La salamandra roja

Yo no sé cómo es la novela de Morris West, fabricante de bestsellers hoy olvidado, pero lo que es la película no tengo palabras para describirla. Sí, menuda racha, el día anterior me había atizado Las edades de Lulú, y por poco no salgo de ella. La salamandra de marras narra una conspiración neofascista para dar un golpe de estado en Italia y llevar al país por el buen camino. La intriga es endiabladamente laberíntica, y hay momentos en que ya no sabes quién es quién, o qué nuevo conejo se sacarán de la manga (y no lo digo por Sybil Danning, aquí muy modosita y compuesta). Lo cierto es que Franco Nero se mete en un lío de órdago, que al final resuelve Anthony Quinn en una especie de representación bufa donde los actores pugnan por interpretar lo peor posible, aunque claro, con esos diálogos... Eso sí, viajamos mucho y nos paseamos por algunas ciudades europeas bonitas entre asesinato y asesinato, mientras el pobre Jerry Goldsmith se esfuerza por sacar adelante una bonita partitura que merecía mejor película.

Un policía de origen italiano investiga el asesinato de varias personas de elevada posición, en los que encuentra el dibujo de una salamandra, lo que le hace sospechar que todo forma parte de un complot para hacerse con el control del gobierno.

Peter Zinner, apuesta por una incursión en un thriller político de intereses e intrigas personales, con varios enfoques novedosos y tramposos.

La presencia y participación de los famosos: Franco Nero, Anthony Quinn, Christopher Lee, Claudia Cardinale y Eli Wallach, entre otros;, se convierte en el típico reclamo comercial de la producción y en el tendón de Aquiles de la misma.

La película tiene un comienzo prometedor y atractivo, pero a medida que avanza su desarrollo, cae en algo endeble, mediocre, reiterativo, previsible y forzado.

La salamandra roja, queda como un thriller político que tropieza en su desarrollo.