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The Master

Drama Drama sobre la Iglesia de la Cienciología. Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), un intelectual brillante y de fuertes convicciones, crea una organización religiosa que empieza a hacerse popular en Estados Unidos hacia 1952. Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un joven vagabundo, se convierte en su mano derecha. Sin embargo, cuando la secta triunfa y consigue atraer a numerosos y fervientes seguidores, a Freddie le surgirán dudas. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 215
Críticas ordenadas por utilidad
17 de diciembre de 2012
79 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he considerado a Paul Thomas Anderson un director obsesionado con la imperfección. Con la imperfección del alma humana, de la violencia, de nuestros valores, de nuestro cuerpo, de la forma de amar de los seres humanos. Esa imperfección se hizo extensible a la construcción y facturación de sus propios films, salpicados y modificados indirectamente por las decisiones erróneas de sus dramáticos y sufridores personajes, en constante persecución de un sueño imposible que daba lugar a una devastadora frustración. En cada nueva película, Anderson hace acopio de temas tabús para la hipócritamente conservadora sociedad americana. ¿Qué hay en común en todos ellos y qué también comparten con The Master? La imperfección de sus personajes, como Anderson utiliza cada segundo de metraje para alejarlos gradualmente de su condición de humanos hasta que están tan alejados de si mismos, a tanta distancia, que pueden divisarse como un punto en un gran espacio y acometer una completa separación de sus valores (si es que los tienen), sus errores, sus defectos y sus posibles vías de escape o redención. En ocasiones no hay salvación posible, ya sea por la engorrosa coyuntura (Magnolia) o por decisión propia (There Will Be Blood), pero lo importante es que han podido presenciarse como individuos ajenos a su persona por una vez (como lo haríamos en un sueño, por ejemplo) y han tenido opción. Ahí radica uno de los grandes dramas del cine de Anderson, sus personajes, sean decentes o demonios, siempre tienen opción de elegir el camino correcto o el menos malo. Pero su ceguera, orgullo o incompetencia los arrastra a un mar de autodestrucción, padecimiento y cólera. The Master está repleto de perfectas incorrecciones y contradicciones que, extrañamente, derivan en una película perfecta dentro de la filmografía del director norteamericano. Esa tesis doctoral sobre la violencia que es There Will Be Blood tiene aquí su continuación con la presentación de extraños brotes psicóticos aleatorios en el personaje que interpreta magistralmente Joaquin Phoenix. ¿De dónde viene la violencia? ¿Nacemos con ella? ¿La desarrollamos con el transcurrir natural de la vida? ¿Es nuestra naturaleza? Afortunadamente el realizador californiano no nos ofrece una única respuesta sino múltiples alusiones a nuestra evolución, nuestro origen animal, el impacto de la sociedad sobre el individuo, el condicionante del azar y la aleatoriedad. En un proceso tan cerebral como visceral, el autor de Sidney descompone emocionalmente a un ser humano, desproveyéndolo parcialmente de razón y autocrítica, para acometer una deconstrucción que permita su transformación, una mutación hacia lo opuesto de su naturaleza. El medio empleado para ello es la existencia de una amenazadora secta liderada por un hombre totalmente endiosado, culto, instruido, inmune a la objetividad ajena (salvo cuando esta es protagonizada por su esposa) y obsesionado, aunque no lo nombre directamente, con modificar la idea del superhombre de Nietzsche. Anderson dibuja a Lancaster Dodd como una persona con una escala de valores propios que considera pura y positiva cualquier idea que surja de su cabeza, condenando al escepticismo o al rechazo las reflexiones externas. Ese totalitarismo es la base de su credo, él su propio profeta y el ejercicio espiritual su medio de expresión con sus seguidores.

Mucho se ha hablado de The Master como un film que adapta y denuncia los métodos de la famosa iglesia de la Cienciología. Considero a Anderson un tipo inteligente y no me creí que fuera capaz de dedicarle 137 minutos a denunciar una creencia en lugar de mostrarla y permitir un juicio independiente y libre por parte de los espectadores. Evidentemente, escoge la segunda opción y contamos con el poder de decisión que nos hubieran negado otros autores como Loach, Stone o Costa-Gavras. La destrucción del hombre y su escala de valores es el cimiento primordial de estos grupos religiosos que suelen seleccionar personas altamente influenciables o volátiles con el objetivo de sumar seguidores rápidamente y posicionar su poder de convocatoria sobre ellos y, sobre todo, ante la sociedad. Freddie Quell (Phoenix), un juguete roto por las secuelas de la guerra, es un borracho trastornado al que le cuesta mantener un trabajo normal. Anderson nos hace hincapié en el hecho de que se encuentre alejado de su familia, con un trauma amoroso inconcluso y con el alma perdida entre bandazos. Es el sujeto perfecto para incubar en él el deseo de permanecer a un grupo. Que el encuentro entre los dos hombres se produzca de manera fortuita puede parecer una anécdota pero Anderson le ha otorgado constantemente al azar un papel fundamental en su filmografía como causante de desgracias e, igualmente, como germen de una relación tormentosa entre dos o más personas. ¿Por qué entra Quell en ese barco? ¿Por qué Dodd no lo expulsa inmediatamente? ¿Cómo han llegado a coincidir dos seres tan extremadamente opuestos pero tan contradictoriamente similares en el mismo espacio, lugar y tiempo? El azar no tiene causa, solo ocurre y es esa sensación de inseguridad la que rige nuestro destino, sin saber si nuestros actos nos llevarán o librarán del mismo. Quell experimenta lo mismo, no sabe si entregarse a la causa o rechazarla, si de verdad cree en ella o únicamente en la brillante mente de Dodd, personaje hipnótico y enfermizo, como la propia película. El absorbente guión de Anderson plantea la negación de la naturaleza animal del hombre y el uso de las regresiones como base del entendimiento de la vida por parte de la secta, prevaleciendo siempre el interior al exterior, la mente al cuerpo. Aspectos que chocan con la obsesión por el sexo y el deseo carnal de Quell, produciéndose una batalla intelectual, espiritual y física. La ausencia de las propias habilidades que si posee el contrincante, provoca en ambos una fascinación y repulsión mutua, a modo de delirante relación (casi) homoerótica.

No es spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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13 de enero de 2013
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Limitarse a decir que "The Master" es una de las mejores películas de 2012 sería minusvalorarla, supeditarla a los deméritos de la media de calidad del resto de producciones del año. Por tanto prefiero decir que es otra gran película realizada por Paul Thomas Anderson, un logro mayúsculo que permite adentrarse en un mundo tan oscuro como atractivo y que la cámara del realizador norteamericano captura como si la película fuese una imagen congelada en el tiempo, una ventana hacia otro mundo en la que se proyecta la existencia de dos hombres diferentes se apoyan el uno en el otro para darle un sentido a su vida. Joaquin Phoenix interpreta con su habitual estilo al protagonista, mostrando inseguridad e inestabilidad mental, movimientos renqueantes. Excombatiente en la II Guerra Mundial, vuelve habiendo perdido su 'vida' pasada a un mundo que no entiende, abrazando el alcohol como refugio de la gris realidad hasta que da, en uno de sus paseos nocturnos, con un barco anclado en un muelle en el que pareciera existir otra forma de encarar la realidad. Allí conoce a un hombre bajito, imponente, con facilidad de palabra, que responde al nombre de Lancaster Dodd y a los rasgos de Philip Seymour Hoffman.

Lo que sigue a continuación es una representación de esta relación, un retrato sobre personajes que sobresale sobre el tema en sí mismo (la iglesia de la cienciología) confiando en que nos interese más esa progresión dramática que descubrir el origen de esa religión (o secta, según a quien le preguntes). Freddie Quell será así el conejillo de indias de Dodd, que acogerá al primero en su hogar en calidad de protegido con la ciencia como coartada. Violencia verbal, física y psicológica e imágenes que subyugan y que nos nos convierten en una parte activa del relato (impresionante el momento de explosión de Dodd, cuando le llevan la contraria, y la reacción de Quell). Como siempre en el cine de Anderson, no sólo tenemos una labor titánica del reparto en general, donde contamos con un Phoenix inmenso pero un Hoffman que hace historia (nada que envidiar a laureados papeles como el de Brando en "El Padrino"). Hoffman es quizá el mejor actor vivo, capaz de convertirse en otra persona y mostrarla con intensidad sin caer en la caricatura. Aquí es, una vez más, espectacular. Su palpable química con Phoenix y con Amy Adams, que interpreta a su mujer (tienen una escena concreta frente a un espejo, que corta la respiración) ayuda por supuesto a que la cosa vaya incluso más lejos.

Todo esto al servicio, por supuesto, de la imagen. Porque "The Master" es un cóctel de imágenes que emborrachan, que ahogan en su magnificencia, que subyugan. Anderson es un maestro que sabe cómo usar cada herramienta que cae en su mano, dilatando el tiempo de la secuencia, manteniendo los primeros planos hasta que lo considera necesario y empastando su dominio visual con una partitura de Jonny Greenwood -en su segunda colaboración con él, tras "Pozos de ambición"- que sabe como complementar perfectamente a lo que vemos. En resumen, "The Master" es un artefacto cinematográfico de tal precisión que es difícil no caer rendido ante su magnificencia. Efectivamente que no es para todo el mundo, pero si conectas con lo que Anderson cuenta te va a costar olvidar este retrato de personajes al límite. Y terminarás por acabar entendiendo que la pared de madera y la ventana no existen como límites, sino como parte de un todo. De esas que, seguro, ganan con los años y revisiones.
Caith_Sith
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5 de enero de 2013
49 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya ensalada mal aliñada y con poco sabor!.

Aburre, no se entiende nada, irrita.

Los actores son los único que se salva y también la fotografía.

Lo demás no tiene el mas mínimo interés tal como está planteada e hilvanada.

No merece la pena ese gasto de tiempo y dinero.
Solidad
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17 de diciembre de 2012
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Narra las peripecias y vivencias de Freddie Quell, un excombatiente de la Segunda Guerra Mundial traumatizado tras la esperiencia en el combate y cuya principal virtud es saber destilar licores capaces de tumbar a un elefante. Por pura casualidad contacta con Lancaster Dodd, un filósofo esnob que se mueve entre las clases sociales adineradas y que creade la nada una secta religisa. La química entre ellos les hace ir de la mano, hasta que Freddie empieza a dudar sobre las convicciones de su amigo.

Cuando voy a ver una película confiado en que será buena siempre me queda el temor al sentimiento de fracaso que suele quedarse después si no cumple con las expectativas. La anterior cinta del director Paul Thomas Anderson, Pozos de Ambición, me gustó mucho. Casi tanto como la que considero su mejor obra: Magnolia. Es un cine diferente, nada comercial, pero bien trabajado, con el esmero del artesano que ama lo que hace. Y desde luego “The Master” no me ha decepcionado en absoluto.

El papel de Freddie lo borda Joaquin Phoenix. Es un personaje lleno de contradicciones y sufrimiento que le permite lucirse a lo largo de toda la cinta. Lo hace con una entrega tal, que uno diría que no se mete en el papel, sino que realmente se transforma en el personaje. Y todo esto sin caer en la sobreactuación fácil. Joaquin habla con sus ojos, refleja la angustia vital que le debora física y mentalmente. Por momentos me hizo recordar la mirada de Daniel Day-Lewis en su personaje de Pozos de ambición, pero también a un contenido -por una vez- Mel Gibson (creo sinceramente que es un personaje que, con menos edad, habría estado muy a su medida).

El contrapeso en la actuación se lo da de manera magistral Philip Seymour Hoffman, del que no acabamos de saber si es un profeta o simplemente un vividor. Esta línea de duda sigue todo el argumento de la película, que no contesta preguntas ni aclara incertidumbres de manera contundente dejando en manos del espectador la interpretación final de muchos interrogantes. Lancaster plantea los “agujeros en el tiempo” como método de terapia; pues bien, el argumento tiene también sus propios agujeros para que los rellenemos nosotros mismos.

La fotografía es de una belleza impactante, se recrea con la fealdad humana haciéndo que se nos plantee también como hermosa.

Por último destacar el trabajo de ambientación, francamente impoluto. Los personajes parecen realmente sacados de 1950. El vestuario, peluquería y maquillaje se complementa con una selección de secundarios y figurantes hecha con tino y maestría.
Eso sí, si lo que buscas es una cinta de acción trepidante, esta no es tu elección. El transcurrir de la misma es lento pero acompasado. Y las dos horas y cuarto se disfrutan así, con lentitud, obligándote a pensar si en tu vida también hay un amo, un “Master” que la controla.
Rafa_G
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6 de enero de 2013
43 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como fan número uno de Anderson que soy; me doy a mi mismo la licencia de poder decir: ¿pero qué mierdas es esto? Unos dirán que un fiel retrato del sectarismo americano con un toque de crítica a la sexualidad y la violencia americanas...

Yo digo que es como cuando vas a arrancar el coche y el motor voltea, pero no llega a arrancar; y ves como durante dos interminables e insufribles horas, la batería se va muriendo y el motor de arranque cada vez tiene menos y menos fuerza. Hasta que llega un punto en el que la batería se agota y aparece en las pantallas de nuestros cines de la basta geografía española: ..."The Master"
rbnmzlp
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