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Verano del 85

Drama. Romance ¿Con qué sueñas cuando tienes 16 años y viven en un pequeño pueblo de la costa de Normandía en los años 80? ¿Con tener un mejor amigo? ¿Con hacer un pacto de amistad que dure para siempre? ¿Con correr mil aventuras en barco y en moto? O quizás sueñas con la muerte... Las vacaciones de verano acaban de comenzar y esta historia cuenta cómo Alexis empieza a crecer. (FILMAFFINITY)
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
19 de septiembre de 2020
28 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta complicado situar a esta película a esta altura de la carrera de Ozon, tanto por el aspecto autobiográfico como por la manera en la que el director aborda la película y cambia totalmente del estilo de sus últimas películas; sin embargo, en la película encontramos referencias que han estado presentes a lo largo de su filmografía, como puede ser la escritura, los juegos temporales, la homosexualidad, la liberación de la palabra, la enseñanza, etc.

El amor y la muerte. Los dos grandes temas de nuestra vida. Parece como si, en ocasiones, todo se resumiera en esos dos elementos, ambos asociados al descubrimiento, algo muy presente en la adolescencia. Si por algo ambos temas se repiten en innumerables ocasiones es por la experiencia única y personal en la que cada uno experimenta en sus carnes los sentimientos asociadas a cada una de estas vivencias; ambas conectadas entre sí.

François Ozon elige explorar ambos temas desde un punto de vista naif y directo, de la mano de Alexis, un adolescente que, en muy poco tiempo, experimenta y descubre cosas que otros tardan media vida en descubrir.

Al inicio de la película el sujeto del amor ya es asociado, directamente, con un cadaver, por un Alexis que se nos descubre fascinado por la muerte y los ritos funerarios del antiguo Egipto. La fascinación de Alexis por la muerte tiene algo que ver con el tiempo y la perpetuidad, algo que no encontramos en David, un personaje mucho más despreocupado y cercano al prototipo de adolescente, algo que acabará por provocar un conflicto entre ambos. Así, la historia nos presenta a dos jóvenes de la misma edad, pero con distintas maneras de afrontar el presente. Así, David le dice a Alexis en un momento de la película: no es necesario que entiendas todo.

Tengo mucho, y mi sentimiento por ella lo absorbe todo; tengo mucho, y sin ella todo se me vuelve nada. Los sufrimientos del joven Werther (Johann Wolfgang Goethe)

Es bonito enamorarse por primera vez, es como empezar a andar; aunque no se haga muy bien, uno siente que ha descubierto algo de lo que desconocía su existencia, experimenta sensaciones desconocidas hasta entonces; es lo que le sucede a Alexis, al enamorarse de David, el cuál parece acudir en su ayuda y, en forma de espejismo, mostrarle eso que nos parece vislumbrar cada vez que nos enamoramos, la inmortalidad y la juventud eterna; aunque más tarde se inviertan los roles y sea Alexis el que parece estar salvando a David. El amor es una forma de espejismo que puede hacernos vivir los mejores y peores sentimientos. El amor no es racional, pero eso no significa que no se pueda aprender a amar y a amar mejor, algo que Ozon deja entrever al final del film.

El descubrimiento del que he hablado al principio también acarrea una necesidad de comprender lo qué nos ha pasado, algo en lo que la película centra su atención en la última parte; David necesita entender y reflexionar acerca de lo que le ha ocurrido y la importancia y trascendencia que sus decisiones han tenido; Alexis aprende que hay decisiones que lo cambian todo y que, por mucho que queramos, ya no podemos cambiar. Alexis realiza un ejercicio de introspección que le permite seguir adelante y aceptar lo ocurrido, dejando la culpa atrás.

Es necesario entender la película desde el punto de vista despreocupado e irracional de un adolescente, no hay momentos para la calma ni la reflexión, el amor llega y barre con todo, no hay espacio para la sutileza, las cosas suceden de manera directa y sin rodeos.

Con la aparición de la chica, la película nos recuerda, por momentos, a Rebelde sin Causa, en los que David parece adoptar el papel de James Dean y Alexis el de John Plato; el sonido del peine de David, imitando a una navaja, nos recuerda y nos deja entrever que el peligro está ahí.

Me cuesta entender algunas decisiones del director en lo relacionado algunos excesos en lo que respecta al personaje de la madre de David y su exageración, al igual que la falta de sutiliza en algunos momentos como a la hora de tratar la relación de Alexis con su familia o algunos momentos de humor que no terminan de encajar. Por otra parte, la decisión del director de adaptar la película a los códigos de las películas de adolescentes de los años 80, es una decisión más personal, pero también cuestionable y que puede resultar difícil de entender.

La película gana cuando se centra en la historia de ambos y pierde cuando se aleja de ellos y aparecen los personajes secundarios, que no terminan por aportar gran cosa a la película ni a la historia.

El amor de Alexis por David, será, de alguna manera, eterno, como una suerte de sueño del que ni Alexis ni David despertarán.
miguelyllo
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10 de octubre de 2020
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leí que esta película hizo bostezar al ínclito Boyero, mejor carta de recomendación puede haber. Al final no es para tanto, pero al menos es corta y sin grandes pretensiones, y puede generar interesantes conversaciones sobre si el enamoramiento es un trastorno de personalidad transitorio.

Me ha recordado bastante a Rohmer, supongo que porque vi hace poco “Pauline en la playa”, con sus amoríos vacacionales playeros en los años 80. Sencilla pero extrañamente satisfactoria. Creo que aún hubiera sido más satisfactoria si hubiera sido aún más sencilla porque el pequeño tinglado de misterio y flashbacks no termina de funcionar. Quizás viene de la estructura del libro (que no he leído), donde estará mejor justificado.

Gustará a: necrófilos, egiptólogos, Siniestro Total,
No gustará a: velistas, DGT, vigilantes
eristuff
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11 de octubre de 2020
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las temáticas en torno a la adolescencia y la homosexualidad en el cine de François Ozon son recurrentes, por lo que se deduce un claro interés personal derivado de su propia identidad afectivo-sexual. Y en el caso de su última obra, este verano que quizá sea en parte un recuerdo personal, ubicándola en los años 80, cuando él fue joven.

Es por esto que al contar esta bonita, sentida y agridulce historia de seducción, pasión y amor -unilateral- homosexual juvenil, entre el bello efebo protagonista y su ángel de la guarda y seductor (un tipo con aspecto de ídolo juvenil y de estética inequívocamente ochentera, como salido de aquellas pandillas de rebeldes y leyes de la calle coppolianas), Ozon pone en ello el énfasis emocional que una historia así necesita para llegar a conmover al público.

Y el objetivo está conseguido en gran parte y en la mayoría de momentos, con la ayuda de Rod Stewart y con el dramatismo que requiere una historia como esta, aunque sin renunciar a puntuales momentos humorísticos (madre-bañera, travesti-morgue...) que provocan, junto al cierto tono desenfadado en la narración, que no llegue a la profundidad de 'Call me by your name', con la que guarda obvias similitudes. Otra buena película de uno de los directores europeos más en forma de nuestros días.
Amor Perro
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23 de septiembre de 2020
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nostalgia es un arma, decían Astrud. La nostalgia es un arma de destrucción masiva, añado yo.

François Ozon retoma en “Verano del 85” la adaptación de material ajeno, como ya ocurrió en la celebrada “En la casa”, originalmente una obra de Juan Mayorga. En este caso, Ozon hace suya la novela juvenil “Dance on my grave” de Aidan Chambers, que narra el encuentro entre el adolescente Alex (Félix Lefebvre) y un chico mayor, David (Benjamin Voisin), y la relación que se establece entre ambos durante un verano en un pueblo de la costa normanda.

En ambas adaptaciones hay curiosamente varios nexos de unión que las sitúan en una órbita similar. Primero en cuanto a las cuestiones del relato en sí: protagonista adolescente, relación de dependencia recíproca pero asimétrica, aproximaciones al entorno educativo... Pero también en cuanto a las formas del relato, como por ejemplo en la forma en que se sugieren esos pequeños misterios velados que van a ir mostrándose finalmente de forma escalonada. Quizás es el punto de vista moral lo que más separa a ambas películas, en todo caso: la mirada que Ozon parece posar sobre cada uno de sus personajes está llena de empatía y comprensión en esta “Verano del 85” mientras que en “En la casa” esa forma de contemplar era un poquito más ambigua, con no pocos toques de cinismo.

Hablaba antes de nostalgia y justamente el enfoque nostálgico parece un elemento clave a la hora de pensar esta película. De entrada, es imposible que la película funcionase de la misma manera si estuviera ambientada en cualquier otra época. No en vano la contextualización temporal (“verano” y “1985”) aparece ya de entrada en el título de la película, eliminando el más directo y prosaico “Baila sobre mi tumba” del relato original, y esto parece ya una primera guía de interpretación para el espectador. De entrada, el verano: la estación de los primeros amores, de los recuerdos más conmovedores pero también más apasionantes, del anhelo perpetuo al que volver mentalmente para encontrar cierto confort emocional. Y, después, 1985*, el punto medio de la década bisagra en la aceptación social y, por así decirlo, difusión mediática de la homosexualidad. Así, estas ideas se fortifican en la visión del espectador y sirven como base, como libro de instrucciones ante el juego que está a punto de plantearles el director francés.

Ozon, que otra cosa no pero el asunto del pop lo maneja de manera excepcional, no solo ilustra ya desde los créditos el trasfondo nostálgico y emocional de la película con la canción nostálgica y emocional por antonomasia (esa mencionada “In between days”) sino que además incrusta “Self control” en su edición original, la de Raf, en el primer baile juntos de Alex y David, con lo que ese “In the night, no control, through the wall, something breakin', wearin' white as you're walkin' down the street of my soul” adquiere un completo nuevo sentido para la película. El acierto final es la inclusión de “Sailing” en la versión de Rod Stewart como el tema principal que acompaña a los momentos de mayor músculo sentimental, realzando el significante de ese barco en el que navegan los protagonistas sobre la costa y que parece una forma bellísima de contarnos que el amor muchas veces es tan solo una huida hacia adelante.

Se le acusa a “Verano del 85” de explicarnos algo ya mil veces explicado. Puede ser. De hecho, uno podría aventurarse a considerar “Verano del 85” como la “Call me by your name” de la temporada. Pero bien sabe el lector que en el cine lo de menos es lo que se cuenta. Y puestos a establecer una confrontación con la obra de Luca Guadagnino, “Verano del 85” me parece una película más perversa en el mejor sentido, menos pagada de sí misma y menos atribulada, ya que esa mezcla de angustia y alegría de vivir adolescente es mucho más audaz al asumir lo grave con levedad y lo leve con gravedad. Y es que a veces un llanto sostenido y un baile en silencio pueden ser la misma cosa y a la vez las cosas más distintas del mundo.

Estamos en definitiva ante una película llena de cruzadas psicológicas vistas a través de un filtro colorido de falsa superficialidad: el Eros y Tánatos freudiano como una fiesta de disfraces en la que colarse, la búsqueda de la identidad en forma de chicos con flequillo y chicas con corte a lo garçon, el complejo de Edipo atenuado en forma de madres estupendas que te desnudan para darte un bañito y figuras paternas que aparecen donde menos uno lo espera. Lo están viendo, ¿verdad? Es el credo innegociable de Ozon puesta a planos en una sola película desprejuiciada y maravillosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
davidmdehaza
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30 de septiembre de 2020
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pueblo en la costa de Normandía. Estamos en verano de 1985, suenan The Cure con su "In between days" y el joven Alex / Alexis, de apenas 16 años, es salvado de morir ahogado cuando su embarcación vuelca en mitad de una tormenta. Su salvador es otro chico de poco más de 18 años, seductor, seguro de sí mismo y con un interés ambiguo en él. Como una ola el amor llega a la vida de Alex y con él se desata una relación explosiva de amistad, pasión, celos y muerte. Muerte que ya se apunta desde la primera escena del film, en la que Ozon nos desvela la identidad del cadáver y nos invita a participar de la investigación policial mientras seguimos la novelización de este romance con la misma avidez que seguía las redacciones de su alumno preferido el profesor de "En la casa" (2012).

La primera parte de la película es una típica historia de coming of age LGTB como ya hemos visto en otras muchas ocasiones: primer amor, autodescubrimiento y despertar sexual. No innova pero funciona estupendamente por lo buen narrador que es a estas alturas de su carrera ya Ozon. La experiencia es un grado y es que, en el tiempo que tú tardas en poner la lavadora, François Ozon te ha rodado otra nueva película. Y casi nunca defrauda.

Esta primera parte de la película, ese primer amor gay estival y ochentero, nos trae irremediablemente a la cabeza la aclamada "Call me by your name". Y aunque "Verano del 85" no posee (ni busca) la capacidad inmersiva del cine sensorial de Guadagnino, sí encontramos una ligereza que se agradece y algunos hallazgos narrativos de gran fuerza, como la magnífica escena del walkman al ritmo de "Sailing" de Rod Stewart, quizá el mejor momento de toda la película.

La segunda mitad es más original e imprevisible, aunque también más problemática, ya que juega con las expectativas de thriller criminal a lo Patricia Highsmith que había creado inicialmente en el espectador, a riesgo de defraudarlas. En esta segunda parte de la película, los giros y cambios de tono son por momentos bruscos y desconcertantes. A otro director con menos oficio probablemente se le habría venido la película abajo, pero Ozon consigue salir a flote como la barca del protagonista en la escena inicial, con pequeños destellos de genio e ingenio y hasta un autohomenaje bastante simpático a su cortometraje "Un robe de été" (1996).

Al final, aunque en conjunto resulte irregular, la película funciona. Es de las buenas de Ozon aunque no de las mejores. Su mayor baza es la manera tan certera en que captura la intensidad adolescente, esas pulsiones irracionales que basculan en torno al Eros y el Tánatos, al ideal romántico y al deseo o fascinación por el riesgo y la muerte, visibles ya desde casi el inicio del film en el brillo de los ojos del protagonista mientras observa como un desconocido ebrio se juega la vida delante de un coche, y que luego cobran una importancia mucho más capital en el devenir de la historia.

Vuelve también aquí Ozon a otro de sus temas favoritos, el juego entre realidad y ficción que ya estaba en primer plano en films como "En la casa" o "Swimming Pool", explorado en esta ocasión con menor intención juguetona pero que condiciona igualmente la credibilidad del relato.

En el apartado actoral, el protagonista Felix Lefebvre es un agradable descubrimiento y por momentos se parece tanto a River Phoenix que asusta. Ozon lo sabe y lo potencia ya desde el cartel de la película, que guiña un ojo hasta quedarse tuerto a "Mi Idaho privado", así como por medio de distintos planos y looks que acentúan el parecido entre ambos actores y evocan a la malograda estrella de "Un lugar en ninguna parte". Lefebvre lleva el peso de la película con bastante holgura aunque sin el magnetismo que desprendían el malicioso Erns Umhauer de "En la casa" o Timothée Chalamet en "Call me by your name". Ozon es consciente de que el protagonista en la película tiene solo 16 años (no así el actor, mayor de edad) y aunque se recrea en imágenes de cierto homoerotismo, como las del chico observándose semidesnudo en el espejo subido a un taburete, evita ser explícito en otras escenas que podrían haber provocado una polémica innecesaria.

driveincine.blogspot.com
JRB
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