Los isleros

Lo tiene todo: historia, interpretaciones, dirección, pintura social, fotografía, ritmo e interés, dramatismo.
Una de las mejores películas argentinas de todos los tiempos
García Buhr y Tita Merello, descomunales.
Y otra obra genial de Lucas Demare

El último clásico de Lucas Demare, la única que no es una biografía, no está basada en hechos históricos, tampoco es de época, no hay batallas, ni sablazos, ni tiros, ni se habla de la patria, ni del ser nacional, no por lo menos de forma directa como en sus anteriores clásicos, esta es diferente, tiene otra narrativa, mucho más universal.
Los habitantes de unas islas en la ciudad de San Pedro, provincia de Buenos Aires, a lo largo de 25 años poco más o menos, empezando por el encuentro más que romance entre Leandro y Rosalía, todo el inicio está al borde del pintoresquismo gauchesco, es para mí la parte menos lograda, junto con la innecesaria voz en off del río contando la historia, luego una vez que se juntan mejora un motón.
Retratar de forma completa y sin idealización (o la menos posible) a seres endurecidos, acostumbrados a las inclemencias del tiempo, a la pobreza, a las catástrofes y las tragedias que traen las mismas, gente que pasaba sus días entre inundaciones, sequías, vendavales, y vivía con poco y nada, comiendo lo que lograban cazar, pescar o plantar.
Leandro hoy en día sería cancelado por la bobera progre imperante, pero es un hombre recio, bueno, amable, si comete actos reprochables al principio pero así eran los hombres en ese tiempo, la película exalta la virilidad bien y mal entendida, tanto en hombres como en mujeres.
Rosalia es un personaje complejísimo dentro de su simpleza, aunque suene contradictorio, es una mujer resabiada, terca, fría, dura, egoísta, mal llevada y cruel, pero también trabajadora, fuerte, que aprende a las malas a ser tolerante, y a querer a Leandro, ojo el cambio es gradual, una verdadera evolución, pero que tampoco va a ser que sea otra, ella seguirá siendo dura y resabiada, pero también tendrá su lado humano.
Muy buenas interpretaciones de todo el elenco, pero sobre todo de Tita Merello, en uno de sus mejores trabajos, y de Arturo García Buhr.
Destacar también la fotografía preciosa, logra captar a la perfección el paisaje sin idealizarlo, y también el pulso narrativo de Demare, que consigue hacer un melodrama realista, algo complicado y más en esa época, la película nada entre el cine de género y el intento (logrado) de neo realismo todo el tiempo, y sale a flote.