Greenaway propone otros mundos paralelos con las reglas de éste. Un trabado juego para apreciar los matices de la geometría absurda, su obsesión por lo simétrico, y por los planos estáticos y teatrales. Su intelectual sentido del humor es una colección de extravagancias casi intransferibles. Es un cine frío y neurótico que invita a participar.

Engendro peligroso, discutible, inmoral y con un sospechoso regusto fascista. La trama justifica la violencia incontenida que empapa cada minuto del metraje. Algunos la defienden alegando que es una crítica a una sociedad cada vez más desinhibida y con valores menos fundamentados. Y una mierda. No me gusta lo que Fukasaku intenta venderme.

Impresionante estudio sociológico acerca del poder sugestivo de la televisión y del control del miedo en las masas como instinto primario. El lobo astuto cerca y dirige el rebaño. Muchas veces nos hemos preguntado el porqué de tanta violencia en el cine norteamericano. Aquí está la respuesta. Michael Moore es necesario.

Producto irregular en el que Gallo experimenta con formas narrativas dispares. El resultado es un cajón de sastre de ideas amputadas, una obra incompleta en el fondo y afectada en la forma. Nunca nos sobrecoge su historia de amor tibia y superficial, ni nos apena el desarraigo emocional de los actores.

Exquisito diálogo entre cámara y actores. La luz es limpia y se cuela entre el humo que atosiga cada plano para enseñarnos miradas afiladas y llenas de intención. Los gestos están medidos y se leen entre líneas. Lástima que tan notable dirección se lastre con una trama apática y con la indiferente sensación de haber asistido a la mitad de una buena película.