Nubes dispersas

Pensé que ningún director me podría sorprender después de ver la filmografía de Tarkovsky, pero este cineasta japonés prácticamente desconocido en Occidente lo está consiguiendo de nuevo. Mikio Naruse hace gala de una facilidad pasmosa para convertir un drama a priori simple y lacrimógeno en algo extraordinario, con un dominio absoluto de la puesta en escena y una magnífica dirección de actores.

La obra narra cómo una mujer embarazada tiene que reconstruir su vida después de que su marido haya sido atropellado accidentalmente por un agente comercial. Yumiko se verá sumida en una fuerte depresión, negándole el perdón al responsable del atropello, que pese a no tener culpa alguna decide por todos medios ayudar a la viuda. Poco a poco irá surgiendo entre ambos protagonistas una química especial que les llevará a enamorarse. Uno de los aciertos del filme es precisamente que el espectador no capta el momento preciso de cuándo estos sentimientos comienzan a aflorar.

El realizador japonés, al igual que hiciera su compatriota Mizoguchi, critica con dureza a la sociedad japonesa de su tiempo, preocupándose por la situación de la mujer en esos años y los problemas que tenían para subsistir sin un marido al lado, ya que dependían de ellos para todo. La cinta trata temas habituales en el cine oriental tales como la soledad, el dolor, el sentimiento de culpa o el pasado del que los protagonistas no pueden escapar. La muerte del marido de Yumiko invade la relación entre ella y Mishima, y esos recuerdos del pasado le imposibilitarán ser feliz con su nuevo amante.

Una película para degustar lentamente, disfrutando de una historia de amor a la vez triste y hermosa, de un director que está a la altura de sus compatriotas contemporáneos.

¿Se puede amar a un hombre que ha atropellado, aun accidentalmente, al hombre que amabas? Es con lo que se confronta Yumiko (Yôko Tsukasa) con respecto a Mishima (Yûzô Kayama), en la hermosísima Nubes dispersas (Midaregumo, 1967),de Mikio Naruse, una de las más sublimes cotas del melodrama. El talento de este poco (re)conocido cineasta japonés se ejemplifica en el siguiente plano: Yumiko abre las puertas correderas de su habitación, pero se queda vacilante en el umbral, en el amago de un gesto indefinido que no finaliza, sin entrar ni volver a salir, convirtiendo el plano en una interrogante que pone en cuestión su misma interrogante, y que además corporeiza el forcejeo que ha palpitado (como brasa contenida) en su interior durante buena parte de la narración. Y, elocuentemente, en la siguiente secuencia, su relación con Mishima dará un giro (significativamente, en un entorno natural, de esplendoroso verde) que parecerá radical, porque quedará en amago, ya que sus forcejeos interiores, el peso de sus fantasmas (de dolor) seguirán interfierendo en la realización. Hasta ese momento, ya superado el ecuador de la narración, el azar parecía desafiar continuamente a su dolor, a su ansía de olvido (que realmente implicaba el empecinado intento de mantener hibernada o embalsmada en su interior una pena que no se sabía superar o afrontar o de la que no se esforzaba en desprenderse, obcecación que imposibilitaba que se rehiciera). El azar parecía retar su inclinación a esconder la cabeza (mente) en un hoyo, al no dejar de sucederse encuentros casuales con Mishima, el hombre al que culpaba de la muerte de su marido, en vez de afrontar que quizá meramente era una cuestión de nefasto azar. El desquiciamiento de esa obcecada negación queda evidenciado en cómo no sólo le pide que deje de suministrarle dinero cada mes para romper cualquier vínculo, sino en que se traslade a otro lugar para evitar que coincidan en ningún lugar. Vano intento (el azar sigue trastocando su voluntad y pondrá en cuestión sus mismos sentimientos).

Resulta admirable cómo Naruse introduce la película a través de movimientos de personajes: Yumiko saliendo de casa, y del hospital al que ha acudido a la consulta ginelogógica (solo se ve cómo sale del despacho), o su marido saliendo del edificio donde trabaja dirigiéndose a su encuentro; ambos personajes, que se encuentran en un restaurante, planean irse al extranjero, asentarse en Estados Unidos: el montaje secuencial elípitico, y las específicas elipsis; son elocuentes, como anticipo de una sustracción vital, o cómo Yumiko no logrará quebrar (salirse de la) la cerrazón de su dolor, aunque intente fugazmente superarlo. En esas primeras secuencias, un niño pequeño, su sobrino, dice a Yumiko una expresion televisiva de despedida, premonición de la muerte de su esposo, y de una mujer que no sabrá despedirse de su pena (que permanecerá en irresoluble estado de despedida y de no saber decir hola a la vida); un tren cruza el encuadre, en el que viaja Yumiko jugando sonriente con un bebé (ella está embarazada)

Nubes dispersas es un filme de gran lirismo. No necesita recurrir a la lágrima fácil con tal de conectar al espectador con la historia. Naruse fue un director de enorme talento. Nubes dispersas es un prodigio narrativo. Naruse se vale de los gestos, las lágrimas, la lluvia, el movimiento de la manos y la naturaleza para contarnos la historia.
La historia es sobre una mujer que se enamora del hombre que accidentalmente mató a su marido. Sin embargo, el fantasma del recuerdo se interpone en la relación. Los personajes principales son víctimas del infortunio y no pueden enfrentarse a una sociedad que los apunta con el dedo. Excelentemente narrada y con una magnífica fotografía; el filme tiene la humanidad y el halo trágico propio del cine de Naruse. Hermoso filme que merece mayor reconocimiento. Reconocimiento merece también la excelente actuación Yoko Tsukasa.

Una mujer joven y embarazada se queda repentinamente viuda. El conductor del coche que atropelló accidentalmente a su marido se siente muy culpable y trata de compensar a la mujer. A pesar del rechazo inicial de ella, comienzan a conocerse, pero las cosas no serán fáciles por estar la mujer atrapada en el dolor y la dignidad En su última película Mikio Naruse demuestra nuevamente su elegancia y sensibilidad para abordar una historia difícil, pero que con esas cualidades, además de su talento como narrador, consigue hacer creíble y conmovedora. Nubes dispersas es el adecuado punto final para una estupenda carrera.

En cinco minutos ya tenemos todo el pollo montado. Apenas hemos conocido a la familia protagonista, y ya se han cargado al marido. Madre embarazada, futuro prometedor que se echa a perder por una fatalidad. El causante del accidente tiene grandes remordimientos y trata de compensar como sea a la viuda, la cual rechaza toda ayuda.

Pasada ya la media hora, nos encontramos ya en un punto en el que el espectador solo ve una salida a la película, se ve de antemano lo que va a pasar ya que la historia se centra casi exclusivamente en ese asunto(* ver spoiler)

Como he puesto en el título de esta crítica, todo esto contado, en mi opinión, de forma un poco basta y se echa en falta un poco más de tacto y delicadeza, más de esa poesía a la que nos tiene acostumbrados las cintas orientales, un poco más de sugerir y de no darlo todo masticado. Los momentos de tensión están quizás demasiado forzados y el resultado es poco natural(** ver spoiler)

Una película de nivel aceptable, que se deja ver gracias a su narración simple y sin alardes. Naruse no inventa nada y se limita a contar la historia. Interesante y punto.