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Akai shuriken

Drama. Intriga. Acción Un joven y arrogante ronin llega por casualidad a un pueblo donde desde hace tiempo se disputan el liderazgo tres clanes: el del jefe Sumiya, el del jefe Kinuya y el del poderoso yakuza Hotoke, dueño de una casa de juego. El recién llegado confundirá a unos y otros mientras hace fortuna a su costa, pero Hotoke decide contratar los servicios de otro samurái errante para hacerle frente. La guerra no tardará en desatarse entre todas las familias... [+]
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Críticas ordenadas por utilidad
24 de agosto de 2023
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Llega el forastero al pueblo. Allí todo se mueve por la corrupción, la violencia y el vicio, un lugar perdido entre campos de trigo y sin esperanza.
Del forastero se espera mucho, pero sólo actuará en base a una cosa: las monedas que pueda recibir a cambio. Los samuráis también tenían un precio.

Son varias las razones por las que existe la peculiar "Akai Shuriken". En primer lugar el éxito que generó "Por un Puñado de Dólares" en el país nipón, cuyos derechos de distribución pertenecían a Akira Kurosawa tras denunciar el plagio de Leone a su "Yojimbo" (sin mencionar que él, a su vez, plagió "Red Harvest" de Hammett); ambas películas tendrán un fuerte impacto en la forma de hacer cine de samuráis. Hideo Gosha dará buena cuenta de ello, pero antes que él llegan los estudios Daiei para explotar tanto las influencias de la fábula de Kurosawa como del joven "spaghetti western".
Otra razón es la oportunidad del productor Shiro Kaga para llevar a la pantalla la única novela de ficción feudal del maestro del "hard-boiled" y el policíaco Haruhiko Oyabu; en realidad "Koken", publicada en 1.964, se compone de una serie de relatos cortos protagonizados por Kannosuke Ibuki, un nuevo anti-héroe que añadir a la larga lista de guerreros errantes, cínicos e implacables que poblaban el género en aquella década. La última razón viene dada por el papel de Raizo Ichikawa en la 5.ª parte de las aventuras de Kyoshiro Nemuri, "Enjo-ken"; aun contrario a desempeñar un rol más antagónico que de costumbre, la obra triunfó en taquilla, por lo que hubo de amoldarse a este cambio en su configuración de héroe.

Tan sólo unas semanas después de acabar el rodaje, el estudio encarga a uno de sus más hábiles artesanos en acción histórica, Tokuzo Tanaka, la adaptación del libro de Oyabu con Ichikawa una vez más bajo sus órdenes. El prólogo en ese lago rodeado de bosque mustio y cubierto de una espesa neblina posee cierto aire inquietante, y la imagen de tres cuervos sobre un cadáver flotante es un presagio absoluto de trágicos eventos futuros; el protagonista, que descubre un shuriken y atraviesa a una de las aves, ya nos está señalando la manera en que impone su fuerza al destino. Pero la verdadera secuencia de inicio es la mejor muestra de todas las influencias recibidas.
Aquél llega a un pueblo cualquiera a lomos de su caballo, con las mismas detiene una pelea entre dos clanes, y como tiene los cojones de acero, quita a un yakuza un puñado de monedas y se las da al comerciante al que le habían destrozado la tienda. Ichikawa ensombreció la figura del samurái en la saga de "Kyoshiro", pero ahora revela un carácter cerca de la parodia ácida, del Sanjuro de Mifune; su Ibuki es socarrón, arrogante, se jacta de su destreza y para más inri viste un chaleco y pantalones de cuero negro, anacronismo perfecto que subraya el efecto de la occidentalización sobre el clasicismo del "ken-geki", lo cual remata la música "leoniana" de Hiroaki Hagiwara.

La historia original no era sino la reinvención de "Red Harvest"/"Yojimbo", pero los toques "noir" que el autor imprimió al texto (en tributo a Hammett) son sustituidos en el guión por las referencias "western". Sin embargo las dos familias se extienden a tres, para complicar más las cosas al ronin forastero: la de Sumiya, la de Kinuya y la de Hotoke, el de mayor poder sobre la aldea, dueño de una casa de juego y de otros negocios de importancia. Como el mismo Kiyoshiro este Ibuki también se inmiscuye en las vidas de un puñado de secundarios que habitan en ese pueblo de mala muerte subyugado por el miedo y la continua violencia.
Los colores terrosos que provee a la imagen el maestro Kazuo Miyagawa resalta esa viscosidad y aspereza, siempre presente, tanto por el carácter de los personajes como por las situaciones que originan debido a su codicia, ambición, cinismo y maldad. El director maneja esta fábula marcada por la crudeza visual y un humor negro que sirve para revelar la cara más ruin de los implicados en una intriga donde Ibuki, que se apega al crédulo Sumiya, juega con todos para hacerse con la mayor cantidad de dinero posible; encontrará pronto una némesis (Masa), el clásico enemigo, contratado para eliminarlo y cuyo obligado enfrentamiento final será su obsesión.

Los acostumbrados al "ken-geki" de Daiei y de aquella década reconocerán a los también típicos personajes femeninos, y cómo no, opuestos: la chica desvalida pero valiente que captura el corazón del héroe cínico (preciosa Chitose Kobayashi), y la sibilina "femme fatale" que a todos engaña y sólo piensa en su beneficio (Masumi Harukawa, repulsiva en exceso). Para redondear la cosa el guión intercala, entre las trifulcas de los tres clanes y los tejemanejes que Ibuki lleva a cabo con ellos, otro de los relatos del libro de Oyabu: un gran tesoro robado al Gobierno y escondido en la montaña.
Esta subtrama, donde principalmente participan Hotoke y la zorra de la dueña del bar, tuerce aún más el film a los códigos del cine del Oeste y de aventuras, pero parece innecesaria; en realidad es el asesino a sueldo uno de los platos fuertes de la historia, pues revela una personalidad mucho más compleja y profunda de lo que a simple vista parecía (¿un ronin enamorado y dando importancia a una mujer por encima del dinero?). Tanaka, con su innata facilidad para las secuencias de tumulto humano y acción visceral, se destaca aquí al utilizar inusuales planos bajos, a la altura de la cintura y las rodillas, para los duelos y emboscadas, otra influencia de las técnicas occidentales.

Esto brillará en especial durante las magistrales tomas de los duelos a katanazo limpio en el campo de cereales bajo la penumbra del atardecer, muy de estilo Kurosawa, y dando ejemplo Ichikawa una vez más de sus grandes habilidades de lucha.
Filmada con dinámica fluidez y sentido de la acción con respecto al espacio natural ocupado por los actores, es de las escenas más recordadas del film y de toda la carrera del director.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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