Venus: confesiones desnudas

Uno siente la emoción del que ve a un colectivo reprimido históricamente que se pregunta, se rebela, se descubre y se reivindica teniéndolo aún todo en contra.

Un trabajo respetuoso y atrevido. Feminista. Tierno. Poético.

Necesario.

Hay quien piensa que hacer una película es encontrar un dispositivo tan eficaz que permita, por arte de mágia, que la trama se despliegue ante sí. Un único detonador que lo genere todo. En estos casos, el reto es que la trama baile, crezca y brille en ese espacio tan reducido.

El documental 'Venus: confesiones desnudas' lo logra y demuestra que la radicalidad no está reñida con la sutilez, el matiz, la variedad y los giros inesperados. Este film es de una contundencia y una dulzura al alcance de pocos. Sutil y descarado, frontal y sinuoso. Una maravilla que, además, cualquier mujer debería ver.

Ante “Venus: Confesiones desnudas”, de las cineastas danesas Mette Carla Albrechtsen y Lea Glob, me resulta difícil evaluar el nivel de excelencia de una propuesta, sin la menor duda, interesante, puesto que versa sobre uno de los dos mecanismos que más me fascinan del ser humano: el sexo y los sueños. A pesar de considerarme un hombre que ha cuidado la perspectiva femenina de su visión sobre el mundo, a pesar de ser un escritor que se siente más cómodo narrando desde el prisma femenino que desde el masculino unos acontecimientos, a pesar de que creo poseer una visión femenina de nuestra existencia, a mí esta propuesta danesa me ha gustado bastante sin llegar a apasionarme, pero creo que hay que ser necesariamente mujer para poder evaluarla en su integridad.

Estamos ante un interesante ejercicio de metacine. Estas dos directoras danesas nos cuentan en primera persona en el arranque del film que pretenden rodar una película erótica dirigida por y para mujeres. Para la consecución de su objetivo, convocan un casting al que sólo se pueden presentar mujeres del que pretenden extraer conclusiones para el contenido de su futura película. Más de cien mujeres comparecen y cuentan a cámara sus inseguridades, los problemas con su cuerpo, lo que les excita, sus fantasías sexuales, sus rutinas de masturbación, sus relaciones sexuales con personas del otro sexo o del suyo propio, sus problemas surgidos de la mezcla del sexo y de sentimientos, sus reticencias (o no) para desnudarse ante la cámara, la forma en la que el sexo condiciona su vida y sus relaciones sentimentales, las frustraciones y miedos que el sexo les sigue suponiendo…

Las mujeres que participan son tan francas y tan abiertas, que las dos cineastas concluyen que su película erótica jamás se va a rodar porque, sencillamente, debe consistir precisamente en el montaje de todas estas entrevistas. Y de ahí nace la interesante propuesta que es “Venus: Confesiones desnudas”. Tierna, necesaria y, sobre todo, honestamente feminista.

Hay que tener talento para hacer una documental sobre sexo y que resulte más aburrido y pacato que una clase de religión. Teniendo en cuenta que se trata de que HABLEN, hay más silencios que en una peli muda. De la sinopsis de la peli a la realidad hay un abismo.

Los testimonios que se van intercalando no siguen ninguna lógica, es como si a las autoras les diera igual el montaje del film o tener una mínima línea narrativa ni seguir un mínimo guion.

Tampoco es que haya mucha dirección: tres tipos de plano y arreando. A las pocas chicas que se muestran más seguras de su sexualidad tampoco les preguntan nada mínimamente interesante (tampoco a las del caso contrario, con una excepción), es todo muy robótico, los testimonios no terminan de fluir en su mayoría y es una pena, porque me parecen muy valientes las participantes.

Cinematográficamente, es un trabajo de un curso de audiovisuales cutre: no tiene ritmo, roza la sordidez estética, no se entiende a dónde quieren llegar las autoras o qué quieren realmente explorar (más bien, transmite que ellas tampoco lo saben).

En resumen, un documental con una premisa muy interesante que acaba malogrado por una dirección tremendamente torpe.