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Mouchette

Drama Retrato de la triste existencia de una chica que es maltratada por su padre y humillada por la gente de su pueblo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
19 de agosto de 2013
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos años, en una escuela de la Patagonia, tuve una alumna a la que llamaremos D.
D. tenía catorce años, se sentaba en el primer banco, invariablemente sola, y llevaba una trenza gruesa de cabello crespo que le llegaba hasta la cintura. Nunca hablaba ni miraba a nadie. Cuando yo me sentaba a su lado para explicarle algo, contestaba con unos pocos monosílabos y ni siquiera en esa situación giraba su cabeza hacia mí: se ponía tensa, clavaba los ojos en el pupitre y sobre su labio superior, entre el vello sin depilar, brotaban gotitas de sudor. Yo sentía que su único deseo era que me levantara de la silla cuanto antes para ocuparme de otros alumnos. Logró atravesar la secundaria, haciendo un esfuerzo que creo ninguno de nosotros puede imaginar, ya que su vida era, según supe, igual o peor que la de Mouchette.
Y al igual que Mouchette, D. no podía aceptar nada bueno que llegara desde el mundo externo, porque simplemente nadie le había enseñado a ser digna de consideración. Hubo ONGs que trataron de ayudarla y también una escuela que tendió los puentes para que pudiera finalizar la educación media. Pero D. siguió hasta el último día de clases tan encapsulada y triste como siempre.
Mouchette es ella, Mouchette es D.. La sensibilidad de Bresson para captar y transmitir la tragedia de los pobres desdichados es infinita. Sin diálogos innecesarios ni golpes bajos nos hace saber que hay vidas en las que no existe el mínimo lugar para la esperanza. En el cine son frecuentes los guiones complacientes y moralistas donde cualquier desgracia puede y debe superarse. Pero la vida no es así, o al menos no lo es siempre. Y esto es lo que diferencia a un artista de un impostor: Bresson es una artista porque, además de manejar un exquisito lenguaje cinematográfico no finge para intentar seducir al público masivo sino que se limita a contarnos con la cámara lo que sus ojos ven en el mundo. Sin edulcorantes, sin eufemismos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Crotalus
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7 de septiembre de 2008
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si las circunstancias son las que nos humanizan, deberíamos entonces, humanizar las circunstancias. Mouchette (Mosquito) es una denuncia sobre la responsabilidad de la sociedad en la creación y consecuencias de las causas que provocan la desgracia de una adolescente sumida en la pobreza más cruenta y por ende
destructiva. Mouchette es una niña que cuida de su madre enferma, de la casa, de su hermano pequeño y soporta las agresiones de un padre alcohólico y de un sistema educativo basado en el maltrato físico y verbal.
La pobreza en estado puro. Tratada por Bresson con un estilo sombrío depurado, real, creíble y doloroso. El director consigue agredir al espectador sin rozar ni levemente el más mínimo resquicio de sentimentalismo. La profundidad es el monopolio de los que sufren y Mouchette acaba por sucumbir ante la evidencia de que no puede confiar en nadie. Aprende muy pronto que el saber y los sentimientos raras veces hacen buenas migas. Su conciencia acaba siendo su propia fatalidad. Mouchette no tiene tiempo ni para aprender que el dolor y el sufrimiento son un simple accidente de la evolución. "La maldita y estúpida raza humana" de la que habla Mark Twain no nos deja en el film ni un momento de respiro.
josep Giralt Álvarez
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27 de enero de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Malvenidos a Port Hurrac, un pueblo de la Francia profunda, (la misma profundidad negra de la que aún no nos hemos librado del todo en varios puntos de España, incluso en el siglo XXI, aunque es verdad que las cosas han cambiado). Yo he vivido en algunos de esos pueblos, debido a mi condición de maestro. Es verdad que un entorno más duro propicia más crueldad, también en los niños. Un pájaro que se cae de un árbol puede tener su oportunidad en Madrid capital, pero no en Port Hurrac. Igual que Mouchette, que está condenada y, por eso, se convierte en alimaña.
La película no se corta a la hora de cargar las tintas, por más que lo haga en plan ascético y estilista. Todo nos es hostil en ese pueblo a los civilizados y leídos urbanitas, los que vemos cine de Bresson, cine de estilo personal y poderoso, pero no exactamente neorrealista. Cuando los hombres beben, notamos arcadas en el gaznate. Cuando la maestra castiga, nos los creemos, así como su cara de infinito asco, (aunque no entiendo cómo Mouchette canta tan afinado y con voz tan preciosa y luego se empeña en fallar una única nota). Para tirar barro, la niña escoge siempre el mismo cubil entre el follaje, como una alimaña. Los personajes aparecen unos al lado de otros, pero son entes individuales, aislados, sin conexión. Las almas de ese pueblo carecen de comunión entre ellas; sólo un remedo entre vapores de alcohol. El ambiente de animalidad no da tregua, ayudado por una composición escenográfica extraordinaria, por unos interiores sucios, desesperados también, prodigiosos. Y el barro, una vez más usado como símbolo de ausencia de conciencia moral, (recuerdo ahora, en el mismo plan, “La marcha nupcial”, de Stroheim).
Es tanta la desesperanza que no creo que haya otro film más desesperado en la historia. Como cristiano, a Bresson se le debió venir el mundo encima al idearlo, o al leer al también cristiano Bernanos. Aquí desterraron la complacencia. Se pasaron cuatro pueblos, la película es casi insoportable. De verdad.
Como siempre en un cineasta tan sobrio como Bresson, la banda sonora es muy importante. Nunca hay música compuesta por un compositor profesional que subraya las escenas. En su lugar, un universo de sonidos con su simbología propia. Los zuecos usados como leitmotiv de la miseria que se aproxima; la canción del acordeón colisionando con la melodía feliz de los cochecitos de choque, único momento de felicidad de la niña, (colisión que deforma la bonita melodía y la vuelve siniestra, a lo Charles Ives). Hojas, vientos, lluvias, no hay sonido sin un porqué. Especialmente magistral es el llanto del bebé. En todas las demás películas del mundo, cuando llora un bebé no tarda en callar. Aquí sigue, y sigue, y sigue…y sigue.
Para mí, la película sería una obra maestra absoluta, con escenas inolvidables, de no ser porque también contiene algunos largos momentos plúmbeos. Y esto es grave en un film de hora y cuarto. Sí, ¿qué pasa? ¿No se puede decir? Hay largas secuencias sencillamente aburridas. Esto no puede pasar jamás, ni con Bresson ni sin él.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
berenice
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17 de noviembre de 2009
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos muestra Bresson la cruda realidad de una niña en el entorno rural de provincias. Pero la dura existencia que le ha tocado soportar a Mouchette nos la muestra con pocos visos realistas, de una manera “ficticia”, podríamos decir. La dirección de actores se acerca a lo teatral; los personajes carecen de naturalidad, sufren una suerte de afectación (sin llegar a la sobreactuación) que otorga al universo de Mouchette una sordidez gigantesca, un aspecto insólito.
El drama de la niña de provincias, huraña y solitaria, maltratada por todos y todo lo que le rodea, incapaz de liberarse de tan pesada existencia, es contado sin embargo con ligereza y sutilidad. Así la manera de presentarnos a la madre, enferma terminal, al padre, detestable alcohólico, o a la misma Mouchette, siempre inquirida por los demás. Su desencanto con el mundo le hace contestar con odio y desprecio, con miradas que no dicen nada y lo dicen todo. Otras veces se rebela y la violencia se convierte en su desahogo, aunque sea una violencia pálida y pueril; tira barro a las niñas, salpica saltando sobre el barro, se divierte entre los golpes de los coches de choque… Las imágenes simbólicas se suceden desde el principio hasta el final; escenas de caza (perdices atrapadas, liebres fulminadas bajo el plomo), zuecos hundidos en el barro, la niña rodando amortajada...intentan trascender; el guión se hace innecesario y accesorio.
El aspecto técnico es impecable, con esa fotografía en blanco y negro tan fina, propia de los años sesenta, una perfecta iluminación y fundido de imágenes que dan una cadencia lenta pero constante.
Todo ello construye, en suma, un lirismo más que interesante, en una película recomendable para los que gusten del cine bien hecho.
Labrego da Sebe
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14 de junio de 2012
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La presencia en Bresson de no buscar el reconocimiento del público general en sus films lo lleva a utilizar un estilo muy personal que nace de él mismo, de una necesidad vital de expresarse como un artista, fuera de los cánones establecidos dentro del cine puramente comercial, creando una obra de arte única que va a responder a una coherencia personal del creador conforme a lo que quiere transmitir. El concepto del film como una obra de arte este presente en Bresson con el afán de alcanzar la máxima expresividad partiendo de la más pura simplicidad. Su concepción del arte viene reflejada en el libro del propio Bresson “Notas sobre el cinematógrafo”, donde reseña su concepto del arte fuera de cualquier convencionalismo”.

Bresson, cerca de los postulados del neorrealismo italiano, utiliza actores no profesionales y personajes marginales. El denomina al actor “modelo”, donde la ausencia de profesionalidad da paso a una interpretación personal en muchos casos carente de todo tipo de expresividad en una simple interacción del modelo con el entorno y los objetos que le rodean de una forma natural. Los “modelos” de Bresson interpretan personajes que en la vida cotidiana nadie prestaría atención. Hay una total ausencia de decorados, atrezzo, vestuario, maquillaje… todo esto es prescindible en el cine de Bresson. Pero también hay que destacar su separación de los postulados neorrealistas en la ausencia de dramatización, surgiendo las emociones del propio espectador de forma espontánea, sin un reclamo artificial implícito en la propia obra, de una realidad enigmática y paradójica, ambigua y misteriosa.

La historia es simple, de un minimalismo clarificador: una niña sola y desamparada, perdida en un entorno rural sórdido donde el único referente es la figura materna, donde la falta de afectividad de su familia se suple por una rebeldía y una incomprensión mutua entre ella y el entorno que la rodea, y donde el paso de niña a mujer marcará el destino de Mouchette: sufrimiento y redención, algo común en la filmografía de Bresson.

El ascetismo fílmico de Bresson es lo que encumbra a la obra, a la que hay que acercarse como si estuviésemos contemplando una verdadera obra de arte. Cada uno debe extraer sus propias conclusiones e interpretar la obra según lo que esta le sugiera.

En palabras de Saul Symonds: «Ante un film de Bresson (...) siempre me voy a encontrar a mí mismo tratando de penetrar su superficie, y creo que los significados siempre esperarán un paso o dos más allá de mi alcance». Y efectivamente, con Mouchette, Bresson siempre esta fuera de mi alcance de entendimiento racional. Quizás, sea esto lo que tanto me llama la atención de él.
juanjo_torpdo
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