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Komsomol (El canto de los héroes)

7,0
65
Documental La actividad de los trabajadores de choque en la construcción de la central de altos hornos de Magnitogorsk se ve incentivada por los estímulos ideológicos y por la dirección de la organización juvenil del Partido Comunista. (FILMAFFINITY)
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
3 de febrero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Komsomol (Pesn o Gerojach, 1932) es una interesante película documental de factura soviética, que está realizada por el director de origen holandés Joris Ivens, quien realizó películas alrededor de todo el globo (por este motivo fue conocido popularmente como el holandés errante), durante su prolífica carrera. Esta, más en concreto, se enmarca en la gira que realizó el director por tierras soviéticas. Es interesante remarcar el año de producción, porque para entender Komsomol resulta ineludible hablar de sus condicionantes históricos. Al igual que otros filmes del cineasta, el filme desarrolla el propio pensamiento ideológico del cineasta, quien durante la década de los años treinta y cuarenta mostraría en sus documentales los horrores de la humanidad, desde una visión cercana al socialismo. De hecho, en el 1937 dirigió una película sobre la guerra civil española The Spanish earth (Tierra de España, 1937) donde nos mostró el bando republicano y la acción tanto de las milicias como de los movimientos campesinos.

De hecho, no en vano he citado el adjetivo interesante para describir el filme de Ivens. Aunque desde luego, hemos de matizar. Interesante, pero no apta para todo el mundo. Porque en realidad, la película documental no nos muestra nada más que la construcción de una industria en una ciudad cerca de los Urales. ¿Qué hay de interesante en ello, pensarán muchos? Y precisamente para eso, hemos de entender en qué fecha se realiza la cinta, así como también el lugar. La Unión Soviética en el año 1932 había recibido ya la creciente subida al poder de Stalin, aunque aún no se había iniciado las terribles purgas que estaban a punto de iniciarse (y que tuvieron su máximo esplendor durante el período que se sitúa cronológicamente con la Guerra Civil Española), es decir, la censura y la libertad creativa aún son posibles. Es por ese motivo que una película como la de Ivens vió finalmente la luz.

La película se enmarca en el potente proceso de industrialización que recibieron las tierras soviéticas durante las primeras décadas. El filme precisamente, tiene la intención de mostrarnos la creciente expansión de la industria en la URSS. Ahora bien, ¿Se trata de un simple folleto propagandístico? Lo cierto es que la película, que resulta en ciertos aspectos bastante anticipativa, elabora una estética particular, que pretende señalar la belleza de la modernidad y el nuevo mundo que se estaba abriendo (y que finalmente no acabó de ver la luz). Cuando Ivens describe la maquinaria, los repetitivos procesos que sufren en la fábrica, los obreros y sus gestos cotidianos, no hace todas estas cosas por puro azar, sino con un interesante objetivo detrás: Señalarnos que la ética y la estética van necesariamente unidas de la mano. Es decir, la expansión industrial tiene el motivo de crear un nuevo mundo allá donde antes no había sino estepas y pueblos nómadas. Y como el crecimiento económico es capaz de generar una nueva vida donde no había nada. De tal manera, y en cierto sentido esto nos puede recordar en parte a los planteamientos iniciales de los futuristas (aunque los resultados fueran totalmente diferentes) la máquina aparece como una seña de identidad del futuro, que se hace presente a medida que se rueda la película. Los planos y la puesta en escena del filme no son la de un documental cualquiera, sino que pretenden subrayar precisamente esta idea principal, la de la máquina como dignificación del trabajador, y el trabajador como una pieza indispensable en el engranaje de la nueva sociedad. Quizá eso sí, hay que añadir que el filme puede contener la semilla de lo que finalmente acabaría desembocando en el realismo socialista.

Como es lógico, la técnica industrial también tiene un peso importante, no en vano, pese a la poética del filme, el mensaje principal de la película es transmitir el poderío industrial de la URSS, en contraposición con la crisis económica que sufrían los países capitalistas en la década de los años treinta. La película tiene un punto de propaganda evidente, como es señalar los nuevos procesos que se estaban generando en el país.

También hay detalles que resultan interesantes resaltar. Es el caso de la burocracia, que ya empieza a implantarse en el país, cuando vemos a la gente acercarse a la administración para presentar sus credenciales y optar a un puesto de trabajo en la fábrica según su especialización. O la inclusión algunos técnicos extranjeros, invitados por el país. La cotidianeidad del filme y de los trabajadores también aparecen descritos en el filme, en ocasiones incluso con un punto evidente de humor.

Por cierto, no hay que olvidar los primeros minutos del filme que no tiene nada que ver con el resto del metraje, pero que resultan deliciosos. Se nos presenta en un estilo muy cercano al de Eisenstein, y es que, aunque la película es sonora, el peso del cine mudo está muy presente, pero sobre todo lo está en estos primeros compases, donde no existe la voz (no así la música) y donde se nos presenta una manifestación de obreros en un país capitalista (Alemania para más señas). El juego de planos y la construcción del montaje hacen de esta primera parte una verdadera lección de hacer cine. Quizá un homenaje del propio Ivers al montaje soviético.

https://neokunst.wordpress.com/2017/02/03/komsomol-el-canto-a-los-heroes-1932/
Kyrios
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