Nubes dispersas

Cuando un director tiene entre manos un argumento difícil es muy fácil que caiga en el sentimentalismo pudiendo llegar a lo grotesco (Visconti). Es aquí donde se demuestra la maestría. Naruse combina una fina dirección de actores (ni sobreactuados ni inexpresivos) con una fotografía saturada y brechtiana y un ritmo narrativo perfecto. Capítulo aparte merece la gran partitura de Takemitsu alejada de sus grandes obras para orquesta o para cámara ( Una bandada desciende al jardín pentagonal.....más idiosincrásicas) muy romántica y que a veces recuerda a Herrmann. Música al servicio de la imagen.
El resultado es majestuoso. El conflicto entre ser y deber ser, entre sentimientos y razón como obligación moral se resuelve de un modo muy sofisticado sin remarcar las situaciones, sino con una combinación sutil de los aspectos señalados.
Si os gusta el cine japonés y no conocéis esta película, estáis de enhorabuena.

Une melodrama elegantísimo, que, en su estilo, no desmerece de las grandes obras maestras del cine japonés. Trabajo visual sobrio dentro del plano, progresión dramática medida al milímetro, elipsis magistrales y una emoción que discretamente va calando en el espectador hasta lograr que un acto tan sencillo como tender una mano para que otra la agarre resulta absolutamente conmovedor. Una obra de depuración infrecuente.

Hermosa película que supuso la despedida de Mikio Naruse del cine, en la que trabajó por primera vez con el color y demostró estar dotado para el scope, en un drama intimista, que personalmente adoro y considero su mejor obra, junto a esa obra maestra grandiosa titulada CUANDO UNA MUJER SUBE LA ESCALERA. Autor de un ramillete de obras espléndidas ( la voz de la montaña,madre,nubes flotantes ), esta película supone la culminación de un maestro a reivindicar, siempre a la sombra de los tres grandes japoneses, Ozu, Mizoguchi y Kurosawa.

Lástima que sea una despedida, que sea su última película. Los que hemos visitado la filmografía de Naruse coincidimos en el mismo lamento, que tiene que ver con habernos topado con su única incursión en el cine en color. No es tan fácil llegar a sus películas como a las de los otros grandes nombres propios del cine japonés, más conocidos y mejor distribuidos. Sin embargo yo me siento afortunado ya no sólo por haber descubierto a Mikio Naruse sino por saber disfrutarlo. Efectivamente, su cine no está hecho para todos los paladares. A mí sus historias del japonés cotidiano me producen tanta o más satisfacción que las de Ozu, y en concreto, el melodrama que presenta en "Nubes dispersas" es de arriba abajo marca de la casa. Lástima que sea su única película en color, nos hemos quedado con ganas de más...

Más lamentos: qué pena que Hideko Takamine no protagonizara esta película, sólo de pensar lo que nos hemos perdido, (¡¡y en color!!) ya me da algo. Todo el dolor que puede soportar una persona (de género femenino por supuesto, estamos en una película de Naruse) lo vamos a encontrar está aquí. Hay más que eso claro, hay mucho más. Su grandeza, a saber cómo lo hacía para que no nos diéramos cuenta, es apreciar que ese personaje femenino protagonista sufre una transformación delante de nuestras narices sin que parezca impostado. Es natural, fluye, como la vida. En el minuto diez (por decir algo) odias a muerte a alguien. En el setenta (es un supuesto) esas mismas personas parecen unidas. ¿Cómo lo hace?; ¿magia?; ¿arte?... La grandeza del cine de Naruse está aquí.

Último lamento: la canción de despedida del enamorado. Esto es muy personal y tiene que ver con la versión que me ha llegado a las manos, pero cómo lamento no tener ni idea del significado de esas últimas palabras entonadas en forma de despedida. ¿Qué le dice?; ¿qué le llora?; ¿qué canta?...

Nuevo paseo –el último- de Mikio Naruse por el amor y por la muerte. Otra vez, como en Nubes flotantes, una pasión maldita, entre tormentas y largas noches de fiebre, pero con una cámara más serena, quizá en virtud de la madurez del director. El mismo cáliz servido sin temblor alguno. Espléndida aceptación de la desesperanza.