Gulliver

100/01(02/06/16) Extraño y surrealista film del poco prolífico realizador español Alfonso Ungría, basándose libremente en la famosa novela “Los viajes de Gulliver” (1726) del irlandés Jonathan Swift, con marcado tono post-franquista, en una alegoría sobre los poderes absolutistas, una comedia agridulce, de claras referencias políticas sobre las dictaduras sobre como no es fácil combatirlas. Es una curiosidad que merece la pena por salir de lo convencional, sumergiéndonos en un submundo peculiar, que aunque irregular y con altibajos, deja un sabor turbador, siendo grande el protagonismo del glorioso Fernando Fernán Gómez, notándose claras influencias de la surrealista obra del germano Werner Herzog, “Los enanos también empezaron pequeños” (1970), donde se recrea una sociedad de enanos que se rebelan contra un supuesto opresor, deviniendo el relato en un caos. Cinta polémica en su tiempo, que fue machacada por la tardo-censura, Marciano de la Fuente, el censor, la deja amputada, se cebaron con una escena en que, en teoría, se mostraba una felación, y otras tantas en que los enanos cometían fechorías (o no). Ungría <Presentamos la película a la censura. A los quince días recibimos una notificación por la que se nos obligaba a dar seis cortes. Lo que ocurre en estos casos es que esos cortes, y sobre todo uno de ellos, modifican sustancialmente el final de la película, sus últimas secuencias. Es decir, que en este caso no hay que medir el corte por su metraje y duración, sino por su significación en el desarrollo dramático>. Entre eso, y que las distribuidoras no querían estrenar este singular producto, se quedó en latas hasta que, había unos empresarios que decían <Ahora no podemos estrenarla porque sacamos «Tiburón ». Y pasaba el tiempo, más tarde <Lo que ahora quiere la gente es hartarse del culo de la Emmanuelle, de las tetas de la otra>, pasados dos años, se estrenó de tapadillo, desplazándose hasta los cines, 48.000 espectadores, un fracaso comercial. El rodaje fue una aventura, ningún hotel próximo a la localización de rodaje quiso dar alojamiento a los treinta enanos, terminando hospedados en un motel anexo a una gasolinera, en cuyo bar se corrían monumentales juergas hasta las tantas de la mañana.

Un delincuente (Fernando Fernán Gómez) en un traslado en coche, este sufre un accidente y el reo escapa de la policía, yendo a parar a un pueblo extraño, solo habitado por enanos, son regidos por un dictadorzuelo con gafas de sol aparatosas, se dedican al teatro y a la tauromaquia, siempre en su versión cómica. Aceptan su presencia a condición que obedezca a su jefe en todo. También tendrá importancia en el relato una mujer (Yolanda Farr, no enana), presa del dictador.

El director explica razones le llevaron a filmar esta obra de humor y las dificultades que surgieron con la censura. “A mí siempre me habían asombrado aquellas corridas bufas que organizaba El Chino Torero con su troupe de enanos. Cuanto más empitonaba el becerro a los pequeños hombrecillos, cuantas más volteretas y golpes les propinaba, más crecían las risas, el jolgorio, del respetable público. Fiesta bárbara? Sadismo colectivo? No; más bien, descubrí que la desfiguración de una imagen (trágica, en este caso: «la cogida») libera de la crueldad de su absurdo, y este descubrimiento gratificante se desborda en risa. Le dije al amigo Fernán Gómez que íbamos a escribir el guión, haríamos una versión original del Gulliver de Jonathan Swift, actuada por enanos, para que la sátira social de la obra sea más evidente. Creo que al transformar la fábula en una historia realista, ganaría. Primordial era lo satírico, el trabajo se centraba en crear una gran variedad de «situaciones». El argumento conductor era lo de menos. Cuanto más sencillo, costumbrista y popular, mejor. Yo propuse uno: una comunidad de enanos, a la que llega el hombre «normal», y en la que se obedece a un jefecillo autoritario. “Cuidado! -exclamó Fernando- Si hay una comunidad y algo parecido a un dictador y luego pasa esto y lo otro” Por qué? -pregunté, ingenuo-. “Por los críticos” -me respondió, con irónica sabiduría”.

Película que nos habla de la opresión, de la anestesia de la sociedad, de las dictaduras, de las revoluciones, de las manipulaciones del poder, lo hace en un tono cuasi-onírico-bizarro, cruzado con lo pesadillesco, construyendo algunas buenas situaciones, aunque sin llegar a emocionarte, quedando todo algo frío, no sabiendo encontrar el tono, quedándose a medias de ser una comedia y de ser una sátira política, le falta más humor y más humanidad en unos personajes que parecen algo encorsetados. El pueblo en que viven los enanos se convierte en una proyección de un país dominado por un dictadorcillo tiránico, caprichoso, y de baja estatura (una parodia clara de Franco), donde los simbolismos son profusos, como el hecho de retratar a esta microsociedad que vive anquilosada en el folklore costumbrista, viviendo de ser payasos ante los toros y de hacer comedias bufas sobre un escenario, esto quiere ser cambiado por el “progreso” representado por el extraño que llega, ve la corrupción (la mujer que tiene el tirano escondida) del poder y provoca una “Revolución”, pero esta microsociedad no está preparada para esta “ilustración” (en claro paralelismo a la Invasión gala a España en tiempos Napoleónicos) traída por fuerzas forasteras (el “gigante” sería Pepe Botella), prefiere la comodidad de lo ya conocido, aunque les suponga estar sometidos. Con sus defectos, la virtud de la edificación de esta minisociedad resulta sugestiva y atractiva al espectador, generando expectativas, que aunque no satisfechas resultan agradables para romper con los moldes del cine “normal”. Es una obra que asimismo tiene efluvios a la obra maestra de Tod Browning “Freaks” (1932), primero en su concepción de protagonbismo de seres “anormales” para nuestros cánones, y luego en su clímax de cine de terror.