Morir como un hombre

Puede que el argumento de "Morrer Como Um Homem" (Morir como un hombre) pueda llevar a pensar en una cinta deudora de las primeras obras de Almodóvar, con travestis, drogas y un mundo suburbano retratado desde un punto de vista cómico y ácido. Nada más lejos de la realidad. Pese a todo, tampoco nos encontramos con un musical en la línea de la fantástica "Hedwig and the Angry Inch", ni algo menos dramático como "Rocky Horror Picture Show". João Pedro Rodrigues consigue con su tercer largometraje presentar un estilo propio y mostrarnos la historia de Tonia como hasta ahora no se había visto, haciendo una parada en sus sentimientos más allá de los tan recurrentes números en cabarets de mala muerte o escenas de sexo metidas con calzador.

Con una dirección fantástica y un trabajo brutal en los encuadres (la primera media hora del film es un regalo para la vista, está todo obsesivamente calculado para que cada imagen sea casi perfecta), se mezclan drama, comedia, aventuras, pinceladas de Road Movie, escenas bélicas e incluso algún elemento surrealista para crear un híbrido imperfecto pero sólido, con muchos valores a destacar por encima de ciertos fallos o, más bien, carencias. Incluso excesos: se alarga demasiado y tiene escenas que no aportan nada al argumento, sino que más bien sólo consiguen resentir el ritmo. ¿A destacar, por encima de todo? La poderosa interpretación de un Fernando Santos camaleónico, en estado de gracia, que recuerda enormemente a lo que conseguía Klaus Maria Brandauer en Mephisto (István Szabó, 1981). Merece la pena.

Tonia (espléndido, camaleónico Fernando Santos) es un travesti cuya estrella se va apagando en los espectáculos de Lisboa... Entre Almódovar (uso del color, empleo punzante y preciso de singulares canciones, rocambolesca historia, sentido del humor) y Fassbinder (equilibrio sentimental entre un argumento algo desquiciado, afán por el melodrama y la melancolía) se ubica Rodrigues en "Morir como un hombre": estamos ante una obra notable, llena de personalidad, genuino humor y equilibrada melancolía, comandada por una poderosa e imponente creación de Santos, que acaba provocando una empatía inapelable con su querible personaje. Rodrigues demuestra gran claridad de ideas, autoridad y honestidad. Nunca cae en lo patético, siendo acertadamente agridulce, muy bonita, además de triste. Un señor melodrama, mezcla de sutil virilidad y fina feminidad.

Película que de inicio promete, con elementos interesantes, una trama bastante particular, personajes complejos y una temática fuerte. Todo llevado hasta cierta intensidad antes de la mitad en que todo se desploma con un cambio en la historia totalmente innecesario, con 40 minutos de total desperdicio en que aparecen personajes bizarros que bien podrían haber sido útiles en la trama pero que son usados de forma casi tonta e innecesaria, una subtrama que no hace ningún tipo de aporte además de segmentos extremadamente aburridos al consistir en toma fij y música de fondo, la cual al menos es levemente rescatable.

Cuando la trama se retoma se sale con un giro barato, plasmado sin intensidad, y sin el más mínimo antecedente lo cual da la impresión de que el guionista no supo como terminar la historia y sacó una situación que además de ser cliché, resulta incluso ofensiva y crítica al grupo social al que va dirigida la película, terminando con una pretensión que se podría calificar de homofóbica.

La cinta acaba dejando en el aire a un personaje importante y vital del que no se sabe nada, la trama inicial que queda totalmente en el olvido y prácticamente a todos los personajes sin una delineación clara ni un entendimiento de su drama personal. En general, decepcionante.

Un ritmo lento es el adecuado para contarnos la historia de esta mujer atrapada en un cuerpo de hombre que va envejeciendo y del que no se atreve a salir para vivir liberado de lo masculino que le atormenta. Pero es demasiado lenta, las canciones, aun con texto que nos indica el estado emocional de los personajes, se hacen eternas y en planos muy estáticos de lo que es una muestra la canción que se escucha en el bosque en una escena nocturna. A lo mejor reduciendo las dos horas a un metraje de hora y media, la película hubiera funcionado mejor. Y no se trata de eliminar planos sino de acortarlos, y aun así podrían quedar suficientemente largos hasta un tiempo durante el cual el espectador llegue a entrar en el sentimiento del personaje principal. El personaje de Rosario, el muchacho joven y enamorado de nuestro protagonista, es el perfecto contrapunto a un egoísta y egocéntrico travestí que daña a todos los que le aman. Los demás personajes están demasiado esbozados, su amiga, el empresario, y sobre todo un personaje que debiera ser clave para la historia, su hijo, de hecho es el protagonista de la primera escena que sirve como preámbulo. Me da la sensación que el guionista no ha sabido ensamblar todas esas historias colaterales y uno se queda esperando la conclusión de cada una de ellas, al menos de las más importantes. De ninguna manera me parece película de premios, aunque si me parece película para mandar a festivales, tantos como hay y tan necesitados de que en ellos surja algo interesante y pueda hacer revivir el nombre del festival de turno. En este caso, si eres capaz de aguantar el cine lento por definición, llegarás al final, pero si no alcanzas a ver la palabra FIN no te preocupes, no te has perdido nada.