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La inmensidad

Drama Paolina y Antonio, dos hermanos, acompañan a su amigo enfermo terminal Giacomo en sus últimos días de vida, en una casa de campo alejada de la ciudad.
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21 de febrero de 2024
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*Amor por la vida y su melodía

La Inmensidad es una de esas películas que puede dar pie a varias interpretaciones. Indudablemente, tenemos un producto lleno de imágenes que dicen más por su belleza y su poderío en pantalla que por los mismos diálogos, casi inexistentes. Sin perder de vista el producto teatral, es una de esas películas que se centra en prácticamente una localización en toda su duración, pero con ciertos matices. Toda su localización, desde la casa, el mar, o el bosque, actúan como diferentes personajes en todas sus escenas. Hay un tiempo para cada uno, utilizado de manera que ayuda al desarrollo de cada uno de los tres personajes.

Esos tres personajes pivotan en toda la película en cuanto a sus relaciones personales, el principal punto de la película, y por el que comenzamos este viaje entre lo onírico y lo surreal. El estilo de Sabrina Odoguardio en La Inmensidad es muy marcado, utilizando las mismas localizaciones y objetos, siempre para beneficio de la trama. Es un ejercicio casi hipnótico, en el que te tienes que dejar llevar por el artístico de sus imágenes, y por la melodía que las acompaña, como si estuvieras delante de un escenario teatral.

*La vida es sueño

Sin duda, La Inmensidad no tendría el resultado esperado sin la dirección en clave onírica de Odoguardio, y casi tan importante como esta, su montaje. El montaje, lleno de yuxtaposiciones entre localizaciones y personajes, añaden más leña al fuego de esas potentes imágenes, que podrías ver incluso cerrando los ojos. Esto, debido al acompañamiento musical, que te transporta de un lugar a otro junto al personaje protagonista, Giacomo.

La mejor forma de entender la posición de cada uno de los personajes en la historia es hacerlo de esta misma manera: Poesía. Pocas cosas más oníricas y poéticas que el mismo mar y el mismo bosque. Dos formas de silencio totalmente diferentes. Y eso es lo que hay en la Inmensidad, mucho silencio entre personajes, que solo pueden transmitir a través de sus mismos gestos, y pocas o ninguna vez desde sus mismos labios.

*Rodando Poesía

Dejando a un lado todos los paralelismos cinematográficos que se puedan encontrar en La Inmensidad (por momentos me recordaba a la intimidad de Canino, de Yorgos Lanthimos, y al punto más “poético” de las películas más desconocidas de Ingmar Bergman…) por ser algo tan personal, La Inmensidad crece en su mismo entorno. Es comparable con todo y con nada a la vez. Te abre a varias interpretaciones, pero a la vez sigue una historia marcada en lápiz, a la sombra del poeta Giacomo Leopardi y de lo atemporal del mismo tiempo.

Especial énfasis en el poderío visual de las escenas en el mar. Hay que tener muy buen ojo para mirar al mar de esa manera tan poética y especial, y hacer que le llegue al espectador de la misma manera, o incluso de manera personal. Ver La Inmensidad es ver como una autora sabe transmitir cine por sus ojos, a través de los tuyos.

*Conclusiones

El tipo de cine poético que nos introduce La Inmensidad es el punto fuerte de su autora. Un cine que puede no ser para todos, en el que los ojos deben estar lo suficientemente abiertos para poder contemplar. Como en la misma poesía, te tienes que dejar llevar. No buscarle un significado concreto. No todo tiene que tenerlo. Como dijo Richard Linklater, es importante rodar algo que pueda realmente empatizar a mi espectador, porque sabrá agradecerlo.

Escrito por Sergio Hernández Valiente
Cinemagavia
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