la magnífica música y el tramo final de la película.

Sólo con ver la ristra de nombres ilustres que adornan el reparto, y dos nombres en la dirección como Ford y LeRoy, ya es una obra que se hace recomendable por sí misma.
Lo que nos encontramos es la historia de un oficial de la marina, en un buque de aprovisionamiento en la 2ªGM. Un oficial amargado por su irascible capitán, que le impide ser trasladado al frente bélico, donde pueda ver un poco de acción y sentirse más útil.
A medio camino entre la comedia y el drama, la película se crece por las magníficas interpretaciones, sobre todo de sus secundarios.
Cagney está soberbio, hace subir dos niveles la producción, Lemmon pone el lado cómico y se lleva un merecido óscar. Acompañan William Powell y un clásico de Ford, Ward Bond, que aquí sólo aparece en dos escenas.
En el rol protagonista, Henry Fonda hace un papel sobrio y efectivo para los sentimientos que intenta trasmitir. Le veo aquí un escalón por debajo de sus compañeros.
Dado la ambientación bélica del film, echo de menos un poco de reflexión colectiva de los marineros, sobre el papel que pueda jugar un simple buque de transporte en la guerra (alguien se tiene que ocupar de las tareas secundarias, no todos pueden luchar), más allá del dilema del protagonista.
Y sobre todo se me plantea la pregunta ¿Es Roberts un buen oficial? Está claro que para su tripulación si lo es, e intuimos que hace bien su trabajo. Pero lo cumplir con la cadena de mando, respetar a sus superiores, lidiar con los problemas y ser consciente de que su, en principio simple, papel es igual de importante que cualquier otro, se ve que no es lo suyo. Tener un superior tiránico no puede ser excusa para todo.
Yo desde luego, si fuese capitán de un navío de guerra de guerra, no me gustaría que lo pusieran a mi servicio.
Finalizo señalando la vergonzosa adaptación del título. Me debo haber quedado dormido durante la susodicha escala en Hawai