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Don Giovanni

Musical En la Sevilla del siglo XVII, Don Giovanni es un seductor sin escrúpulos, un libertino que atrae sobre sí el odio y el deseo de venganza de poderosos enemigos, aunque él mismo no lo descubre hasta que, quizás, sea demasiado tarde... Adaptación cinematográfica de la ópera de Mozart. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8 de enero de 2009
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Losey hace una versión de la opera excelente deja de ser una opera filmada a ser una opera contada en lenguaje cinematográfico, con unos escenarios impresionantea, la iluminación y la fotografía consiguen el ambiente necesario para el desarrollo de la acción.
Rueggero Raimondi borda el papel de Don Giovanni con la replica de Leporello (Jose Van Dam), Teresa Berganza hace un papel de Cerlina insuperable, Edda Mosser como Doña Anna es inmejorable y Kiri Te Kanawwa hace a una Doña Elvira muy en su papel de dama ofendida, La copia se ha restaurado el sonido y merece la pena volverla a ver.
buzobear
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25 de febrero de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras realizar el film, Losey manifestó: “He pretendido hacer accesible esta música a un público popular lo más amplio posible, a todos aquellos que aman la ópera y que raramente pueden verla y oírla sobre un escenario”. Desde esta perspectiva, la película cumple con la finalidad que se había propuesto, y que debe ser el necesario prólogo de todo análisis del film de Losey. Romper el injusto círculo elitista dentro del que la ópera se mueve desde hace muchos años, sobre todo en países como España, en mi opinión supone una aportación cultural que no es nada desdeñable. Aunque he de reconocer que en la actualidad y gracias a las nuevas tecnologías, algunas salas de cine retransmiten digitalmente algunas óperas desde el mismo teatro. Cosa muy loable por parte de los exhibidores.

A estas alturas, todo hijo de vecino conoce las andanzas del noble, rebelde, libertino y conquistador, aquí más conocido por Don Juan. El “Don Goivanni” estrenado en 1787 en Praga, es una obra revolucionaria que al igual que “Las bodas de Fígaro” son el reflejo de unas ideas que iban a plasmarse en la revolución francesa de 1789. Mozart compuso esta genial ópera atormentado por la reciente muerte de su padre, con el que no mantenía buena relación. Su música borbotea a través de todas las cumbres y abismos del destino humano y nos introduce en un mundo cuya oscura sublimidad nos hace contener la respiración para luego precipitarnos de golpe con lo cotidiano, pasando hábilmente de la comedia a la tragedia, una genial fusión de contrastes que van de la alegría al horror.

Este “Don Giovanni” satisface en mi opinión las exigencias de calidad musical y rigor deseables para poner en pie esta obra magistral de Mozart. Un conjunto de intérpretes y cantantes, por supuesto, de primera fila para la época. Bajo la maestría musical del director Lorin Maazel, al frente de la Orquesta y coros de la Ópera de París. La escenografía se apoya en el talento de Alexandre Trauner, famoso por realizar aquella grandiosa oficina donde trabajaba Jack Lemmon en “El apartamento” de Billy Wilder. Pero si en el aspecto musical es impecable, en el aspecto cinematográfico no lo es tanto.

Si Joseph Losey presumía de querer filmar una película y no una ópera representada, tratando de relatar la obra con un lenguaje cinematográfico, en mi opinión lo consigue a medias. Tal entidad debería nacer de algo que, salvo detalles aislados, no posee el trabajo de Losey: inventiva en la puesta en escena, soluciones que dieran un carácter peculiar y autóctona a la película, inspiración del cineasta que aportase imágenes a lo que en su principio es verbal y musical. No se trata de enmendar la plana a Mozart y su libretista Da Ponte, ni muchísimo menos de traicionarles en aras de una supuesta originalidad que acabaría siendo fatua. Es muy de respetar y elogiable, la modestia de Losey en subordinar su talento a otros autores, en ponerse al servicio de una obra maestra que él admira y admiramos todos. Pero esta postura no resultaría contradictoria con la búsqueda real de elementos que permitiesen el trasvase de un lenguaje a otro y que generara, por tanto, una obra equidistante de Mozart y de Losey. La edición que se ha editado en dos DVD consta de extras interesantes y una imagen y sonido restaurados en digital, una gozada.
Antonio Morales
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24 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta donde se sabe, Don Juan, ese sevillano apuesto que se acostaba con cuanta mujer le hacía un lugar en su lecho y que vivía en líos por andar metiéndose con mujeres casadas, es un personaje ficticio convertido en leyenda, al cual muchos escritores asumieron como ocasión para contar aventuras picarescas. El primero, fue el español Tirso de Molina quien lo asumió como personaje de su comedia satírica “El burlador de Sevilla” (1630). Pero fue, curiosamente, el compositor Wolfgang Amadeus Mozart, quien lo hiciera mundialmente famoso cuando, con otro libreto del italiano Lorenzo Da Ponte (Las bodas de Figaro, Cosi fan tutte), el 29 de octubre de 1787, estrenara en el Teatro (Estatal) de Praga, su ópera “Il dissoluto punito ossia il Don Giovanni”, conocida luego como “Don Giovanni”.

Después, a partir de 1818, Lord Byron comenzaría a publicar sus dieciséis cantos titulados “Don Juan” (el último aparecería en 1824) y José Zorrilla publicaría, en 1844, su “Don Juan Tenorio”, con lo que, el controvertido personaje, adquirió la fama que lo convertiría, junto a Casanova, en símbolo del hombre seductor que fascinaba a las mujeres, mientras que los maridos tan sólo deseaban pasarlo por las armas. A todo esto, la pintura lo eternizaría en unos cuantos cuadros; diversos directores lo tomarían como motivo para un buen número de películas… y bueno, donjuán ya es una palabra aceptada para describir a cualquier asiduo seductor de mujeres.

El filme, “DON GIOVANNI”, surge tras el encuentro en Europa del director Joseph Losey con Rolf Liebermann (administrador de La Ópera de París) y con Lorin Maazel, el celebrado director de orquesta. El propósito fue común: Intentar la popularización de un género musical que, hasta entonces, estaba reservado a una élite. Para esto, había que sacar a la ópera de los tablados (se rodaría en el palacio de Vicenza, Italia); ponerla en un ambiente de gran belleza (el diseño de producción en exteriores es impecable); y darle un toque de modernidad y picardía que la hiciera atractiva a las nuevas generaciones. Para esto último, Losey incorpora colores que imitan la pintura de Masaccio, fondos al estilo de Correggio, y osa incluir algunos planos eróticos que se avienen perfectamente con lo que, Don Juan, sustrae comúnmente de la vida.

Con todo, y no obstante que el director se propuso eliminar y corregir lo que él consideró “torpezas del texto de Da Ponte”, la historia resulta bastante anclada en su tiempo; saturan los lamentos y los diálogos que rayan la cursilería; Don Giovanni sigue resultando un personaje puramente físico como en las viejas obras; y quizás por no atreverse a ‘profanar’ lo que para los puristas es intocable, algunas situaciones siguen resultando de una ingenuidad que pisotea cualquier lógica.

Perenne la majestuosa y emotiva música de Mozart; el vestuario es de alta costura; la construcción de imágenes de Losey, logra momentos de absoluta belleza… y oír a Ruggero Raimondi (Don Giovanni), a Kiri Te Kanawa (Doña Elvira), a Teresa Berganza (Zerlina) o a José Van Dam (Leporello), entre otros, es una exaltación del arte lírico que consigue complacer los sentidos más exigentes.

Aquí tuvo, Joseph Losey, su último relevante momento cinematográfico.
Luis Guillermo Cardona
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