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Cenicienta

Fantástico. Romance. Infantil Cuenta las andanzas de la Ella (Lily James), una joven cuyo padre, un comerciante, vuelve a casarse tras enviudar. Para agradar a su padre, acoge con cariño a su madrastra (Cate Blanchett) y a sus hijas (Holliday Grainger y Sophie McShera) en la casa familiar. Pero, cuando su padre muere inesperadamente, la joven queda a merced de unas mujeres celosas y malvadas que la convierten en sirvienta y la relegan a la cocina. Pero, a pesar de ... [+]
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Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
10 de enero de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantó la escena de la transformación de la calabaza, los lagartos, los ratones y el pato, tanto a la ida del baile como a la vuelta.

Terrorífica la madrastra por sus artimañas.

Pero creo que ya no hay tantas princesas consortes como antes, ahora las princesas suelen partir el bacalao, son dueñas y señoras de sus vidas y deciden con quien compartir sus vidas, que pueden ser príncipes o simplemente hombres.
kiki
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21 de abril de 2015
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez un director de cine llamado Kenneth Branagh que dirigía interesantes versiones cinematográficas de los clásicos teatrales de William Shakespeare como “Mucho ruido y pocas nueces” (1993) o “Hamlet” (1996), y hete aquí, que por arte de birlibirloque un día le dio por ponerse al frente de una adaptación moderna de “Cenicienta”, orientada a un público eminentemente familiar, que precisamente, era el que llenaba la sala 6 de los Multicines Tenerife en el pase auspiciado por Preestrenos en Canarias.
“Cenicienta” tiene una buena puesta en escena, una buena fotografía, un descomunal despliegue de medios, interpretaciones aceptables, pero no es una buena película, lo cual no es óbice para que el respetable aplaudiera al final de la proyección. Cada filme tiene su público y el público de “Cenicienta” es estandarizado y lo que persigue es evadirse en la magia de Disney, una magia prefabricada y almibarada que persigue que el espectador “no vea el mundo tal y como es”.
Entre lo más destacado de “Cenicienta” cabe reseñar la escena en la que calabaza, el ganso, los reptiles y los ratones se convierten en carroza, personas y equinos. La prosopopeya sigue funcionando (recuerden “El oso”, 1988, de Jean-Jacques Annaud). Por eso, el momento más hilarante es aquel en el que el ganso, los reptiles y los ratones retoman su forma original. Es humor medido y eficaz. Todo en “Cenicienta” está medido. Por ejemplo, la alegre y pizpereta música que suena al principio del largometraje se torna lúgubre cuando hace acto de presencia la madrastra, acompañada de un gato negro de mirada aviesa, dejando en evidencia que es una harpía y enseguida todos simpatizamos con la pobre Cenicienta. Está claro que la receta Disney sigue funcionando. También sobresale el espectacular y colorido vestuario, dirigido por la reputada diseñadora Sandy Powell (ha ganado tres Oscar al mejor vestuario por “Shakespeare in Love”, 1999; “El aviador”, 2005; y “La joven Victoria”, 2010), que alcanza su cénit en la multitudinaria escena del baile.
Respecto al reparto, despunta la presencia de Helena Bonham Carter en su papel de hada madrina (en oposición a la hirsuta reina de “Alicia en el País de las Maravillas”, 2010). Cate Blanchet cumple las expectativas en su rol de cruel madrastra (aunque estaba mucho mejor Maribel Verdú en la versión de “Blancanieves”, 2012, de Pablo Berger). La princesa que deviene en sirvienta está encarnada por la joven Lily James, que hasta ahora era conocida por su trabajo en la serie “Downton Abbey”. Correcta. Como Ben Chaplin en la piel del padre de Cenicienta o Richard Madden (conocido por la serie “Juego de tronos) en la del príncipe azul. En el fondo lo que subyace en el clásico escrito por Charles Perrault en el siglo XVII –aunque sus orígenes se remontan al siglo I a.C. y al cuento "Rhodopis" del historiador griego Estrabón- es que el amor lo puede todo, incluso derribar las barreras de las clases sociales. Casi todos sabemos que esto no es verdad, pero nos gusta pensar, durante casi dos horas, que sí es posible.
Entre el público asistente había niñas disfrazadas de Cenicienta. Son estereotipos que se perpetúan de generación en generación. Afortunadamente también son inmortales las películas clásicas en blanco y negro de Buster Keaton, Charles Chaplin, Harold Lloyd o el Gordo (Oliver Hardy) y el Flaco (Stan Laurel). La marca Disney es imbatible y ha dado al cine un puñado de títulos estimables como “Tron”, 1982, “El rey león”, 1994 o la reciente “Big Hero 6”, 2014, pero prefiero que mis tres sobrinos se impregnen del derroche de fantasía e imaginación del cine de Tim Burton (cuentos blancos de apariencia nigérrima) o dejen volar su imaginación a través del cine de Hayao Miyazaki (que transmite una sabia conciencia ecológica). El cine no es solo un mero pasatiempo para comer cotufas y beber refrescos sino una herramienta pedagógica de primera magnitud.
Benjamín Reyes
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18 de marzo de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años estuvo de moda adaptar los cuentos infantiles en historias oscuras y de guerra, donde las princesas eran luchadoras y debían derrotar a un ente del mal, cambiando un poco el contexto de la obra original. Ejemplos claros pueden ser "Alicia en el País de las maravillas" (2010), "Caperucita Roja" (2011) o "Blanca nieves y el cazador" (2012). Gracias a Kenneth Branagh, con Cenicienta no pasó lo mismo, lo que sucedió está vez fue convertir fielmente en acción real el clásico animado de Disney. Tras de que ya sabemos la historia, adaptaron al pie de la letra la versión animada, pero eso no le resta calidad, más bien es una elegante muestra de que sí se pueden hacer las cosas bien, en cuanto a realizar versiones de clásicos animados en acción real; "Maléfica" (2014) no corrió con la misma suerte.
"La cenicienta" es una esmerada obra visual, donde la escenografía y los vestuarios son los que se roban el show. En cuanto al guión, como ya dije es una adaptación fiel al film de 1950.
Ella es una niña que vive con sus padres en una elegante casa. Cierto día su madre enferma y muere. Su padre es un comerciante que frecuentemente debe viajar a lugares lejanos. Como Ella ama a su padre, acepta de que lleguen a vivir con ellos una madrastra y hermanastras. Pero inesperademente su padre muere en un viaje y se convierte en la mucama de su madrastra y de Drizella y Anastasia, sus hermanastras.
No puede faltar tampoco el hada madrina, el baile y la zapatilla de cristal, hermosamente diseñada por computadora.
Las actuaciones son flojas en cuanto a Lilly James y Richard Madden se trata, pero la que salva el asunto es Cate Blanchett, personificando a la malvada madrastra, no se compara con sus mejores papeles, pero este le queda muy bien. La caracterización de las hermanastras es hilarante, parte del humor presente en el filme, al igual que los ratoncillos con sus cómicas conversaciones.
Artísticamente sobresalen los trabajos de Dante Ferretti en el diseño de producción y el de Sandy Powell con el vestuario, son totalmente portentosos y predigo desde ya, que estarán presentes en los premios Oscar del año próximo.
La dirección de Kenneth Branagh es un pilar fuerte. El director de producciones de corte dramático como "Enrique V" (1989), "Mucho ruido y pocas nueces" (1993), "Hamlet" (1996), le otorga al filme esa esencia de película de época, sobretodo durante en interiores, como en el palacio o durante el baile. Las escenas en exteriores son más flojas pero el elegante trabajo de fotografía de Haris Zambarloukos, maquilla los errores.
Sin embargo la mano de los estudios Disney se nota por ejemplo en la introducción, donde el relato se manipula para que sea lacrimógeno o la fastidiosa narradora omnisciente que acompaña por buen rato al espectador durante el metraje.
Solo queda decir que esta vez sí atinaron, por que "La Cenicienta" es una obra bien lograda que no duele verla aunque ya sabemos como terminará todo. Es una película valiente y bondadosa.
Daniel Calderón
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28 de marzo de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez (más) en Berlín, un tropel de periodistas deambulaba, como si fueran almas en pena, por los pasillos de un palacio que estaba a punto de cerrar sus puertas. Las paredes del edificio estaban decoradas con los rostros de algunas de las más célebres y admiradas puntas de lanza del celuloide. Mandaba, por supuesto, una tradición nada ajena a la pompa típica de los grandes festivales cinematográficos del mundo. Bajaba y subía uno por aquellas interminables escaleras acompañado, en todo momento, por las miradas de la que sin duda podía considerarse la Realeza del séptimo arte. Ahí estaba Jafar, ''el Desaparecido'', y Werner, ''el Loco'', e Isabel, ''la Sensible'', y Patricio, ''el Sabio'', y James, ''el Golfo''... A poco que la corte sintiera un mínimo de respeto por la profesión (aunque esto fuera mucho suponer / pedir), aquel escenario incomparable debía darle las dosis de motivación necesaria para tratar aquella magnífica celebración con el respeto que merecía. Entonces, ¿a qué venían aquellas caras largas? ¿Y aquellas toses? ¿Y aquella hostilidad hacia cualquier ser humano? ¿Y aquellos ataques narcolépticos? ¿Y aquel insoportable disco rayado de quejas y perretas pueriles?

Pues a que aquello era el Palast. El Berlinale Palast, para ser más exactos, y a que la 65ª edición del certamen que ahí mismo se celebraba, estaba tocando a su fin. No era de extrañar, pues, que en el ambiente se respirara esa tan típica mezcla de pena y agotamiento, presente siempre, por esas alturas, en este tipo de citas. Digamos que la melancolía por el final inminente del baile iba persiguiendo, escalinatas abajo, al alivio despertado por la misma circunstancia. El Palmarés iba a anunciarse en pocas horas... y once días (y sesenta películas) después de que ''la Sensible'' inaugurara la Competición por el Oso de Oro. Y claro, los había que no aguantaban más, y que querían volver ya a casita. Es más, los había que ya estaban en el avión y, de hecho, los había que ya hacía días que habían regresado al hogar. Las clásicas víctimas que se cobran los maratones, vaya. Por suerte, una mirada de última hora destinada a ver el programa de esa (pen)última jornada nos descubrió que la recta final tal vez (y sólo tal vez) no sería tan agónica como apuntaban los pronósticos más agoreros.

La clausura de aquel Festival de Cine de Berlín iba a correr a cargo de Kennneth Branagh, esponsorizado, por la omnipotente Disney... en una nueva adaptación de uno de los más célebres cuentos de Charles Perrault. ¿''La Cenicienta'' otra vez? Pues sí... total, ni que hicieran falta más explicaciones. A no olvidar: para aquella proyección, los ya-no-tan-felices habitantes de aquel palacio se presentaron con evidentes síntomas de sobredosis dramática. De mujeres obligadas a luchar contra las mismísimas fuerzas de la naturaleza, de matrimonios casi quincuagenarios que se caían a trozos, de taxistas perseguidos por la ley, de naciones enteras incapaces de sanar (como Dios manda) sus propias heridas... Con ese -denso- panorama previo, normal el que se aparcara, por un momento, la amargura acumulada para abrazar así (que buena falta hacía) la más feliz y despreocupada de las ilusiones, solo despertada (como dicta el código genético) por el hecho de sentarse a escuchar ese cuento que consigue conservar casi intacto su encanto, a pesar del inexorable paso del tiempo, de los gustos, de las modas...

Así de destrozados entramos... y así de reconfortados salimos del famoso Palast. En el pase de prensa berlinés de 'Cenicienta', hubo hueco para las risas, los aplausos, y en el post-visionado, hasta para la locura. En la tanda de preguntas, el despistado de siempre recuperó el protagonismo. A Richard ''Rob-Stark'' Madden le preguntó si estaba preparado para dar el salto a fama, y si estaba contento con cómo lucían en pantalla sus ojos verdes... a lo que el pobre ''Rey en el Norte'' se vio obligado a recordarle que éstos en realidad eran (y que se sepa, siguen siendo) azules. No contento con tamaña escabechina, más tarde el tipo volvió a agarrar el micro para poner a Cate Blanchett en una situación de lo más embarazosa: ''Dígame, ¿qué fue más difícil para usted? ¿Interpretar a la madrastra de la Cenicienta o a la madre de Abraham Lincoln?'', dijo él; ''¿Perdone?'', dijo ella; ''Pues eso...'', respondió él. Y por poco que Mr. Branagh no lo cuenta, ahogado en el vaso de agua y las risas que se vio obligado a gestionar en aquel momento.

Y hasta aquí el registro de salidas de tono con respecto al programa pactado, porque si por algo destaca esta 'Cenicienta' es por desmarcarse, sin complejo alguno, de la dinámica revisionista en la que ahora mismo está inmersa su todopoderosa productora. No se encuentra aquí la presión (con el consiguiente miedo) a actualizar un discurso por puro automatismo; por la fría imposición de las tendencias cambiantes del mercado. El producto se define, desde el primer hasta el último fotograma (o desde el ''Érase una vez...'' hasta el ''Y vivieron felices...''), como una adaptación al uso del cuento clásico cinematográfico. Casi al pie de la letra. Si 'Maléfica' arrancaba (muy acertadamente) descubriéndonos la cara oculta del icónico castillo de la Disney, aquí volvemos al clásico plano frontal. Al que ya conocemos... al que, por ende, no nos descubre nada nuevo. Entre el agotamiento inicial y la felicidad final, lo que sí se percibió en aquel pase fue la voluntad más o menos confesa de que, en algún momento u otro de la proyección, la historia se saliera (ni que sólo fuera un poco) de los raíles en los que la pusieron los que en en su día (y durante mucho tiempo) ostentaron el monopolio de la animación comercial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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5 de abril de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La industria del cine sigue reviviendo clásicos cuentos, especialmente los inmortalizados por la animación de Disney. Este año, uno de los turnos correspondió a Cenicienta, el clásico cuento folclórico, que fue adaptado por grandes cuentistas infantiles como Charles Perrault y los Hermanos Grimm. Ambas son versiones, digamos que libres y un poco censuradas del verdadero cuento tradicional. La versión más famosa, la que adaptó Disney, fue una adaptación muy fiel de la versión de Perrault, que es claramente más accesible y dinámica, al introducir y dar más vida y protagonismo a pequeños personajes secundarios… una estrategia que le ha funcionado a Disney incluso en los años recientes. Incluso me he acordado de una adaptación libre del cuento que se hizo en 1998 por Andy Tennant, protagonizado por Drew Barrymore, Anjelica Huston y Jeanne Moreau… es una versión muy interesante que recuerdo con mucho agrado. Pero entrando ya en materia, la versión de Branagh, la describiría como una mezcla burda e insípida entre la versión de Perrault y los Hermanos Grimm… trata de coger detalles de la primera versión más infantil, debido a que supongo que no tenía las facilidades de la animación; y de la segunda un poco más dura, pero que no profundiza… y es preciso ahí donde encuentro el gran problema de esta adaptación totalmente fallida… podemos criticar a la versión de Disney, por el papel casi marginal del príncipe (algo que sucede en casi todos, con la excepción de unos cuantos) y poca profundidad en la historia, pero no podemos negar que es una versión bella y entretenida, que explota los curiosos personajes secundarios y se convierte en uno de los clásicos musicales animados de Disney… la versión con personajes reales de Tennant del 98, ahondó un poco más en los personajes y el contexto histórico, además que la malvada madrastra de Angelica Huston es difícilmente superada por la de Cate Blanchett, y no por la actuación, sino por la misma construcción del personaje… Es por esto, que me parece una versión muy difusa y fallida, que debió encontrar un mejor horizonte. Una pena… y una difamación al tradicional cuento.

http://www.frasesdepeliculas.com.co/2015/04/frases-pelicula-cenicienta-kenneth-branagh.html
http://asbvirtualinfo.blogspot.com/
Alejandro
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