Sueños de un seductor

Allen arrastra esa fase del adolescente sensible al que le gustan tanto las mujeres que se bloquea con ellas. Su espejo es Bogart, que ejerce de amigo invisible resabiado, pero que en vez de ayudarle, le empuja al barro. Tiene escenas realmente desternillantes.

Con ésta nota sé que me juego mi credibilidad en esta sacrosanta página, pero no puedo pensar otra cosa de un film que empieza bien y acaba aburriendo. Eso sí, su final es bueno, aunque yo ya estuviera en otras cosas. Quizás no pude "paladearlo" como merecía, porque no se me quitaba el personajillo del hombro que me decía que me parecía en exceso al tipo que da vida Woody Allen en esta película. No me da por tirar todo lo que hay a mi alrededor cuando conozco a una chica, pero soy tímido, taciturno e inseguro y me sentí mal al verme con ese antifaz de Woody Allen. Tengo cierto genio creativo, pero no creo que nunca viva de él y eso me desmontó más mi chiringuito mental. Al menos el bueno de Allen vive de su pasión y es reconocido como un genio. Yo ni siquiera llego a fin de mes. El ver los distintos fracasos personales del protagonista y ver el poco respeto que le dan los demás, me dejó tan sumido en mi miseria personal que apenas si pude ver como tantas y tantas mujeres frívolas o, demasiado profundas, lo rechazaban. Ni siquiera poseo una amiga como Diane Keaton (a la cual trataría de follar, lógicamente*), ni amistades tan bienintencionadas como el personaje que da vida Roberts que ese nombre como Dick, tan jodidamente masculino (significa "polla" en inglés). Tampoco cuento con la visita casi diaria de Humphrey Bogart dándome consejos amatorios, no sé, me sentí tan mal que decidí suicidarme...