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La buena vida

Drama. Comedia Tristán Romeo está a punto de cumplir quince años. Disfruta de la buena vida que sus padres han construido para él. Y sin embargo, no falta demasiado para que su entorno de protección, cariño y comodidades se desmorone. A partir de ahí aprenderá lo que es el sabor de la soledad, de la tristeza y que sobrevivir tiene, muchas veces, más importancia que vivir. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
20 de agosto de 2009
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer largometraje como director de David Trueba es una película auténtica, un drama contado con ironía y sarcasmo. Todo está bien conducido a través del recién adolescente Fernando Ramallo, un ocurrente personaje con evidentes aires de Antoine Doinel.
La cinta está plagada de toques brillantes, desde el carácter del abuelo, las relaciones con las mujeres o las historias paralelas que van surgiendo en boca de los protagonistas.
David Trueba le ha sabido dar un toque francés al asunto –y no sólo por la mención a París, Charles Trenet o el colegio francés, que ahí están–, sino porque recuerda al cine de François Truffaut. Encontramos unas conversaciones con gracia y soltura, donde nada es presuntuoso.
“La buena vida” es un gran ejemplo de cine español moderno, adecuado e irreprochable, en el que hay cabida para muertes, jóvenes, prostitutas, amoríos y hasta sexo.
Y es que el cine, de por sí, es pretencioso. La clave está en no aparentarlo.
Esperemos que este polifacético director nos vuelva a conceder películas más parecidas a ésta, porque veo que más de uno ya empieza a hablar del “Tony Scott español” y eso no sería bueno para él ni para el cine.
hpbordon
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20 de diciembre de 2016
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá lo que atrape de LA BUENA VIDA sea su intemporalidad. Todas las adolescencias son las mismas, todas las vivencias suelen parecerse... y la juventud se manifiesta de igual manera en cualquier década y generación. Cambiando tan solo, su marco exterior.

Luis Cuenca, magistral en su papel de abuelo, con diálogos certeros y cuidados. Fernando Ramallo da la talla sosteniendo el peso, con su sobriedad interpretativa, en una historia bonita aunque no muy creíble, pero que pasamos por alto, debido al acertado ritmo que David Trueba, su director, ha sabido imponer.
Problemas comunes y vivencias que en ningún momento suenan ajenas.

UN 6
LEUGIM
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13 de mayo de 2009
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin grandes medios, David Trueba consigue en su opera prima llegar directamente al espectador. Es fresca y poética, imposible no sentirse identificado en algún momento. Reparto estupendo, a excepción del amigo del protagonista que no sé qué enchufe tendrá para estar al lado de esos actores. En fin, que hay que verla.
Arkadia
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27 de junio de 2007
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es, ante todo, conmovedora. En ocasiones demasiado cruel, demasiado intensa para su pobre protagonista (una especie de Edipo moderno, igual de confundido, e igual de asediado por el infortunio y lo cambiante del Destino)...más de uno terminará sufriendo, si se identifica demasiado. Con poco presupuesto y una buena dosis de talento, David Trueba nos regala una peli bien estructurada.
David Alberto Campos
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12 de noviembre de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda que esta primera película escrita y filmada por David Trueba, guarda grandes paralelismos e influencias con la ópera prima de François Truffaut “Los 400 golpes”. Esta interesante fábula de iniciación a la vida cuenta con la memoria fílmica de Antoine Doinel, este adolescente no era particularmente conflictivo, como tampoco lo es el protagonista de Trueba, ni su comportamiento es capaz nunca de escandalizar, pero está destinado a equivocarse, como ocurría con Doinel, incluso la inocencia de su mirada delata su desamparo como el protagonista del cineasta francés. Al menos Tristán (Fernando Ramallo) se aferra al cariño de su abuelo gruñón (un irónico Luis Cuenca) mientras va descubriendo paulatinamente la vida, el sexo y el amor, aunque también los sinsabores, la soledad y unas responsabilidades muy tempranas. Un film donde la familia está muy presente, así como el humor y la tristeza, donde se dan cita la adolescencia y la vejez, la vida y la muerte.

A Tristán le hubiera gustado nacer dos siglos antes en París, sin embargo fue concebido en un utilitario la misma noche en que se anunció la muerte de Franco y en Madrid, y es que nadie nace cuando y cómo quiere, por lo que la capital del Sena, es uno de los anhelos de Tristán. Asistimos al aprendizaje vital desde que es feto que se niega a crecer, “eso es precisamente la buena vida, la vida perfecta: el cordón umbilical, la placenta, la protección absoluta”, apuntaba el propio cineasta en una entrevista. Se basa en una serie de experiencias en las que la desilusión ante lo que no se alcanza, el dolor por la muerte de aquellos a los que se quiere, la rabia que no sabe encauzarse y el descubrimiento de los engaños y miserias cotidianas le conducirán a la autoaceptación. El problema del cineasta consiste en la dificultad de transmitir la dureza de sus propuestas y su sinceridad con un cierto tono de comedia que cuesta asumir.

Para sobrevivir en un entorno poco acogedor, cuidando de un anciano enganchado a una botella de oxígeno, el joven deberá pechar con maestras protectoras, jineteras que dan consejos, tías expulsadas de la familia, la pasota prima Lucía y hasta un jeta gorrón que se cuela en su casa; todos ellos son personajes secundarios en esta novela que el ambicioso muchacho escribirá sobre sus experiencias mundanas. Impregnada de una sugerente capacidad emotiva, Trueba nos muestra con cierta ironía las anécdotas y sucesos de la vida de este chico de 15 años; poco a poco iremos conociendo las inquietudes de un adolescente, reservado, esquivo y doliente, sus temores y preocupaciones, entenderemos porqué no quiere volver al internado.

La fuerza emocional del film y su lograda identificación con el protagonista son dos de sus mayores virtudes. Trueba realiza un film sorprendentemente maduro para su poca experiencia y juventud, con el crudo sentimiento melancólico de una vida a medias soñada. Cada secuencia está concebida como una enseñanza moral, una suma de enseñanzas basadas en el esfuerzo, el respeto por tus semejantes y la nobleza, obviando alguna que otra travesura, entendiendo que es necesario dar a los demás tanto como recibir de ellos, siempre evocando y respetando la memoria de tus seres queridos. Es la mirada reflexiva sobre el mundo adolescente que se vuelve imperecedera.
Antonio Morales
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