El llanto de la tortuga

A mediados de la década de 1970, El Estado, por medio de la compañía productora Conacine produjo cintas con temáticas de índole, político, social y sexual. Era el sexenio de la apertura democratica echeverrista donde surgió una nueva y talentosa generación de cineastas: Arturo Ripstein, Felipe Cazals, Jaime Humberto Hermosillo, Juan Manuel Torres y Francisco del Villar. Este último se especializó en el género erotico con serias preocupaciones sociales y políticas. Esta interesante película es quizá la que mejor refleja la confusión sexual y generacional de los setenta, aunada a la decadencia de la clase alta. Carlos es un cínico y arrogante arquitecto que decide irse a Acapulco con su amante Diana, para festejar el cumpleaños de su mejor amigo Hector y con la hermana de éste, Isabel. Esta reunión, que dura 24 horas, donde participa el sirviente del grupo, se convierte en una serie de conflictos psicológicos y de incesto, amorales, encuentros sexuales y violentos donde entran en juego, los desnudos, las orgías, que finalmente terminan en un aborto, un asesinato, una violación. Del Villar expone una alegoría del poder corrompido, un síntoma del deterioro de las relaciones amorosas, los instintos perversos de la clase millonaria y realiza una critica del caos y la hipocresía en que se encuentra la élite aristócrata. El estupendo realizador trabajo al lado del guionista Vicente Leñero, y del gran cinefotografo Gabriel Figueroa. Esta fue la ultima pelicula del Villar.

La carga erótica (por llamarla de alguna forma) de esta película es muy ligera. Apenas unos pechos furtivamente, y poco más. Eso sí, meten una trama de incesto, para escandalizar a los espectadores de 1975, pero que no pega ni con cola.

Resulta cansina porque durante todo el desarrollo los personajes están echándose cosas en cara, sacando sus rencores. A nadie le apetece ver una hora y media de reproches.

Respecto a la calidad artística, el montaje está lleno de cortes, que se notan más al principio de la película porque cambian los escenarios. Esto queda fatal, como de peli de videoaficionado. Sólo le falta la cortinilla de estrellas.