Un buda

El mérito de esta película es simple y profundo: mira hacia otro lado en el mejor sentido de la expresión.
El espectador puede contemplar en el vasto menú del cine moderno asesinos en serie, estafadores, criminales, desfacedores de entuertos a base de violencia gratuita, corruptos de cuerpo y alma, ladrones... Es mucho más difícil encontrar personajes (y personas) que pretendan lo más básico: ser mejores. Y este es el acierto de "Un Buda".

Flojea un poco en la definición de los personajes (uno muy devoto, el otro muy racional), en ciertos diálogos (un poco sonrojante la escena de la alumnita que pregunta al profe de filosofía si cree en dios o no), en la forma de mostrar el alcance, métodos y forma de la meditación... Pero el conjunto es más que digno: relaja, emociona y estimula. Y eso no es poco.

Con esta película, Diego Rafecas, director y actor de reparto, nos hace ver a las claras cómo puede hacerse buenas obras con pocos medios, cómo puede Argentina, tan alejada de los centros mundiales de poder, también geográficamente, (y él en este caso concreto) demostrarnos una y otra vez su gran valia, su elevado nivel de sensibilidad, la profundidad de sus análisis y su valentía. Me gusta suponer que la interesantísima y bien conocida tradición psicoanalítica de Buenos Aires tiene mucho que ver en todo esto, "Un Buda" es una película de argumentación harto difícil, cuyas escenas y diálogos precisan ser hilvanados con sutileza y atención muy especiales. Sacarnos a un joven de la metrópoli y enviarlo a la sierra de Córdoba a meditar, a conocerse, a dedicarse en cuerpo y alma a la introspección con este fin, ante nuestras mismas narices occidentales tan exageradamente suspicaces, y conjugar situaciones y personajes, tan ajenos en principio al tema, y entrecruzarlos y hacerlos creibles sin deteriorar rasgo alguno de ninguno de ellos, requiere maestría grande en la dirección de actores y requiere una capacidad de síntesis de mayor destreza a la usual, que no han conseguido reconocidos y alabados maestros en sus intentos de transmitirnos el sentir y el ser budistas. No se olvida el entremés ora con "la billetera", jaja, ora con "el rato" del vecino (afortunadamente la actriz protagonista pregunta también ¿cuándo fue la última vez que lo vio? pues, si no, muchos hispanoparlantes para quienes un rato es a lo sumo un par de horas no habríamos entendido bien. Ni siquiera este aspecto se escapó) y tampoco se olvida, por supuesto, la fineza en la resolución, en la coronación final, nada más y nada menos que utilizando la adaptación para su comprensión de los famosos koanes del budismo Zen. Excelente. Muy buena película. La envío directamente a mi lista "Películas infravaloradas". Por supuesto, igualmente a otra de mis listas: "Películas muy buenas". ¡Bravo, Argentina, por tu cine! Freijanez.

Una película que cuenta una historia original, agradable y profunda, con cuestiones espirituales y filosóficas pero que a su vez es sencilla y humilde, con un marco de fondo sobre la dictadura argentina, que apenas roza pero que forma parte intrínseca de la trama.

Para mi la amalgama perfecta de lo trascendental, lo sencillo y lo político sin irse por las ramas.

Obviamente lo más interesante de la película es la manera que tiene de entender el mundo con la mirada del budismo Zen.

La música más que aceptable.

Lo que me gustó:
. Que lo trascendente se mezcle con lo mundano.
Lo que no me gustó:
. Que para convencernos de la necesidad de búsqueda y de la espiritualidad de los dos hermanos, cada uno a su modo, se tengan que improvisar paranormalidades.

A destacar:
La forma en que trata el monje al que llega sin dudas, con exigencia o indiferencia, para contrarestar la posible idealización preconcebida de la experiencia.

La película es del género religioso-budista. Y tiene una importante reflexión cuando la novia del joven Tomás, el que casi siempre está meditando, va a hablar con el hermano mayor de él y se queja así:

"No es fácil estar con alguien que no habla, que no le gusta salir, que no le gusta ir al cine, que no le gusta ir a bailar, que no le gusta el sexo, que no nada, que lo único que quiere hacer es hablar de Dios ininterrumpidamente. Yo lo amo, pero no es fácil."

Trata de dos hermanos, uno racional y profesor de filosofía; el otro místico, buscador a través del budismo, de la paz interior y lo trascendente. Este muchacho, parece un fracasado, pero su enorme religiosidad quizás sea una bendición que le haga encontrar "diamantes de vida y plenitud" que solo los místicos pueden hallar.