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Dejad que el río fluya

Drama Noruega, años 70, durante el conflicto alrededor de la construcción de una planta hidroeléctrica en el río Alta, en Finnmark, al norte del país. El proyecto afecta tanto a la fauna del lugar, en especial renos y salmones, como a la actividad social y económica de la comunidad sami, un grupo étnico que habita en Laponia. La resistencia y las protestas de los samis supusieron un punto de inflexión en la historia de su comunidad al colocar ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
3 de marzo de 2024
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los Sami o pueblos de lapones, son un grupo étnico que vive en el norte europeo, hablan sus propias lenguas y tienen una cultura influida por las actividades de la caza, la pesca y el pastoreo de renos.

Los lapones se resistieron durante décadas a los intentos de asimilación de la sociedad no lapona, no Sami. Fue esta oposición la que alentó diversas actividades políticas y asociaciones, y en 1991, tras la caída de URSS, se proclama el Consejo Sami para la preservación de su identidad cultural.

Esta película habla de los Samis noruegos en la Noruega de los años 70, en torno a un conflicto sobre la construcción de una planta hidroeléctrica en el río Alta, al norte del país. Ese proyecto afectaba a la fauna del lugar, sobre todo a renos y salmones, que eran su forma de vida.

La resistencia y las protestas de los Samis fueron un punto crucial en la historia de su comunidad. Fue el punto de inflexión que colocó a esta etnia en el foco mediático de sus derechos como pueblo indígena. Una de ellas es Ester, joven que oculta sus orígenes para evitar exponerse al racismo.

En la cinta, Ester se encuentra en medio de una de las manifestaciones contra la construcción de la presa y ahí comienza un viaje personal para salir de la vergüenza que arrastraba durante toda su vida por ser una mujer Sami, que había escondido su identidad por prejuicios sobre su procedencia.

El filme narra hechos reales que sucedieron entre 1979 y 1981 y que siguen siendo un capítulo controvertido en la historia la Noruega actual. El llamado “conflicto de Alta”, lugar donde se encuentra el río más rico en producción de salmón para los Samis.

El director Ole Giæver, noruego y Sami de origen, elabora una historia dramática en torno a este peliagudo acontecimiento que él conoce y al que es sensible como miembro de este grupo étnico.

En 1979, Ester (bien interpretada por Ella Marie Hætta Isaksen) regresa a Alta como profesora de noruego en una escuela primaria. Allí se reencuentra con su familia y sus orígenes más reprimidos y recónditos. Porque, a pesar de ser noruega, Ester es Sami, una identidad que le viene de sus padres, que padecieron las consecuencias de ser Sami.

Ester no tardará en darse cuenta de que, en su entorno próximo de docentes, se desconfía de los Samis, y a veces son abiertamente hostiles hacia ellos.

En una de esas interviene su primo Mihkal (Gard Emil), personaje que no quiere ser asimilado como noruego y que se siente orgulloso de ser Sami. Mihkal lleva a su prima a conocer la acampada de congéneres Samis contra la presa. Ester entonces tomar conciencia de su identidad.

La cultura Sami es amante de la naturaleza y rechazan el capitalismo que pasa por alto las ideas del ecologismo capaz de aplastar la naturaleza y los valores humanos positivos a cambio de dinero.

Desde el punto de vista narrativo, la película va siguiendo las protestas contra la construcción de la presa a lo largo de sus distintas etapas, incluida una huelga de hambre frente al parlamento en Oslo.

Sorprende particularmente la forma en que el cineasta noruego cuenta esta historia de opresión de una manera vivaz y empática, que refleja su honestidad y compromiso con los suyos. No rehúye verdades o imágenes duras, ni representaciones de racismo y abuso, sino que contrarresta este peso emocional con diálogos sentimentales y equilibrados.

En un diálogo franco entre Ester y su madre, hablan de la auto estigmatización a la que han sido sometidas como Samis. Lo que evidencia cuán crítica es la película con la “noruegoización” (fornorskninglinjen) exigida a los Samis, que tantas ocasiones han tenido que imponerse para ganarse un mínimo respeto.

La buena dirección de Giæver es complementada con una gran puesta en escena, una música sugerente de Ola Fløttum y una estupenda fotografía de Marius Matzow Gulbrandsen que recoge paisajes y horizontes de inusitada belleza nórdica.

Tiene un reparto muy eficiente, con actores que cumplen sobradamente. Como Ella Marie Aætta Isaksen, muy bien, contenida y con vis dramática; Gard Emil Elvenes, el solvente primo que le abre los ojos a la protagonista y que saca a relucir las luchas del activismo Sami; y acompañando, actores y actrices como Ivar Beddari, Bernt Bjørn o Maria Bock, entre otros.

Meritoria película del valiente Ole Giæver, pues llevar a la pantalla la brutalidad de esta asimilación o incluso vasallaje ha tenido sin duda sus complicaciones a la hora de plantearlo como discurso de su propio país.

La película ha ganado tres Premios Amanda, los galardones del cine noruego. Además, se llevó el Premio del Público en los festivales de Tromsø y Göteborg.

La conclusión es que, aunque las luchas de los Samis no pasan desapercibidas en el pasado, y aunque actualmente las diferencias se encuentran en un estado mejor, aún hoy parecen lejos de haber terminado las diferencias.

Más extenso en revista de cine ENCADENADOS: https://encadenados.org/criticas/dejad-que-el-rio-fluya-3/
Kikivall
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10 de febrero de 2024
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entra en casa solo si no es para echarme. El conflicto eterno de los pueblos que no invaden, los que no tienen fronteras. Las raíces sujetan lo que de verdad importa. Costumbres, formas de hacer, visiones del mundo que significan algo más que identidad. Son enseñanzas para no acabar desertando. Una comunidad que resiste la embestida de los siervos del crecimiento ultra es una comunidad de la que aprender. No es precisamente un jardín templado lo que acabaremos dejando en herencia babeando detrás de todas esas cosas que auguran seguridad. Parece que queda mucho que aprender de otras culturas que tienen presentes el sentido de familiaridad con el entorno natural.
Esta humilde y soberbia mirada que sostiene el pueblo indígena más antiguo de Europa contra decisiones a las que no están invitados a participar dice: ¿No vas a escuchar a quien que te ofrece la experiencia de avanzar por otros caminos?

Preciosa película, los cambios de los personajes nacen de lo más íntimo, no esperes un mar de lo mismo, sencillamente trascurre un río conflictivo y necesario.
Ab Xurdo
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6 de abril de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Técnicamente se hace lenta y pesada; tendencia que parece estar cobrando auge, y que no ayuda a una buena historia, que necesita nudos y cambios de ritmo de vez en cuando.
Las actuaciones no son nada destacables, más bien burdas. Y llama la atención que uno de los protagonistas no pare de fumar en toda la película... ¿con qué propósito? no hay nada en las culturas tribales que legitime ni el abuso del tabaco, ni del alcohol. Así que, estamos ante un desconocimiento profundo de como eran las sociedades tribales y sus culturas. Baste recordar lo que hizo el "agua de fuego" entre los indios norteamericanos, y la decadencia de muchas otras culturas por los vicios y la corrupción del hombre blanco.
Carece de interés, ofende a las culturas tribales, y lo único que se salva, es uno de los cantos; que parece más de los indios norteamericanos que de las tribus del norte de Europa.
Deadman
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