El caso Villa Caprice

Bernard Stora es un veterano director y guionista de cine, donde más éxito ha cosechado ha sido como guionista, en su faceta de director se ha prodigado más en las series de televisión. Ahora nos presenta su última película, un oscuro Thriller donde la corrupción, la manipulación y el engaño están presentes en todo momento. La película está inspirada en la figura real del abogado francés Olivier Metzner.

La película empieza con el registro por parte de la policía de la lujosa mansión Villa Caprice, propiedad de Gilles Fontaine, un empresario multimillonario que al parecer consiguió la propiedad de forma poco decente, tras sobornos a varios políticos. Para salvarse de ir a la cárcel contrata a uno de los mejores abogados de París, Luc Germon.

La cinta funciona sobre todo a la solidez y al duelo interpretativo de los dos actores protagonistas, tanto Niels Arestrup como PatrickBruel están impecables. Los diálogos cortantes entre ambos y el ambiente que se forma me parecen muy logrados. Otro aspecto a destacar es la belleza del paisaje y la estructura narrativa que tiene la película.

Es una película de las de toda la vida, con héroes y villanos, gente manipuladora y manipulada. Tiene un guion con sorpresas y por todo ello, se disfruta.

Lo mejor: El duelo interpretativo entre los dos actores y el sorprendente final
Lo peor: Que en el fondo es muy realista.

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Bernard Stora agarra una historia real y nos traslada a una de las partes más bellas de Francia, donde ya advierto, que en pleno verano que nos está tocando vivir y tanto calor, ya es motivo suficiente para disfrutar de ella y de sus paisajes y fotografía.


La historia nos relata el caso del título, una antigua mansión modernizada por un poderoso empresario cuya forma de adquirirla ha salido a la luz pública cuando la esposa de uno de sus más allegados, le da por largar después que su marido le dio por una noche visitar a chicas que te ofrecen todos sus encantos por un módico precio. A raíz de ahí, la vida del empresario Gilles Fontaine comienza a cambiar. Registros de la policía, notas del juez, citaciones de la justicia etc. Y es aquí donde contrata los servicios de un experto y veterano abogado, Luc Germon, quien ya anda un poco quemado de la vida y por si fuese poco, se debe ocupar de su padre ya en avanzada edad.


El dinero será lo de menos para poder exculpar a su cliente. La historia comienza cuando Gilles lo invita a pasar un fin de semana en la Villa para no sólo conocerse mejor, sino también para preparar la estrategia. Allí conocerá al bello e interesante patrón del barco de Gilles, Jérémie, por el cual comenzará a sentir algo más que curiosidad.

La peli nos muestra no sólo el mundo político y sus entresijos, sino las relaciones interesantes y no tanto de la gente que tiene poder y dinero, en relación a la que no lo tiene. Como en muchos casos se creen intocables y ante la ley no existe nadie intocable si hay motivos para ello.

Me ha encantado la relación abogado-cliente y como se va complicando todo, llegando a un último tercio magnífico.

La verdad es que me ha dejado tocado el derrumbe existencial del reputado abogado que interpreta magníficamente Niels Arestrup basado en Olivier Metzner quien demostró sus habilidades letradas defendiendo a la Jet Set francesa, políticos e incluso al dictador Noriega entre otros casos de renombre.

El director Bernard Stora (1942) con una extensa carrera cimentada en la televisión ha tardado la friolera de casi 40 años en estrenar su segundo film como director y guionista y asegura que escribió el papel del abogado pensando en Arestrup como su encarnación.

La película fluye sin prisa, pero sin pausa, con exquisitas y muy pensadas localizaciones y sin "levantar la voz" asistimos al influjo embaucador de los poderosos que pueden costearse defensores jurídicos de prestigio a precios no solo económicos y como el uso y abuso del poder puede ser una adición mayor que el dinero que necesita para ello. El virus que el empresario corrupto va inoculando lentamente en el abogado acaba por devorar sus cimientos como ser humano, aflorando su fragilidad en un tramo final de su exitosa vida profesional y fracasada vida personal. La esperanza de que vender su alma al diablo al menos valga la pena y pueda al final encontrar la amistad y el amor que siempre le han faltado es realmente sobrecogedora. Y es que, aunque parezca mentira hay cosas que el dinero aún no puede comprar.

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