Maldición gitana

Cine de evasión sin pretensiones pero con una brillantísima idea de partida desaprovechada.

Técnicamente es correcta. Todos los actores están correctos pero después ni la trama se desarrolla se forma contundente, ni refleja profundamente la realidad de la época, ni consigue diálogos destacables.

Es una obra algo graciosa si uno se acostumbra y adquiere sensibilidad para este tipo de humor. Cuando uno duda si esta ante una obra eminente o no, posiblemente es que sientes que no lo sea, es como cuando uno duda si esta enamorado, el que ama no duda.
No sé que tiene esta obra, que su humor verbal llega a ser incómodo, repelente mientras la ves, aunque como dura poco y es ligera, después la recuerdas con algo de cariño.

No recomendable, salvo para amantes de cine español de los años 50.

Alejo, un infeliz viudo, músico de cabaret, persigue mejorar su suerte colocando una opereta de su autoría a un productor. Vive bajo una maldición gitana de la que fue su suegra.
En el ínterin, su novia formal accede a casarse con él en segundas nupcias y, ella, dentro de los gananciales, aporta a su ..... madre y él su violín. Prisionero de la maldición, vive su día a día entre la necesidad, la miseria y su fastidiosa suegra. En algún momento su suerte cambiará, a mejor pero también a peor.

Interpreta a Alejo un tal Sandrini, argentino, que se prodigó poco por tierras españolas. Rey del gesto, con un extenso repertorio expresivo, centra sobre él casi todo el relato. Este esforzado actor es el plato fuerte de una obra de escaso ingenio y humor sencillo que rara vez nos hará sonreír.
Mención obligada merece Julia Cava Alba, la suegra, personaje mimado por el guión, y que ella interpreta con la naturalidad a la que nos tiene acostumbrados. Serán sus intervenciones las que resulten más divertidas. Su pretensión es que la familia abandone la capital y que Alejo se haga cargo de la dirección de la banda de Almendralejo, localidad en la que ella un día fue la hija de un ilustre concejal (o algo así).

Cine pretérito al que, si le tiene devoción, le podrá dedicar un rato (75') para así dejar de pensar en otra cosa pero no espere ninguna sorpresa.