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De repente, el último verano

Drama. Intriga En la Nueva Orleans de 1937, una rica viuda, la señora Venable, ofrece al doctor Cukrowicz los fondos para crear un hospital a condición de que practique una lobotomía a su sobrina Catherine. La señora Venable se encuentra perturbada por la reciente muerte en Europa de su hijo Sebastian, con quien solía viajar todos los veranos, salvo el último, en el que Sebastian prefirió llevar como acompañante a su prima Catherine. (FILMAFFINITY)
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
19 de noviembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pertubardora y turbulenta obra maestra que adapta la polémica obra de Tennessee Williams. Gore Vidal y el propio Williams se encargaron de transformar el libreto original en este inquietante relato cinematográfico en el que se tocan temas como el incesto, la homosexualidad, la prostitución masculina y el canibalismo. Joseph L. Mankiewicz se encarga de la dirección, un director eminentemente de diálogos, pero que demostró ser capaz de crear obras tan poderosas como De repente, el último verano.

Las imágenes tan penetrantes, imposibles de quitar de la mente del espectador, son reforzadas por una sofocante y perturbadora atmósfera, una absorbente narración y por una trama que rezuma locura, sexualidad malsana y todo un espectro de las más reprobables conductas humanas. La película, de algún modo, habla sobre una de las obsesiones que más rondaba por la cabeza del director: el psicoanálisis.

De repente, el último verano obtuvo un gran éxito de taquilla, ya que contaba con excelentes ingredientes para ello: un morboso guión cargado de simbología, un reparto encabezado por tres grandes estrellas como son Elizabeth Taylor, Katharine Hepburn y Montgomery Clift y un director con gran reconocimiento en el mundo del cine.
Angel Lopez
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14 de marzo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo quiero mostrar lo que, en mi experiencia personal, me quedó luego de ver ésta película. Maravillado, sí claro que sí. Porque presenciar tanto talento en esas tres leyendas inmortales, Taylor, Hepburn y Clift, al servicio de un genio como Mankiewicz, sólo te puede abrumar. La cinta es el vehículo perfecto para el lucimiento magistral de los tres actores, que es en últimas, lo que a uno, como simple admirador, te queda después del, y hay que aceptarlo, trabajoso visionado por decir lo menos. No es un film de fácil digestión, si se me permite el término, porque sus diálogos serios pero eternos, los temas que trata de manera suspicaz pero diciente, y la forma teatral de su puesta en escena, no son los estímulos de valoración adecuada como ejemplo de opción para la mayoría de espectadores que quieran adentrarse en el maravilloso mundo del cine colosal, y menos para las nuevas generaciones ya que pueden quedar cansados en el intento. Además, si la historia refleja un cúmulo de obsesiones y experiencias personales que Williams siempre deja como impronta principal en sus obras, entonces no puedes esperar un canto alegre a la vida. Por eso, es difícil mantener la concentración para no perderte ningún detalle de lo que sale de la boca de una Taylor preciosa y contundente, una Hepburn maravillosa y un Clift magnífico. Miras sus gestos, sus miradas, sus facciones, la manera como se mueven, como interpretan. Corroboras lo grandes que eran en cada duelo de diálogos confusos y maratónicos. Pero quedas con el sinsabor de que presenciaste algo maravilloso aunque complejo y difuso. Tratas de entenderlo, y pueda que lo logres, entrando como siempre en la mente de un Tennessee Williams para saber lo que quiso mostrar con su guión en pantalla, pero quedas cansado y te preguntas si valió la pena semejante esfuerzo. Por eso, por la dualidad que queda al final, bajas su calificación y piensas que para volverla a ver de nuevo tiene que pasar un tiempo prudencial. Pero, inobjetablemente, sin duda volverás a hacerlo, para disfrutar nuevamente de las glorias imperecederas.
cineclasico73
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18 de junio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que en 1950 dirigiera Eva al desnudo llevaba ya varias películas Joseph L. Manckievicz rozando el gran cine (olvidemos las decepciones) pero sin rematar una película a la altura de su gran obra maestra. Una rayo de luz, Julio Cesar, Ellos y ellas y, sobre todo, Operación Cicerón eran películas bastante sólidas pero que no terminaban de alcanzar la excelencia esperada. Es por eso que en mi particular ciclo sobre el director (solo había visto previamente su última película, La Huella) esperaba la película De repente el último verano como una de las pocas opciones que me iban quedando de disfrutar de una película suya como lo hice con su clásico teatral, o, incluso, con la deliciosa El fantasma y la Sr. Muir. Objetivo cumplido. Sin alcanzar la perfección de Eva al desnudo, esta adaptación de una obra de Tennessee Williams es una de las cumbres de la carrera de Manckievicz.
La película está basada en una obra corta, de un solo acto, del dramaturgo Tennessee Williams que él mismo adaptó con la colaboración de otro grande de las letras americanas, Gore Vidal. El contenido de la obra resultaba realmente brutal y en su paso al cine el relato mantiene un tono absolutamente descarnado completamente inusual en el cine de la época y que, incluso, hoy en día resulta de una osadía notable.
Aunque en la película queda perfectamente reflejado el origen teatral del relato, la analítica cámara de Manckievicz, en colaboración con dos actrices sublimes, se encarga de dar profundidad dramática a una historia que en su paso al cine podría haberse quedado en el más puro sensacionalismo.
La historia comienza cuando una acaudalada mujer, la señora Venable, ofrece su apoyo económico a un afamado doctor con el fin de que este practique una lobotomía a su sobrina. La chica no ha conseguido superar la dramática muerte de su primo, único hijo de la acaudalada señora, durante las últimas vacaciones de verano en un recóndito lugar de Europa. Lo que la historia va desgranando, principalmente en dos largas conversaciones del doctor con cada una de las dos mujeres, es una trama absolutamente retorcida donde nada es lo que parece y que, al final, en una extraordinaria secuencia, nos dejará completamente estupefactos.
La película comienza, tras un breve preámbulo, con una larga conversación entre el doctor y la señora Venable, en los deslumbrantes jardines de su mansión de Nueva Orleans. El texto, la puesta en escena y la apabullante Katherine Hepburn hacen que ese momento, principalmente teatral, resulte de un magnetismo arrollador. Imposible desentenderse.
El segundo gran momento de la película es cuando el doctor se entrevista con la otra protagonista de la historia, la sobrina traumatizada. La impresionante Elisabeth Taylor hace suya la pantalla, y da las claves de un relato que a esas alturas ya no puede ser mas absorbente.
Hay algún personaje más entorno a estos tres protagonistas y, sin duda, su presencia, llena de matices, contribuye a dar a la historia mayores dosis de complejidad.
Todos los personajes que aparecen en la película se reúnen en una secuencia final que rompe con la unidad estilística de la película, ya que ilustra el relato final de Elisabeth Taylor con un arriesgado flashback que bien podría arruinar la película completa, y que, en cambio, no solo no la arruina sino que la consigue dotar de una fuerza extraordinaria, y que nos zampemos sin problemas un final más propio de ¿Quien puede matar a un niño? que de un intenso drama sureño.
En resumen, De repente el último verano sabe sortear con estilo, sutileza (e incluyo el final) y una potencia tremenda todas las trampas que un melodrama de estas características podría poner a sus creadores. Y nos da la posibilidad de disfrutar hasta niveles insuperables de dos actrices en estado de gracia, que son capaces de anular la presencia de un actor tan carismático como Montgomery Clift, que aguanta como puede el torbellino interpretativo de estas dos mujeres.
ernesto
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8 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que una de las obras maestras de Hitchcock, nos encontramos que el verdadero protagonistas de esta película, Sebastian, apenas sale una silueta, un traje blanco y una mano que se adentra en una marabunta humana.
Mankiewicz crea una de sus mejores obras con este film lleno de nombres propios que quitan el hipo a cualquier intelectual. No sólo grandes nombres de las letras como Tenesse Williams o Gore Vidal, y el propio Mankiewicz, se dan cita aquí, sino que artísticamente tiene un vestuario, ambientación y una fotografía excelentes. Sin contar el trío protagonista de ensueño y unos secundarios de lujo.
"De repente, el último verano" se tiene que saborear lentamente, sus primeras escenas (al margen del prólogo) son largas, discursivas y algo teatrales, de una densidad que puede descolocar, pero a medida que avanza llegamos a un tercer tramo impecable, de un valor cinematográfico inmenso. Una secuencia narrativamente absorbente. Una elaborada composición de flash-back onírico, con una interpretación soberbia de Elizabeth Taylor. Llena de metáforas y dobles intenciones la escena es casi terrorífica.

Mankiewicz vuelve a repetir una de sus señas de identidad al dar a los personajes secundarios algunas de las mejores frases de la película. En especial me encanta el aparente elogio de Mercedes McCambridge sobre la sofisticación del lenguaje que destilaban su hijo y sus amigos intelectuales a la que su pobre entendimiento no llegaba.
waldeker
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7 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las enfermedades mentales son absolutamente abominables, en ocasiones dolorosas para quien las sufre, pero en todos los casos, terribles para sus familiares más allegados, los centros psiquiátricos son tristes cementerios de barcos humanos que habiendo perdido sus velas permanecen anclados a un presente sin futuro, sin posibilidad de volver a navegar.

Joseph L. Mankiewicz sondea los problemas mentales con un excelente reparto para interpretar los deseos de una madre muy poderosa, la película intenta llevar hacia delante un argumento poco claro y un tanto confuso que transfiere al espectador una pesada carga emocional que se ve incrementada por la presencia de un centro psiquiátrico.

Gran calidad en el trabajo tanto de Elizabeth Taylor como de Katharine Hepburn y Montgomery Clift aportando mucho realismo al drama que se describe y especialmente buenos los primeros planos de todos ellos al final de la película.
shortcut
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