Invasión de las estrellas

¡Caray con la ciencia-ficción canadiense! Un espeluznante film, reestrenado con distintos títulos, intentando aprovechar el tirón de "La guerra de las galaxias" y "Encuentros en la tercera fase", cuya penoso guión y puesta en escena hace que los films italianos de aquellos años parezcan obras maestras. Bizarro por donde lo mires, debería ser un título fijo en los festivales de cine cutre.

Unos alienígenas vestidos todos como una mezcla entre un restaurante chino y el ballet del programa setentero "Aplauso", todos de negro, con un dragón estampado y con su pata-elefante y todo, deciden conquistar la Tierra tras una serie de abducciones en los que una alienígena desnuda mantiene relaciones con un tractorista o abducen a una familia para dejar a la madre en ropa interior color carne. Espeluznante. El líder de esta pandilla es Christopher Lee, que durante todo el filme mantiene un gesto como de "¡Cielo santo, que bajo he caído!". Lo que hay que hacer para pagar facturas.

El problema para la conquista es que bajo el agua, en una pirámide submarina, se encuentra una base intergaláctica de ovnis intergalácticos que se lo impedirían, así que deciden acabar con ellos. La base tiene entre sus actividades de ocio un puti-club galáctico, donde chicas en bragas o bañador esperan a que Cristopher Lee arquee la ceja y las reclame para su uso. Tras una serie de peripecias, Robert Vaughn, un astrónomo humano y periodista a ratos libres, que parece que ruede otro filme, es abducido por los alienígenas buenos para que les eche un cable.

Por cierto, ningún alienígena habla, se comunican telepáticamente. No sé si el guionista consumía alucinógenos o dejo que el perro pulsase las teclas de la máquina de escribir, en todo caso el resultado sería el mismo, ya que la sarta de despropósitos es inacabable.

Hay diálogos de vergüenza ajena, como aquel en que la mujer de Robert Vaughn le echa en cara que prefiere más a los ovnis que a la familia. Pero lo peor viene luego, en la presunta escena de pasión, que parece sacada, por lo forzada, de cualquier sketch paródico. ¿Cómo es posible rodar tan mal una escena así? Los diálogos no tienen desperdicio alguno, de malos que son.

Y no hablemos de la batalla espacial, con naves minúsculas, desplazándose velozmente de un sitio a otro como si fuese una pantalla de videojuego de salón recreativo .....En general los efectos espaciales son espantosos, con un planeta Tierra de tela dando vueltas, con una precisión geográfica de un dibujo de un niño de parvulario.

No es comprensible que en aquellos años se pudiese rodar un producto tan lamentable. Tras décadas de filmes de serie B, algunos buenos y otros malos, y la mejora de los efectos especiales, es incomprensible que un productor diera luz verde a este bodrio. Y esa música espantosa ...Parece ser que costó un millón de dólares de la época. Se lo debieron gastar en alcohol y drogas.

Deliciosa serie B de finales de los setenta, inspirada en los clásicos del género rodados veinte años antes. Bajo presupuesto, efectos visuales de "todo a un euro" y trajes espaciales tipo chándal. Eso sí, las capuchas un poco extrañas. Recuerdan a los inefables Teletubbies.

Probablemente todo el presupuesto se les fue en contratar a dos actores veteranos, pero conocidos, ya en el ocaso de su carrera: Robert Vaughn ("Napoleón Solo") y Christopher Lee ("Drácula, el príncipe de las tinieblas"). Guion rebosante de imaginación y dirección de autor, ambos a cargo de un especialista de la Sci-Fi independiente y bizarra: Ed Hunt. Imprescindible para todo buen seguidor del género.