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Cold War

Romance. Drama Con la Guerra Fría como telón de fondo, “Cold War” presenta una apasionada historia de amor entre dos personas de diferente origen y temperamento que son totalmente incompatibles, pero cuyo destino les condena a estar juntos.
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Críticas 161
Críticas ordenadas por nota
6 de octubre de 2018
204 de 254 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pawel Pawlikowski se ha tomado su tiempo. No creo que haya sido porque en Polonia sea más difícil rodar que en otros países, que sin duda lo será, pero Pawlikowski, como se puede comprobar con esta “Cold War” y a raíz del éxito de su anterior película, “Ida”, en la que en su brillante palmarés, por ejemplo, figura el codiciado “Oscar” al mejor film extranjero, sabía que no iba a tener graves problemas de financiación.

Lo llamativo de todo este asunto es que no ha perdido su línea. Sigue siendo cine de autor, puro y duro, lo cual no era impedimento para comprobar que hay un público que esto le interesa y que la sala que la proyectaba, aunque no era enorme, estaba casi abarrotada. Es un lujo, aunque habitualmente parezca que no es así, que existe un público que sabe comportarse en una sala y que le interesa una historia contada sin los “tics” o clichés habituales del cine comercial más previsible. Y ojo, que no es cine “gafapasta” como lo calificarían los descerebrados analfabetos de turno, es, como hemos dicho, cine de autor: manejo del lenguaje cinematográfico y capacidad sensitiva.

En esta ocasión Lukasz Zal se encarga de la fotografía en esta ocasión sin Ryszard Lenczewski que vuelve a ser en blanco y negro. También el guión lo realiza, no con Rebecca Lenkiewicz, si no con Janusz Glowacki y la colaboración de Piotr Borkowski, además de contar con miembros de otras producciones suyas, sean técnicos o actores. También se repiten ciertos escenarios y ciertas constantes, hasta casi la misma escueta duración, pero lo que se nos cuenta nada tiene que ver con su anterior y celebrado trabajo.

Aquí la acción se reparte a lo largo de varios años en diferentes países. En apariencia no es tan claustrofóbica. Hay espacios abiertos, corre aire a través de sus personajes perfectamente definidos y estos se mueven por lógica, siguiendo además sus instintos.

Brillante es su factura técnica, coronada por una fotografía que logra impregnar el film de una nostalgia aplastante, como si hubiera sido rescatada por una filmoteca después de más de cuatro décadas de haber sido rodada, con una vigencia absoluta. Y sus temas musicales, variando según la acción, dentro de un guión medido hasta con compás y regla, conciso y férreo, dirigido con una llamativa precisión: Pawlikowski, experimentado en cine documental, ha tenido una agitada vida, viviendo en varios países y británico en su formación profesional. Conoce bien el ambiente desgarrado de relaciones sentimentales familiares que se pierden y también posee buen gusto. Entre sus films favoritos los hay dispares, como varios títulos del cine de Wajda, junto a “Días del cielo”, “El espejo”, “Taxi Driver”, "La dolce vita" o “Con faldas y a lo loco”. Y algo de todo esto se refleja aquí.

Antes de irnos al spoiler hacer mención al excelente reparto, en espacial al dúo protagonista: Joanna Kulig, la cual tiene estudios de canto, y Tomasz Kot. Ellos encarnan a Zula y Wiktor con perfecta convicción y química. Ambos están muy bien, aunque creemos que la que saldrá más beneficiada será Joanna Kulig que podría significar su salto internacional, así como el caso de su director.

La carrera de “Cold War” no ha hecho nada más que empezar, pero el hecho de que pueda llegar a estrenarse en muchos países es su verdadero triunfo, al pertenecer a una clase de cine cada vez más difícil de ver en circuitos comerciales. Y sin querer destripar nada nos vamos al spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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7 de octubre de 2018
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puntuación: 8,5

Situemos la acción

Al comienzo de Cold War con la Guerra Fría de por medio vemos constantemente un camión recorriendo el árido paisaje de la Polonia de posguerra, en busca no de personas, lugares o propiedades, sino de sonidos y música. Un acordeón, una ruidosa gaita, la canción de una solitaria niña. Todo se captura en una grabadora, o más bien, se custodia, como si de una valiosa materia prima se tratase. El material recopilado aparece como una masa multiforme, difícil de encontrar un claro significado para ser utilizado con un propósito determinado.

El pianista Wiktor (Tomasz Kot) es una especie de investigador en el terreno musical. Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, Wiktor junto a su colega y amante Irena (Agata Kulesza) recopilan por todo el país canciones populares tradicionales con una grabadora. Con todo el material recopilado como base, fundan un conservatorio y convocan ensayos entre los campesinos y trabajadores de la zona. La idea es encontrar a jóvenes cantantes y bailarines con talento para subirlos al escenario.

A continuación se crea un coro, con la intención de llevar la música tradicional de la población rural y montañosa polaca a las ciudades e incluso de gira por el extranjero. Los bailes se ensayan en una antigua casa señorial, medio destruida.

Entre los jóvenes que solicitan ser admitidos en la Academia se encuentra Zula (Joanna Kulig), que tiene un talento musical extraordinario, pero cuyo pasado tiene una oscura sombra. Rápidamente Wiktor se quedará fascinado y prendado con ella por su naturaleza rebelde y su canto.

Promocionar canciones populares y tradicionales

La finalidad del proyecto de Wiktor e Irena está encaminado a promocionar canciones populares y tradicionales en el olvido, y de esta manera, enriquecer la vida cultural del país. Además, intentar devolver a Polonia su identidad nacional, utilizando la música popular para conectar con las personas. Sin embargo, el partido pronto reconoce el potencial propagandístico de los sonidos patrióticos y tendrá otros planes más oportunistas…

El retrato de este meticuloso y mecánico proceso de investigación y selección, sobre el que las restricciones políticas, culturales e históricas marcadas por el establishment, parecen actuar más allá de las decisiones y la voluntad de los individuos involucrados en el proyecto, es, uno de los aspectos más destacados, interesantes y efectivos de Cold War.

Un amor imposible

Durante más de dos décadas, la historia de amor filmada con seductoras imágenes en blanco y negro, sigue a la pareja que, a pesar del gran muro que atraviesa y divide a Europa, no puede alejarse el uno del otro. Su destino está determinado por la agitación existente en la historia polaca reciente y, al mismo tiempo, refleja las duras restricciones de la política cultural bajo el periodo de Stalin, el deshielo en la época de Krushchev y el renovado endurecimiento en los años sesenta.

En este contexto, Pawlikowski explora las emociones de la pareja de manera radical, pero siempre con ternura, delicadeza y afecto. Una pasión destructiva que se prolongará durante más de quince años en Berlín, París, Yugoslavia y con muchas elipses cinematográficas precisas y perfectas.

Al igual que el folklore se ha convertido en un instrumento de propaganda durante el periodo de la Guerra Fría, la relación entre Zula y Wiktor es de desconfianza mutua, de lucha permanente, sin esperanza de resolución o cumplimiento.

Si alguien piensa que un amor como el descrito en Cold War, tan apasionado y al mismo tiempo tan destructivo, es imposible su existencia, al final de la película tenemos una sorpresa. Pawel Pawlikowski dedica esta película a sus padres.

Maravillosa fotografía en blanco y negro

La nueva película de Pawel Pawlikowski tiene mucho en común con “Ida” (2013): la trama está ubicada en el periodo de la Guerra Fría, y vuelve a repetir como responsable de la fotografia, Lukasz Zal. Las hipnóticas imágenes vuelven a estar filmadas en blanco y negro casi cuadradas, en las que los personajes a menudo se pierden en las líneas y formas rígidas de su entorno. Este formato implica menos detalles.

El ritmo también es muy rico y elíptico: las escenas a menudo se interrumpen bruscamente, se reducen a miradas, gestos y frases individuales por el cambio abrupto y los saltos en el tiempo.

En Cold War, Pawel Pawlikowski, logra crear una atmósfera infinitamente sensual y cautivadora, gracias a sus imágenes en blanco y negro cristalinas en formato 4: 3, entremezcladas con interludios musicales. Un hermoso espectáculo, que consigue hacer de las canciones populares polacas representadas por el coro, una música armoniosa, agradable y melódica a los oídos del espectador. A destacar, casi siempre en primeros planos, a una bella Joanna Kulig, que en muchos momentos nos hará recordar a la gran Jeanne Moreau.

Punto y final

Pawlikowski es un maestro de la omisión. Cada una de las secuencias de la película se da en otro lugar, a menudo uno o dos años después. Y siempre de una manera completamente natural y espontánea.

Pawel Pawlikowski consigue plasmar en tan solo 85 minutos un preciso y enormemente conciso retrato de una trágica, tormentosa e imposible historia de amor en el entorno de la posguerra. Las escenas y los diálogos están tan estéticamente comprimidos y condensados, y el montaje está tan sumamente apretado que Cold War te dejará casi sin aliento y conmovido al ver como esta pareja va directamente hacía el abismo.

Todo esto hace de Cold War un drama elíptico enormemente denso, cautivador, envolvente y estructuralmente melodramático. Una película con mucha música, jazz, imágenes maravillosas, poderosas y conmovedoras, personajes legendarios y grandiosos más de cine que de la vida cotidiana. En definitiva, cine en estado puro, se respira cine por los cuatro costados.

https://cinemagavia.es/cold-war-pelicula-critica/
Eduargil
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8 de octubre de 2018
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hará ya algo más de un lustro, antes de tropezarme por casualidad con la sobresaliente 'Ida' (2013, Pawel Pawlikowski) en una plataforma de pago, me habría costado creer que un director de Europa del Este pudiese revolucionar el lenguaje cinematográfico actual rodando un trabajo tan clásico en sus planteamientos, logrado a nivel técnico y ambicioso en sus intenciones, sin aparcar por ello la sobriedad que a priori conlleva rodar en B/N y formato 4:3, y claro está, beber tan abiertamente de la rúbrica del cine polaco -en ese sentido, las secuencias de inicio y conclusión en 'Cold War' son para subrayar-. De igual forma que podrían describirse así sus dos últimos trabajos hasta la fecha, 'Cold War' tampoco va a la zaga de 'Ida' en su buen tino a la hora de situar cronológica y geográficamente un relato tan dado a cargar las tintas de un musical con sesgos evidentes de lectura sociopolítica y, a su vez, sin descuidar ciertos matices de estilo y elegancia que alcanzan su plenitud durante los exquisitos segmentos musicales protagonizados por Zula (Joanna Kulig) y Wiktor (Tomasz Kot), una cantante y un músico contratados por la dictadura polaca para propagar su ideología y folklore durante los años 50, y que, por supuesto, acabarán perdidamente enamorados. Ahí sería donde se concentran los guiños puntuales al melodrama de factura Hollywoodiense, situados especialmente en el nudo del relato que se desarrolla en París.
Por lo demás, Pawlikowski se mantiene adscrito a un lugar y una época grises que únicamente pueden retratarse de forma fidedigna prescindiendo del color, y en formato de pantalla cuadrada, aunque mudando ocasionalmente del espíritu seco y sobrio de Ingmar Bergman -empleado en 'Ida'-, a una tradición, como ya he dicho, abiertamente polaca, e incluso tomar prestados para Tomasz Kot, dependiendo de la evolución de su personaje en cada punto de la historia, rasgos de los protagonistas masculinos en 'Las zapatillas rojas' (1948, Michael Powell & Emeric Pressburger), 'Casablanca' (1942, Michael Curtiz) o las dos primeras versiones de 'Ha nacido una estrella'. No obstante, esto no es un folletin de Warner Bros inflado de romance y música en tiempos de la guerra fría. Se trata de una película europea estrenada en 2018. Dicho contraste -nada azaroso ni casual- es la razón por la que 'Cold War' apesta tan intensamente a Oscar.
antonio lopez herraiz
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9 de octubre de 2018
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exquisita cinta de Pawlikowski que ya nos sorprendió hace unos años con su oscarizada "Ida", en la que nos contaba la historia una joven novicia.

Parecía imposible pero se ha superado con COLD WAR,contándonos la vida de sus padres en la antigua Polonia, desde ya eterna, atemporal.
Esta preciosa película clasicista grabada en blanco y negro nos cuenta una historia de amor como pocas veces antes se ha hecho.

Una angelical Joanna Kulig(Nominación al Oscar obligada) acompañada de un magnifico Tomasz Kot protagonizan a dos personas muy auto-destructivas y deprimentes a través de los años, personajes que recuerdan un poco a los de Nicolas Cage y Elisabeth Shue en la grandiosa Leaving Las Vegas.

Arranca en la Polonia de la guerra fría y va dando saltos temporales sucesivamente, tratando de manera muy inteligente el ámbito socio-cultural de aquellos años, leninismo, comunismo...
La música es un personaje más en la película, acorde siempre con la época que estamos viendo en pantalla pasando por música popular polaca, jazz y rock clásico.
Cada plano esta cuidado al más mínimo detalle y tiene un significado propio, la fotografía al igual que en "Ida" corre a cargo del maestro Lukasz Zal , un blanco y negro con mucha iluminación, granulada,proyecta los sentimientos de nuestros protagonistas.

El amor es bonito,dulce y delicado pero también es doloroso, mentiroso, cruel, triste y melancólico,pero por encima de todo es relativo, este cambia con los años y hay que saber alimentarlo, esa persona siempre nos da menos de lo que esperamos.

El amor de estos dos locos esta lleno de despedidas y encuentros, de miradas furtivas de deseo, de traiciones, de risas y lágrimas, lleno de momentos y de recuerdos que siempre permanecerán en la memoria de dos personas y eso es algo que jamás les podrán quitar y en eso reside el encanto del film, trata el amor de una forma veraz, visceral, humana y aunque nos provoque frustración, real como la vida misma.
Difícil veo que este año podamos ver una película más bonita que esta en todos sus aspectos, gran candidata a los Oscar.
El final es de las cosas más elegantes ,hermosas y tristes que he visto en una sala de cine en mucho tiempo.
BisIcado
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9 de octubre de 2018
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy mucho al cine, no hay demasiadas oportunidades de ver algo decente y los críticos oficiales son muy dados a las palabras rotundas, llenas de énfasis para elaborar opiniones claramente intencionadas que ponen por las nubes verdaderas cochambres, vete a saber tú por qué, casi siempre americanadas. Así que no voy mucho al cine, ese tipo de películas es el que impera y nunca me dio más por ellas.
Quizás porque no voy mucho al cine es por lo que no acabo de entender la razón por la cual tengo que tragarme 15 minutos de publicidad comecocos, ya que pagué mi cara entrada, para ver cine. Admito unos tráilers de otras películas, pero no tengo porqué aguantar las auto-alabanzas de los bancos, las manifestaciones ecologistas de las petroquímicas, las porquerías de comida basura, el empleo de la infancia para publicitar la telefonía móvil, los mensajes del gobierno de turno, ni cosas por el estilo. No sé por qué la gente no protesta airadamente en cada sala, por lo menos en las salas que no se llenan de palomiter@s amantes de desastres y explosiones.
Acudir a una sala de cine donde no se escuchan ruidos de palomitas ni diálogos de idiotas ya es un lujo y una rareza. Eso nos ocurrió ayer mismo en la única sala de la comunidad en que se proyecta esta película. El arranque de la cinta es pura música y grano de celuloide en blanco y negro: poesía. Poesía necesaria como el pan de cada día. Esa que ya nadie parece reclamar, pero que algunos locos siguen persistiendo en invocarla, para que no se olvide. El arranque, de historia popular cantada, es simplemente una maravilla llevada al cine. Te mete tan hondamente en la película que llega un momento en que no sabes por dónde van los tiros, qué te quieren contar ni qué está pasando. Estás totalmente entregado. Y cuando eso ocurre viendo una película, el film ha conseguido todo lo que de ti esperaba.
Casualmente he leído este verano La broma, una muy buena novela de Milan Kundera que me ha ayudado muchísimo a entender lo que en la pantalla estaba pasando, narra también la historia de un músico en un contexto semejante y de manera mucho más precisa el estado de represión total llevado a cabo en los países socialistas en esos años. Ese es quizá el punto flaco que le veo a la película, el no haber expuesto más claramente, lo que en la pantalla estaba ocurriendo: la inicial cobardía del protagonista ante el aparato, la expulsión de su compañera por haber discrepado con la oligarquía, el verdadero papel del asesor artístico adscrito al partido… y aunque todo está apuntado, no queda claramente dicho y la enorme represión ejercida puede ser tomada un tanto a la ligera por las gentes del que entonces tan alegremente se llamaba mundo libre o por las actuales nuevas generaciones.
La película técnica y artísticamente es impecable, llena de momentos preciosos, llena de música, pero a partir del instante en que los amantes se unen, he sentido que le falta algo. Yo sé, que cada historia de amor es distinta, que ninguna regla predice lo que ocurrirá, pero precisamente cuando el amor surge, esa magia en que la película nos había introducido baja en intensidad y salvo pequeños fogonazos, no la recupera hasta el final, en la cúpula al cielo de la iglesia en ruinas.
Cuando acabó la historia, durante largos segundos, en la sala nadie se movió: un profundo silencio se había generado en tod@s nosotr@s. Creo que fue el mayor homenaje que pudimos darle a lo que acabábamos de ver y sentir. Larga vida a Pawel Pawlikowski.
Vena Casielles
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