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Hubert Robert: Una vida afortunada

Documental Panorámica sobre la brumosa carrera de este pintor, mimado por la aristocracia rusa, a través de sus lienzos expuestos en el Museo del Hermitage. (FILMAFFINITY)
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10 de marzo de 2017
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Sokurov es uno de los maestros del nuevo cine ruso (aunque atención, sus primeros trabajos se remontan ni más ni menos que a los años setenta, con la URSS en pleno auge). No en vano, fue tomado por el propio Tarkovsky como su sucesor. Y es cierto que en el cine del primero encontramos trazas ineludibles de la huella del maestro soviético, pero no lo es menos, que la filmografía de Sokurov se ha convertido en una de las más sólidas, tanto por calidad como por diversidad, del cine internacional. La única pena es el poco presupuesto con el que han contado el noventa y nueve por ciento de sus películas, a excepción quizá, de la más célebre (si hablamos de eco internacional), como fue рускии ковчег (El arca rusa, 2002), donde el cineasta, en un ejercicio de estilo (el más acentuado de toda su carrera, lo que ya es decir) nos presentaba una singular historia del Hermitage y por ende, de San Petersburgo y Rusia, tomado en un único plano secuencia. Y eso, que el filme, duraba tan sólo la friolera de tres horas. Pues bien, la película o mejor dicho, el mediometraje que comentamos hoy, tiene una relación con el Arca Rusa, en cuanto nos presenta un documental sobre una de las figuras artísticas que se expone en el museo, como es el pintor de origen francés, Robert Hubert. El documental, titulado, робер счастливая жизнь (Hubert Robert, una vida afortunada, 1996) nos presenta de manera muy sui generis, la vida y obra de este pintor, que consiguió sobrevivir a la revolución francesa prácticamente de milagro.

Y es que Soukorov tiene una larga dilata experiencia con el género documental. Gran parte de su carrera está cimentada precisamente en numerosos documentales que con una visión poética, están centradas en la cultura e historia Rusa.

El argumento del filme es bastante sencillo, y se divide en dos vías. Por una parte, el cineasta nos presenta una historia personal, un acto de teatro clásico japonés al que asiste. Por otra, se dedica a rodar diversos planos del Hermitage y cuadros de Robert Hubert, mientras con su propia voz en off como narrador, nos explica sus propias sensaciones sobre la obra del artista francés. Lejos de un relato historicista o académico (los datos biográficos son los justos y necesarios) ,la historia se centra más en las propias impresiones personales del cineasta sobre la obra de Hubert. De una manera muy comedida pero en la que se intuye la propia pasión del director por el arte de Hubert se disecciona, con imágenes, la obra del francés. Lo más interesante sin duda son los detalles en los que se explaya el director, con planos detalle de sus obras, y de las que Sokurov muestra un ojo clínico.

Por ejemplo, el cineasta nos presenta repetidamente un plano que capta un pequeño autorretrato del propio Hubert, tumbado mientras dibuja y observa las ruinas romanas. No es casualidad, y este plano tiene una significación especial, además de ser uno de los temas de la película. El propio Hubert, se autorretrató magníficamente con asombro ante lo que estaba ante sus ojos (la grandiosidad romana) y que en realidad puede aludir tanto al cineasta como al propio espectador, absorto ante el arte.

Leyendo entre líneas, no es difícil reconocer el porqué Hubert es el pintor favorito del siglo XVIII de Sokurov, como él mismo reconoce. El propio cineasta utiliza el documental con un tono más que sobrio para plasmar sus difusos pensamientos sobre el pintor, algo que es más que un síntoma. El neoclasicismo de Hubert, pero también sus fantasías en las que se anticipaba un incipiente romanticismo (fijémonos sino en como retrata la arquitectura romana, como dice el propio Sokurov, engrandeciedola de manera fantasiosa, porque nunca existió así) son una de las marcas del estilo del filme.

Quizá, el único pego que se le puede poner a la pieza es la poca conexión que presentan ambas partes con las que juega el filme. La pieza de teatro japonés y las pinturas de Robert Hubert van por dos caminos totalmente opuestos, y aunque al final si consiguen unirse, es cierto que al principio resulta ciertamente desconcertante la presentación

https://neokunst.wordpress.com/2017/03/10/hubert-robert-una-vida-afortunada-1996/
Kyrios
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