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Sicixia

Drama. Romance Xiao es un ingeniero de sonido que recorre las localidades y lugares más recónditos de Galicia en la procura de sonidos, de la gente y de la naturaleza. En este viaje conocerá a Olalla, quien trabaja en la cosecha de algas y despertará en Xiao la pasión por la vida, la tierra y lo salvaje de la Costa da Morte. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
26 de noviembre de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ignacio Vilar consigue en Sicixia una experiencia sensorial más allá del lenguaje cinematográfico habitual. A través de los sonidos y una dirección semi-documental consigue meternos dentro de la película. Casi podemos sentir las gotas de mar, el viento o los olores gastronómicos. Además narra una historia romántica entre dos seres perdidos que se encuentran el uno al otro, y a sí mismos, con huego para dar visibilidad a la violencia de género. Evidentemente no es apta para todo tipo de público pero sí para aquellos con un mínimo de sensibilidad y que busque alejarse de los blockbusters. Esos gozarán como nunca de una película que es difícil de explicar con palabras, hay que sentirla.

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Andrés Castro
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25 de noviembre de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El largometraje más reciente del gallego Ignacio Vilar, director de la exitosa "A Esmorga", es una pieza semidocumental que recorre el paisaje de Costa da Morte en compañía de un ingeniero de sonido y su guía, al tiempo que desarrolla entre ambos una pequeña historia de amor lastrada por la presión social y familiar. Seleccionada para la Sección Oficial del Festival de Cine de Gijón, la película está rodada enteramente en idioma gallego, y su enfoque está claramente dirigido a representar la realidad local.

Concebida por su autor como una reivindicación en clave de homenaje tanto del entorno paisajístico de Costa da Morte como de su cultura popular, la película no escatima en recursos para ello, y su propósito se convierte en la principal razón de ser de la misma. En este aspecto es, de hecho, donde "Sicixia" concentra sus mayores logros. La recreación visual es muy hábil, sirviendo muy bien al objetivo de resaltar la belleza del paisaje y dar cuenta de esa romantización que forma parte del discurso de Vilar en el filme. Tal vez pueda hablarse de algunos momentos en los que se le va un poco la mano con esto, fruto sin duda del afán estético de su director, pero en su mayor parte encuentra un equilibrio adecuado entre la exaltación y una representación más austera y comedida.

Y si visualmente la cinta ya tiene poco que se le pueda echar en cara, su uso del sonido, convertido aquí por conveniencia narrativa en un factor protagonista, es directamente excelso. Durante una hora y media, mientras acompañamos a la pareja en la búsqueda de sonidos que se encuentran en sus parajes, los espectadores tenemos la oportunidad de escucharlo todo como si estuviéramos ahí mismo, formando parte del paisaje y recorriéndolo con ellos. Vilar incluso prescinde casi totalmente de una banda sonora para extraer toda la fuerza de un sonido ambiental envolvente, dando un énfasis muy característico y desde luego evocador al viento, el oleaje o incluso a las conversaciones que suceden en los pueblos que visitamos de la mano de Xiao y Olalla.

Sin embargo, los esfuerzos de su director por crear una experiencia sensorial fascinante, sin duda loables, chocan en el conjunto de la película con una historia de amor que en ningún momento está a la altura de lo que le rodea. De intenciones mucho más interesantes que los resultados, la trama romántica del filme sufre de una falta de cohesión importante, producto en parte de su nula exploración introspectiva en los dos personajes, pero también por los giros que parecen llegar como venazos aislados, y que dan la impresión de estar ante una improvisación chapucera. Al fin y al cabo, Vilar prescinde de un guión previo para recrear esto, y eso lamentablemente se nota y lastra mucho.

Pero lo que realmente duele de todo esto es que esta ficción no tiene una razón de ser y viéndola se me hace difícil creer que el director supiera lo que pretendía hacer con ella. Parece totalmente innecesaria, incluida por compromiso y con escaso convencimiento, y convierte lo que podría haber sido un documental estupendo en un híbrido semidocumental irregular y en muchos aspectos fallido. La película es grande cuando observa y deja actuar, ya sea al paisaje con sus lugares y sonidos, o a los habitantes del lugar cuando narran viejas leyendas o reflejan su realidad social, conformando un documento etnográfico muy logrado; sin embargo, cuando ha de tratar la psicología de unos personajes ficticios y explicar algo que sucede al margen de esta realidad documental, se hunde en el tedio y el desinterés. No hay nada en ella de los méritos que se encuentran en el resto de la cinta, y en la estructura narrativa global simplemente no logra conectar de una forma armónica, quedando como un pegote mal situado y prescindible por completo para lo que al final pretendía evocar Vilar en ella.

Con todo, tal vez calificar a "Sicixia" de oportunidad perdida por completo sea excesivo. La sensación que me deja es la de haber asistido a algo que tenía un gran potencial estético pero quedó herido de muerte por una mala decisión narrativa arrastrada durante todo el metraje; sin embargo, esa belleza y capacidad de evocación permanecen, y por momentos logran un efecto notable que hace olvidar los defectos e invita a dejarse arrastrar. Lamentablemente esto ocurre de una forma bastante más irregular y esporádica de lo que sería preferible, pero confirma que en ella hay sin duda talento y una expresión artística personal que, llevada a buen puerto y puliendo lo que sea necesario, puede llegar muy lejos.


Texto escrito para www.cinemaldito.com
Ghibliano
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26 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sicixia comienza con un marcado carácter documental, registrando el comportamiento de las gentes que habitan la población de Xiao y la Costa da Morte, y también los sonidos de la naturaleza, convirtiendo la profesión del protagonista en una decisión nada casual, que termina siendo el motor narrativo del film. Xiao es un ingeniero de sonido que recorre los lugares más recónditos de Galicia en búsqueda de sonidos, tanto del trabajo humano como de la naturaleza. Para su nueva misión es destinado a la Costa da Morte, donde trabajará junto a Olalla, una trabajadora de la cosecha de algas con la que comenzará una relación amorosa.

Es en ese preciso momento donde el documental desaparece, o al menos pasa a un segundo plano, surgiendo una ficción a partir del mencionado romance. Para Xiao, la experiencia se convierte en un viaje de no retorno a dos niveles: en cuanto a su vida personal, suponiendo una liberación de un matrimonio que no pasa por el mejor momento, y a nivel profesional, pues los sonidos y paisajes son fundamentales para reflotar su vitalidad. Por otra parte, Olalla es víctima de una sociedad dominada por el machismo, aunque al principio parece dispuesta a hacer oídos sordos a los comentarios de la gente del pueblo y de sus familiares. Sin embargo, en determinados momentos su libertad se ve privada y condiciona el desarrollo de su relación y de la propia película, que no se estrena por casualidad el día contra la violencia de género. Ignacio Vilar ofrece una mirada afilada sobre el mundo rural, aún más clarividente cuando la forma de filmar muchas de las escenas es como si nos encontráramos ante un trabajo documental.

Aunque probablemente falle en lo más importante, pues le falta alma y también sensibilidad -quizá aquí la intención de Vilar sea contagiar el trato del romance con el salvajismo del paisaje, con imágenes más abruptas que cálidas-, Sicixia merece una oportunidad por su contundencia en las elipsis y por aunar de forma sumamente hábil parajes, sonidos y sentimientos. La confirmación de esa contundencia son sus preciosos minutos finales, que, lejos de buscar respuestas y analizar comportamientos, supone el retorno al punto de partida de quien comenzó un viaje imposible, a su refugio, sin ninguna escapatoria a su alcance. Es genial y estimulante el uso de la música precisamente para acompañar a esas imágenes, cuando se perdió la posibilidad de registrar el sonido.

Sicixia es un paso coherente en la filmografía de Vilar, que ya obtuvo dignos resultados con su anterior película, A Esmorga. Ahora la experiencia sensorial adquiere aún más importancia, y el avance impreciso de la trama no supone en absoluto un obstáculo para su disfrute. En cualquier caso, queda la duda de si el resultado hubiera sido más compacto con unos personajes más cercanos, igual de importantes que el entorno que los envuelve. Lo más probable es que la respuesta sea afirmativa, pero eso no lastra una de las propuestas más estimulantes que nos ha regalado el cine nacional este año. Una película para mirar, oír y tratar de sentir.
Marty Maher
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1 de diciembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A medio camino entre el drama romántico y el documental, es en esto último donde se encuentra la parte más interesante. Las historias de las gentes del pueblo, sus trabajos, aficiones, alguna leyenda con la que se crea cierta similitud con los dos personajes principales llaman mi atención más que la historia principal acerca de la historia de amor entre un ingeniero de sonido y la chica que le sirve de guía en el pueblo. Aunque, pensándolo bien, casi diría que la historia principal es la otra y esta una excusa para llegar a ella.

Aún así, la historia dramática tiene en la interpretación de Marta Lado , guapísima actriz que no conocía, lo más destacado. Es buenísimo como expresa sentimientos con mínimos gestos, miradas y sonrisas que, junto a los paisajes de A Costa da Morte, enamora tanto o más.
jesus
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26 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El planteamiento de Sicixia se asemeja al de un documental ficcionado; los personajes plantean sus problemas en un espacio que se acaba convirtiendo en el real protagonista de la cinta. El director, Ignacio Vilar, afirma que con el escaso cuidado del maquillaje y el vestuario, la utilización de luz natural, los actores interpretándose a ellos mismos y el uso de cámara en mano a lo largo de todo el metraje pretendía la búsqueda de naturalidad. Lo cierto es que los dos principales, Monti Castiñeiras (Xiao) y Marta Lado (Olalla) no resultan creíbles del todo puesto que la química entre ellos es nula. Parte de la naturalidad que defiende el director se ve reflejada en la inexistencia de una banda sonora extradiegética ya que la única música que acompaña a la película es el sonido de las olas batiendo en la Costa da Morte. Este hecho recuerda al movimiento fílmico Dogma 95 con el que se pretende la purificación del cine mediante el rechazo de altos costes y efectos especiales; algunas de sus normas comprendían el rodaje en localizaciones reales, el uso de sonido diegético o la utilización de cámara en mano.
Por otra parte cabe destacar la influencia de Terrence Malick en la secuencia final puramente preciosista en la que Olalla se sumerge en el océano acompañada por pieza de música clásica. La fotografía es digna del director estadounidense que no duda en alargar su planos el tiempo que sea necesario para captar la belleza del momento, al igual que ocurre con Ignacio Vilar. Importante también la influencia de la leyenda de Buserana y Florinda en la que el personaje femenino acaba siendo arrastrado por una ola al fondo del mar al encuentro de su amado.
Esta historia en la que Olalla sirve de guía a Xiao y a su vez él se convierte poco a poco en su lázaro abriéndole los ojos (y los oídos) a lo que siempre tuvo delante no acaba de quajar del todo. La línea argumental es algo pobre y las intervenciones de los paisanos no consiguen incrustarse en la película y formar un todo. Ignacio Vilar no ha conseguido la alineación de todos esos elementos tal y como él pretendía; finalmente no se ha dado la sicixia.
estergarcia
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