La entrega (The Drop)

Modesta película que ha pasado a la historia por ser el último papel de James Gandolfini en una pantalla.

Pero, la película es mucho más.

Una historia de bajos fondos de barrio de ciudad. Simple, sencilla, tranquila, pero con una intensidad ascendente que te va cautivando poco a poco.

Tom Hardy es un actor a seguir muy en cuenta. Capaz de trabajar con monstruos como Christopher Nolan, Leo Di Caprio, o actualmente rodando con Iñarritu, luego te sale con películas modestísimas como Locke o esta The drop, que te dejan estupefacto de sus actuaciones.

Trabaja con Noomi Rapace, que en su biografía habla de actriz sueca criada en Canada…de padre español, de Badajoz, cantautor de flamenco. Solo por esa mezcla racial que corre por sus venas tiene atractivo ver que puede dar en pantalla.

No sólo lo hace muy bien, sino que repite con Tom Hardy en una película que se estrena en junio “El Niño 44”, ambientada en Rusia. Está claro que a esta actriz la va los retos de culturas y razas.

Fantástica película.

Interesante film negro, que cuenta como principal aval el buen guión de Dennis Lehare, ganador como tal en el reciente Festival de cine Internacional de Donostia-San Sebastián 2014.
Creo honestamente que se trata de una cinta que ganará con el paso del tiempo, por cuanto, quizás, cueste un tanto al gran público, apreciar en un primer vistazo su caudal cinematográfico.
Y es que se trata de un trabajo concienzudo, pormenorizado, que se toma su tiempo en la presentación y estudio de los diversos personajes, y que cuenta con un ritmo algo premioso, que no llega a ser lento por cuanto en todo momento avanza la narración, pero que se aleja en su rapidez y fluidez, del cine yanqui por autonomasia, aquél que va demasiado rápido, con la cámara nerviosa y sin pararse en los detalles.
Aquí no hay prisa y se saborean los diálogos, así como la acción, que no es mucha pero que cuando aparece deviene en seca, mortal.
Buenas interpretaciones, sobresaliendo el ya finado James Gandolfini, que aquí, creo, finaliza con personalidad su carrera, y de Tom Hardy, cada vez mejor actor.
Por tanto, una cinta estimable, que conviene verse con tranquilidad, sin prisas

Irregular película que cuenta en su reparto con la destacada participación de Tom Hardy, en un argumento rebuscado. Presenta la historia de un camarero que se verá implicado en diversos problemas por recoger a un perro malherido de la basura.

El argumento de la película se antoja forzado y excesivamente rebuscado, algo que se aprecia de forma notoria en el modo en que los responsables de la película se encargan de dar cierta cohesión al relato, puesto que no llega a tener una presentación clara ni fluida.

Se sigue con cierto interés, despertado principalmente por pequeños detalles que va mostrando el director, pero, por así decirlo, en pocas palabras, va enseñando la patita de lo que se esconde detrás del telón, pero sin ninguna coherencia ni cohesión.

En el reparto podemos encontrar a una desperdiciada Noomi Rapace y a James Gandolfini, en un papel similar a otras de sus participaciones, pero si algo funciona y destaca por completo es la labor de Tom Hardy en un papel que le permite mostrar y explotar algunas de sus cualidades como actor. Hardy consigue llevar el peso del relato a sus espaldas y hacerlo suyo, con una presencia agradable, encarnando al camarero protagonista con el que logra ganarse al espectador por su carisma y simpatía para, posteriormente, deslumbrar con una fuerza e intensidad dignas de mención.

Es una pena que el personaje interpretado por Noomi Rapace no tenga más minutos, puesto que como ya he dicho con anterioridad, da la sensación que no utiliza apropiadamente la presencia de la intérprete. Con un papel secundario que no logra tener la presencia necesaria para hacer creíble el vínculo establecido entre los dos protagonistas.

En términos generales, la película presenta problemas de cohesión y de ritmo, haciendo que lo único que valga realmente la pena sea la mencionada interpretación de Hardy, pero no es suficiente para que la película sea satisfactoria por completo.

La película se resuelve en el tercer acto. Sin él, los dos primeros actos componen una película atmosférica, lenta, un thriller decadente con actuaciones geniales de un trío de perdedores: James Gandolfini en su último personaje, el dueño de un bar al que la mafia chechena ha convertido en gerente en lugar de propietario; Noomi Rapace, la actriz sueca que interpreta a una camarera apocada que no consigue liberarse de su antigua relación con un matón de poca monta; Tom Hardy, el camarero del bar de Gandolfini, cuya verdadera naturaleza se esconde debajo de las numerosas capas de su genial interpretación.

Como decía, es una película de tercer acto. No al estilo del Sexto sentido, cuando nos enteramos que Willis está muerto, el pobre. Ni como en Sospechosos habituales o La otra cara de la verdad, donde Kevin Spacey o Edward Norton se liberan de sus personajes demediados y muestran su verdadera naturaleza. Lo de Tom Hardy es mucho más sutil y más de spoiler.

Quienes no entiendan esta película quizá no tengan el paladar adecuado para este tipo de filme. Es de gánsters pero en sordina. Es de un ambiente de criminalidad solapada, de infraentendidos, donde el personaje principal, bordado por Tom Hardy, es el que está en tercera llínea, el que se hace el tonto, el que pone lás copas.
Un guión bien trabado, en el que se deja al espectador que hile algunos cabos, da un giro sorprendente al final que valoriza toda la película.
Incluso el enamoramiento está apuntado, sin nada de lo habitual: mirada penetrante, besos y al catre. También el aparente lelo de protagonista se lo trabaja a su modo, y muy bien.
En definitiva una película inteligente, dirigida con una sobriedad que se agradece.