Un día de furia

A finales del S. XX, el cine hollywoodiense instalaba en el imaginario colectivo la idea de que una gran ciudad de USA era una jungla urbana repleta de variopintos personajes pintorescos, bruscos, estresados, tocados del ala y de mal carácter (lo cual no puede ser más entretenido). Personalmente prefiero ese retrato de zonas deprimidas con sus barrios destartalados, con su abismal cantidad de indigentes, tarados, maleantes e inmigrantes, antes que un relato edulcorado y buenista, que trate de opacar al espectador todo lo que no reluzca.

La película es más compleja de lo que parece con la ambigüedad que presentan los personajes (matizados, con claroscuros), da mucho sobre lo que reflexionar, se pueden extraer múltiples lecturas. Él ha perdido el rumbo de su vida, vive en una sociedad que no entiende, que no le gusta y que le rechaza, por lo que aboga por el pasado, por los tiempos de antes. Su desequilibrio está caracterizado por una marcada rigidez mental, lo cual depara muchos momentos divertidos en los que sus delirantes insurrecciones de ira, sus disparatados e ingeniosos discursos así como su carácter sociópata elevan esta producción como una de las mejores de la historia del cine.

A la brillante actuación de Michael Douglas (esas miradas) y a la crudeza de las líneas de diálogo, habría que sumar el familiar empaque con el que el doblador Juan Fernández acostumbra a dotar a los personajes a los que les regala su inconfundible y carismático tono de voz.

En realidad él es el malo, (la película te lo apunta con revelaciones hasta tal punto sutiles que muchos lo han pasado por alto), lo que pasa es que al espectador le nace empatizar con él por lo señalado en el párrafo anterior y porque la película justifica la conducta errática y excéntrica de un tipo cuya especialidad, como luego nos van revelando, es la de ejercer la violencia psicológica con su entorno, un tipo de violencia que es más imperceptible a primera vista. Porque el hecho de que él sea un psicópata se deja en un segundo plano, el enfoque principal es que él es la víctima que se rebela o se defiende ante las injusticias y castiga a los provocadores que en ocasiones tanto nos complican la vida.

Él es un desequilibrado al que el abandono de su mujer lo ha hecho hundirse del todo, y en realidad, no le ve sentido al hecho de seguir existiendo en una sociedad ligeramente parodiada, hasta rozar con la farsa, la hipérbole y una esperpéntica distopía. El mensaje que se quiere dar es que Los Angeles es una ciénaga de lunáticos. Porque los buenos de la película son solo tres, Duvall, su amiga la poli negrita y la acojonada ex-mujer de Douglas. El resto o bien son unos hijos de puta, cruzados o bien presentan algún rasgo esquizótico de conducta, cuando no directamente subnormales, como el engolado carcamal al que le revienta el corazón en el campo de golf ante de la perversa sonrisa de suficiencia y mofa del desalmado Douglas, o el estirado encargado del McDonald's, al que le acompañaba una encantadora Dorothy Pfeiffer, hermana de Michelle.

Michael Douglas + Robert Duvall, pues éxito asegurado, es una de mis películas favoritas, un día que puede tocarnos a cualquiera, (esperemos que no) la agobiante rutina tiene un final inesperado en un día que parece normal, pero que si se mira bien no tiene nada normal por ningún lado, cuando se acumulan fracaso tras fracaso es predecible un estallido en cualquier momento pobre el que éste cerca.

Un drama urbano complejo, con importantes dosis de mala leche y acertada crítica social que tal vez peca de exceso de metraje y de algún que otro momento de desbarre que resta verosimilitud al asunto. Douglas, un actor que no despierta mi devoción, precisamente, aquí hace uno de sus mejores papeles metiéndose en la piel de un inadaptado social con problemas laborales, familiares y, sobre todo, de identidad y autoestima. La criatura acaba fundiéndose los plomos y se toma las cosas a la tremenda, artillería en mano. En el otro extremo, un Duvall igualmente afortunado, da vida a un veterano sargento de policía en las horas previas al retiro, cuya vida marital tampoco puede decirse que sea modélica. Quizá el final sea un tanto frustrante, pero al fin y al cabo es de Schumaecher, un director que a menudo malogra los buenos materiales que ponen en sus manos.

Un día de furia es una de esas películas que puedes contar en medio minuto, sin miedo alguno a equivocarte, pero que en el fondo es más profunda de lo que parece.
No se trata de una película en la que "un hombre se vuelve loco y, bate en mano, acaba destrozando media ciudad por una rabieta", es mucho más que eso. Michael Douglas borda su papel, y consigue transmitir la angustia interior, la ansiedad y la impotencia de un hombre que perdió su vida (por méritos própios, todo sea dicho), y que consigue despertar la empatía de los espectadores, sabiendo que no está bien nada de lo que hace, pero que en el fondo comprendemos en cierta manera al personaje.

Un día de furia, aparte de su vertiente psicológica personalizada en el personaje protagonizado por Michael Douglas, goza de un fuerte contenido de crítica social, de que algo no está bien en la sociedad y que nos encontramos en un mundo en el que la vida de una persona es algo efímero. El esclavismo social, la rutina diaria y el estrés son platos subyacientes pero que toman un papel principal en el contexto de la obra. No es una crítica como pudo ser Taxi Driver, no es algo tan profundo, no hablamos de una inmolación o algo por el estilo en el mismo modo que se nos ofrecía en aquella película, aunque podrían ser primas lejanas.

Cinematográficamente hablando, se agradece mucho que no exista una introducción insípida que aburra en un inicio al espectador, ya que la película comienza de una, sin más y sin mayor explicación. Se consigue transmitir esa angustia, gracias a la buena interpretación y a buenos planos iniciales que pueden estresar a cualquiera.
A pesar de todo, la película cuenta con aspectos negativos. Robert Duvall está bien en su papel, pero lo que falla severamente es su personaje, demasiado estereotipado, en todo lo que dice hace, y lo que le pasa. Demasiados clichés para una película que aspiraba a algo más, y que en esencia es soberanamente buena solo por el hecho de hacer una buena película de semejante duración, cuando muchos con ese argumento solo hubieran tenido para narrar 6 minutos (y muchas explosiones y balazos para rellenar la hora y media restante).

Todo un viaje por zonas marginales, que recorre desde bandas callejeras hasta perturbados neonazis en una producción original y diferente, que dio para más de lo que en principio se podía pensar. Es difícil entender como un director que creó esto u otras películas como Línea Mortal, acabara haciendo Batman & Robin... tendría su propio día de furia.

Buena película que trata sobre un hombre desiquilibrado después de separarse de su mujer e hija, perturbado por ello se levanta un día y le coje un terrible atasco y decide huir comenzando un día lleno de adrenalina para el que hace que lo injusto parezca algo mas justo. Controvertida película de Douglas que hace un gran papel. Está dirigida para todos aquellos que buscan algo diferente en una película, aire fresco de los 90. Mi nota: 6.2.