The Runaways

La pregunta viene a cuento porque uno se cuestiona cómo ha podido permitir que la película haya resultado de esta forma, siendo tal y como ha sido una de las productoras. La aparición de ella no es nada especial, queda en un segundo plano tras la cantante Cherie Currie. Pero lo peor de todo es que el resto de chicas que han militado en el grupo aparecen como meros floreros. Hombre, es normal si se tiene en cuenta que la película está basada en las memorias de Cherie, pero entonces el título debería ser otro (sin ir más lejos: Neon Angel). Supongo que lo mercantil manda, y el nombre del grupo vende más. Para compensar un poco la cosa, Jett ha conseguido colar en el soundtrack varias canciones en solitario, sin embargo, sólo una ha sido incluida en el disco de la banda sonora (y nisiquiera se trata de ninguno de sus mayores hits: ni la versión de I Love Rock And Roll ni la fabulosa Bad Reputation).

La película es realmente plana, ves pasar la acción y piensas "qué bien", no te produce ningún tipo de sentimiento. Vamos, es todo muy light. Lo más señalable de todo es lo bien caracterizadas que están las chicas y, por supuesto, la banda sonora, que no se limita sólo a la música de ellas. Si alguien pretende hacerse una idea sobre la historia del grupo a través de la película, que deseche la idea, pues poco va a sacar en claro. Para ello es mejor que se vean el documental "Edgeplay: A Film About The Runaways".

Con todo, lo que más me ha cabreado ha sido el epílogo en el cual sólo se explica someramente las posteriores vidas de Cherie, Jett y (creo recordar) del productor y mánager Kim Fowley (que en la película se va muy de rositas, con lo bicho que al parecer ha sido...). Y mira que hay cosas que contar: la guitarrista Lita Ford tuvo éxito en los 80 en el heavy metal, la bajista Micki Steele formaría parte del grupo también de mujeres The Bangles (de gran éxito a mediados de los 80), la batería Sandy West sería la menos afortunada, muriendo de un cáncer de pulmón en el 2005 (la única de las chicas que fallecería y nisiquiera víctima de los excesos de alcohol y drogas), la bajista Jackie Fox que actualmente es abogada de éxito, la bajista Vicki Blue fue precisamente la directora del documental anteriormente mencionado y, por último, la también bajista Laurie McAllister formaría parte de otra de las bandas de todo-chicas del productor Kim: The Orchids.

Si alguien -por el motivo que sea- pretende ver la película, y tiene el dominio de inglés necesario, mi consejo es que lo haga en versión original.

Sin duda, lo mejor de ver una película sin esperar nada de nada es la capacidad tan enorme que tiene de sorprenderte. ¿Kristen Stewart y Dakota Fanning en un biopic sobre un grupo de niñas que experimentaron a tope eso de “Sexo, drogas y rock'n'roll”? Eh... pues vale. Y si encima el trailer es más cutre que el programa de Carmen Lomana... turuturuturu. Total, que porque dio la casualidad de que la pasaban en el momento justo y en el lugar preciso, que si no... la iba a ver Peter (O´Toole).

¿Conclusión? Fui, la vi y vencí. Y tampoco quiero decir que sea el peliculón más grande del siglo, pero, vaya, tanto Kristen Stewart (su cara de ajco perenne queda hasta bien en el papel de la gran Joan Jett) como Dakota Fanning (la Cherie Currie más acabada de la historia) brillan con luz propia. Además, se respira atmósfera pure Rock en cada fotograma, los recursos que utiliza la directora son originales (y videocliperos, pero, admitámoslo, quedan bien) y la banda sonora es, por supuesto, genial (we love David Bowie). Así que, aburrir no aburre, y, aunque tampoco se convertirá en un clásico (ni es perfecta, ni permanecerá en nuestra memoria por los siglos de los siglos, ni pasa del 7, todo hay que decirlo), no deja de ser interesante el tratamiento que se le da a la historia del primer grupo femenino adolescente y rockero de ascenso meteórico y caída en picado.

PD: ey, Jonas Brothers... chavales, no me hagáis caso, lo siento, no tenéis de qué preocuparos, que no me había dado cuenta del importante detalle de que vosotros sois esos chicos buenos que llevan “EL ANILLO” y no huelen el sexo ni las drogas ni, mucho menos, el rock'n'roll... ¡BASURA DE SIGLO! ¡Que vuelva el desfase! (eh... vale, esto se me ha ido un poco de las manos) ¡¡ROCK,N,ROLL!!

Desconozco de donde saldrá la tal Floria Sigismondi aunque apuesto que ha metido mano en publicidad modernuqui y en algún que otro videoclip: experiencias que no parecen haberle sido de gran provecho a la hora de ponerse en la silla de directora de cine.

"The Runaways", que debería ser tan rabiosa como estas adolescentes pioneras del grrrl power se queda en una enésima "Rock Star", puro topicazo envuelto en una atmósfera sin chispa, estamos en los convulsos setenta, probablemente la década más impresionante en lo que se refiere a música moderna y hay algo de sexo y muchas drogas pero poco de espíritu rock'nroll.

Y es que el punk y la falta de talento tienen una cosa en común: cuando no se sabe, hay que suplir con mucha actitud. Sigismondi, la señora con nombre de mezzosoprano gorda, no tiene ni idea de dirigir, pero tampoco lo compensa con un sano espíritu trash. Y lo que queda es poco más que un par de buenas canciones, un vestuario nostálgico y un par de buenas actrices adolescentes que no consiguen reflotar lo que en términos musicales, no pasaría de ser una recopilación de recortes de caras B.

A ver, para empezar, desde mi punto de vista, este tipo de películas autobiográficas sobre grupos de música míticos es indispensable visionarlas con un cierto conocimiento de la banda en cuestión o, al menos, con un mínimo de interés en su existencia. Aún así, plasmar el ascenso -además, meteórico en este caso- y caída de un grupo de música en un film no documental de hora y media es imposible y en esta ocasión no iba a ser menos.

La película nos da a conocer una mínima parte de los entresijos de aquel grupo primigenio de la gran Joan Jett, The Runaways, desde la perspectiva de la cantante Cherie Currie, dado que el guión se basa en su propia biografía.

Para mí, sin ser nada del otro mundo, el metraje no deja de ser interesante, no desde el punto de vista cinematográfico, pero sí -como decía- desde el plano de las vivencias y miserias de una banda que llegó tan alto como The Runaways. Atropellada e inconexa por momentos, pero sin caer en el aburrimiento y que no se hace larga para nada.

En resumen, entretenida.

El mayor incentivo para ver “The Runaways” es, desde mi punto de vista, que me lleven durante noventa minutos de vuelta a los años setenta, una fascinante época de rebeldía, de transgresión, de inconformismo, de querer probarlo todo, de pelear por el derecho a tenerlo todo y tenerlo ya. Una época donde el ansia de libertad, tras unos años sesenta de represión y buen rollo, salió a presión como el gas de una botella agitada en una vorágine de sexo, drogas y alcohol como forma de vida y el rock’n’roll como arte de expresión.

El eje argumental es el auge y caída del grupo que da nombre a la película y, como documental biográfico, la película está bien. Consigue captar la misma esencia setentera y como los propios principios de impaciencia e inconformismo sobre los que se construían los grupos musicales constituían igualmente el germen de su propia destrucción. Era imposible contener todo lo que se quería contar sin chocar con tus compañeros que también estaban impacientes por dar rienda suelta a su creatividad. Donde la película falla es en la falta de intensidad interpretativa que contagia a la película misma. Ni Kristen Stewart ni Dakota Fanning dan la sensación de torbellino que se espera de sus personajes, todo lo contrario; no son fuego, ni alcohol: son cubitos de hielo de horchata. Nada hace pensar que vaya a salir sangre si las pinchas.

Hay circulando por internet un gif donde se superponen diversos fotrogramas de Kristen Stewart en diversas alfombras rojas (de cuando presenta sus pelis) y es que la niña no mueve un músculo de la cara. Cambian los vestidos, claro, cambia un poco el peinado… pero la cara es siempre la misma, la de Bella Swan poniendo el mohín de “¡qué triste que estoy! Tengo un vacío interior que nada podrá llenar y sé que vosotros también, pero no os dais cuenta porque sois unos superficiales que pensáis en cualquier cosa menos en el suicidio, así que os miraré por encima del hombro”. Pues esta es la misma cara que tiene Stewart toda la película. En el caso de Dakota, al menos, no pone cara de que le demos asco, pero tampoco parece que se lo tome muy en serio, como si la estuviésemos entreteniendo de hacer cosas más interesantes.

Así las cosas, la película es interesante a ratos (cuando no salen las protagonistas), más por lo general que por lo particular, más por lo que se intuye que por lo que se concreta. Pasable.