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Wonder Wheel

Drama En la Coney Island de la década de los 50, el joven Mickey Rubin (Timberlake), un apuesto salvavidas del parque de atracciones que quiere ser escritor, cuenta la historia de Humpty (Jim Belushi), operador del carrusel del parque, y de su esposa Ginny (Winslet), una actriz con un carácter sumamente volátil que trabaja como camarera. Ginny y Humpty pasan por una crisis porque además él tiene un problema con el alcohol, y por si fuera poco ... [+]
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Críticas 114
Críticas ordenadas por utilidad
11 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La frustración personal teñida de color a ritmo de feria de los cuarenta'. Media película está en los ojos de sus protagonistas. Dulce narrativa, amargas decisiones.
Ubermensch
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6 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sería muy fácil y a la vez muy poco prudente comentar que se trata de una historia más a lo Woody Allen. Aparentemente y desde una óptica objetiva puede parecerlo: un trío amoroso que va enredándose a lo largo del metraje, pequeños imprevistos que hace que se desvele parte de la trama y cayendo todo por su propio peso hasta que todo termina en lo absurdo. Sin embargo, Wonder Wheel no es solo eso, va más allá. Al fin y al cabo, la historia en sí, no importa, lo que importa es el ambiente que Woody Allen ha sido capaz de crear alrededor de la historia.

Cabe destacar la época en la que se desarrolla toda la trama. Unos fantásticos años 50 salpicados por la esperanza de comenzar algo mejor, de avanzar y al mismo tiempo marcados por la decadencia y la rutina de sus habitantes. La elección de la época es significativa y conecta perfectamente con los personajes, impacientes por cambiar sus vidas y, en definitiva, mejorar, siempre de mano del amor.

Es fascinante la utilización de un espacio tan reducido como es Conny Island. La playa, los bares y por supuesto, la enorme noria que no deja de verse desde el minúsculo apartamento en el que viven los protagonistas. Cada uno de estos pequeños espacios aportan a la historia un matiz muy especial, que hacen que el espectador pueda conocer cada rincón como si formara parte de él. Al tratarse de solamente unas cuantas localizaciones es fácil crear esta sensación.

Indudablemente, el gran atractivo es el tratamiento de la iluminación, que va cambiando constantemente adaptándose a cada una de las situaciones, a cada una de las emociones que están transmitiendo los personajes. Es magnífica la combinación y la adaptación de estas luces, pasando de colores cálidos a colores fríos en cuestión de segundos. Sin duda, una fotografía brillante.

Por todo esto, no, no se trata de una historia más a lo Woody Allen.
Arald
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20 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años, intenté clasificar el cine de Woody Allen. En aquel momento afirmé que su cine se instalaba en la comedia americana pero que en su obra se podía encontrar 5 tipos de subrtramas e incluso algunos dramas. Pero de las 47 películas suyas estrenadas hasta ayer, ninguna se instalaba en la tragicomedia como lo hace “Wonder Wheel”.
Este nuevo Allen vuelve a las raíces más profundas del mejor teatro americano moderno. Tal como lo había hecho unos años atrás en Blue Jasmine, en la que se inspiraba en la obra de Tennessee Williams Un Tranvía Llamado Deseo, su nueva película abreva no solo en éste autor sino también en Eugene O`Neill y Arthur Miller, la trilogía de autores que describieron el sentimiento de la decepción en la posguerra, escritores que adhirieron al llamado realismo americano.
Es que su protagonista Ginny, una magnifica Kate Winslet, es una hija dilecta de aquel teatro y bien podría haber salido de la pluma de cualquiera de esos tres grandes escritores teatrales americanos. La diferencia es que ellos transitaron el drama, y Allen suaviza este drama con toques de comedia simplemente porque su visión de la vida es menos dramática que la de aquéllos.
Ginny es una actriz fracasada con un hijo piro maníaco de unos 10 años, abandonada por su marido, que trabaja de moza en un bar en Coney Island. Ahora vive una vida marital sin expectativas con el bueno de Humpty (Jim Belushi), a cargo del carrusel de la playa y mantiene un romance paralelo con el guardavida Mickey (Justin Timberland). La llegada de Carolina, la hija de Humpty, de unos 30 años, alterará el estado de las cosas.
Lo que hasta aquí Allen presenta es una típica comedia costumbrista heredera de sus recuerdos de infancia que tiene un enorme parecido a Días de Radio (1987). Pero a partir de la llegada de Carolina, la comedia se transforma en drama y la vida de Ginnny comienza a alterarse, se convertirá en el centro del relato, y la historia entrará de lleno en la tragicomedia.
La película, entonces, se transforma en el drama de la mujer a los 40 años, esa edad en la que todavía uno se siente joven pero a la vez comienza a sentirse viejo y a pensar que la vejez no está tan lejana. Podríamos llamarle la medianía de la vida. Ese momento en que uno se da cuenta que aún esta con el pescado sin cocer. Pero también podría ser la de la aceptación de la mediocridad, dado que esta en el justo medio por naturaleza, porque no sabe ni puede hacer otra cosa, porque comienza a carecer de ambiciones, de energías, a controlar sus impulsos, ajustándose a lo que debe ser, a conformarse con lo que se es como si fuera un mandato al que ya no se puede modificar.
Kate Winslet aprovecha la pluma prodigiosa de Allen y a partir de ese momento se trasforma totalmente en Ginny y se apodera de la película haciendo una de sus más notables actuaciones de la mano del genio. Se acabarán los sueños y será una mujer termina por aceptar que lo que le propone la vida es simplemente seguir peleándola.
Allen se da el lujo de volverse genio en la playa que lo vió nacer. Su mirada de la vida esta vez se opaca, se vuelve agria, negativa como la de sus admirados escritores de posguerra pero no pierde lucidez. Las tonalidades del film se tornan cada vez más rojizas, en las que predomina el color ocre de la mano de Vittorio Storaro, un fotógrafo italiano cuya genialidad está fuera de toda discusión, y que envuelve todo con los colores del atardecer como resignándose a que el fin del día y de la vida está envuelta en ese color. Recordemos que Don Vittorio se dio el lujo de fotografiar El Conformista, Novecento y Último Tango en Paris (la tres de Bertolucci), y Appocalysis Now de Francis Ford Coppola. También el año pasado había comenzado a colaborar con Allen haciendo Café Society. Un lujo que se da el pequeño genio que siempre trabajo con grandes directores de fotografía: Carlo di Palma, Gordon Willis, Sven Nykvist, entre otros.
Esta vez estamos ante un Allen algo más pesimista, posiblemente más realista, como siempre poco creyente, pero con su eterna pluma prodigiosa delineando un fresco sobre las expectativas en la medianía de la vida en los márgenes de la gran ciudad. También un gran retrato sobre la vida de los “loosers”, de los “borders” en los años 50, una crítica social poderosa mostrando que esa economía del bienestar que procuraba el fin de la guerra no iba a ser igualmente repartida para todos.
En su opus 47, Allen realiza un film lucido y ácido que se vuelve una cosa seria. Para algunos, la falta de un humor constante, será un motivo de crítica. Para otros, será un motivo para la meditación. Estamos ante otro gran film de Allen que elige el camino de lo tragicómico, es decir, no llega a ser uno de sus grandes dramas (Interiores, Una Mujer), tampoco es una de sus grandes comedias (Annie Hall, Hanna y sus Hermanas) pero se acerca a esas películas insoslayables como Crímenes y Pecados o Match Point, donde la toma de conciencia sobre la culpabilidad marcan un antes y un después.
Charly Barny
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21 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wonder wheel

Acudo, con la misma ilusión de la primera vez, a mi ineludible cita anual con Woody Allen. Y como la ilusión es uno de las condiciones imprescindibles para paladear la vida, doy infinitas gracias a este incalificable genio que cada año con sus fabulosas historias contribuye a mantener viva esa llama. Y no me importa la opinión de la crítica, sea favorables o no, ni el alcance de sus sesudas reflexiones. Yo siempre encuentro magia en sus películas, aprendo de su inagotable talento, me sorprende la abrasiva acidez de sus diálogos, la lucidez con la que plantea sus razonamientos, disfruto de la música que elige que no es otra sino aquella que a él le gusta, me admira su profundo conocimiento de las pasiones y debilidades humanas y me entusiasma, en definitiva, su particular manera de reflejar la vida a través del cine. "Wonder Wheel" es una estupenda película en la que con apenas cinco personajes -un atractivo joven salvavidas que sueña con ser escritor, una ex actriz fracasada y neurótica con muchos pájaros en la cabeza, una ingenua y asustada muchacha que abandona el hogar ante el insoportable maltrato del hampón de su marido, un alcohólico cascarrabias tan inestable como pusilámine y un niño pirómano e introvertido, empeñado en crear problemas las 24 horas del día-, Allen construye un drama teatral tan amargo y corrosivo que bien pudiera haber escrito el mismísimo Tennessee Wiliams. Bajo la inocente apariencia de una divertida comedia de enredos, el director neoyorkino -como ya viene siento habitual en él- nos envuelve poco a poco en su viscosa tela de araña hasta conducirnos a un infernal conflicto doméstico en el que se consumen y arden sus protagonistas. Y es que nos hemos ido acostumbrando en sus últimas producciones a un Woody Allen ya no tan divertido y desenfadado como antes. Sin perder nunca su tono festivo y las singularidades que lo hacen reconocible, ha mutado hacia guiones más dramáticos e infinitamente más turbios.
La historia que Allen nos cuenta tiene lugar en el bullicioso e idílico escenario de Coney Island en el año 50, donde los neoyorkinos se agolpan en los días soleados -tal como ocurre en la actualidad- para disfrutar de la playa, broncearse y divertirse en su evocador parque temático. Y como siempre, introduce primorosas piezas musicales identificadas con la época entre las que destaca de forma reiterada la pegadiza "Coney Island Washboard", magistralmente interpretada por el grupo de los hermanos Mills.
No sé, tengo mis dudas, si volveré a ver una película de Woddy Allen. La gigantesca ola de recientes escándalos por abusos sexuales puede arrastrar en su impetuosa embestida a nuestro formidable cineasta. Si así fuera sentiría perder a uno de los directores que más horas de felicidad y entretenimiento me ha proporcionado a lo largo de los últimos 40 años.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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24 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta película explica claramente porque no hay que tener prejuicios respecto a que quien realiza una obra. Allen, es problamente el ser más despreciable de Hollywod. No tengo dudas. Sin embargo, hace una película que es todo lo contrario a lo que nos cuentan las denuncias. Cuándo se habla de películas, no se puede hablar de la vida del director, de lo que sale en los diarios. Es tán dificil, desconectarse de esa realidad que es Allen, es tán injusto que no este preso sin poder hacer películas y sin embargo es tan ridículo perderse una película de ésta calidad....no se entiende. Y todo los sentimientos encontrados estallan por los aires. Es una película genial, que cuenta el drama de las mujeres desde todos los ángulos. Dónde se arranca con una escena con las mejores actuaciones de los últimos tiempos entre la insuperable Kate Winslet y James Bellushi. En serio, esas dos actuaciones son una cosa poca veces vistas (bueno a Winslet casi siempre la vemos en ese nivel). Mi recomendación es que traguen saliva, traten de no pensar quién es el director y disfruten del guion, de la dirección, de las actuaciones y de una gran película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nahuel
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