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Rapera a los 40

Comedia Una dramaturga de 40 años a la que todo le va mal decide probar suerte en el mundo del rap antes de aceptar su fracaso como artista. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
10 de octubre de 2020
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a ver. Antes de hablar de la peli, necesito desahogarme un momentito. Yo ya leí sobre The forty-year-old version (el título original de la película) allá por enero, cuando 2020 aún parecía un año normal. Fue entonces cuando se proyectó en el festival de Sundance y obtuvo excelentes críticas. Me la apunté y tal, sin tener ni idea ni de su argumento ni de nada. Y ahí quedó. Me olvidé de ella. Avancemos unos cuantos meses y nos plantamos en el 9 de octubre, cuando, mirando los estrenos de Netflix, me la encuentro. Y no la reconozco, entre otras cosas por el título lamentable que le han puesto en España: Rapera a los 40. Como soy así de masoquista, me la puse esperándome lo puto peor. En serio, RAPERA A LOS 40. Me cago en mi vida. Como si fuera la nueva comedia mala de Melissa McCarthy. El traductor que se ha sacado este título del ojete se merece una pena de cárcel, como poco. En fin, si no lo decía, reventaba. Y ahora, vamos con la crítica.

The forty-year-old version (es que me niego a llamarla Rapera a los 40) es el debut cinematográfico de Radha Blank, actriz, guionista y dramaturga estadounidense, una película marcadamente autobiográfica y de corte independiente que nos cuenta la historia de una mujer afroamericana que, tras perder a su madre y ver cómo su carrera literaria se ha estancado, decide probar suerte como rapera. Y sí, esta premisa suena bastante regulera. Por eso, estoy seguro de que mucha gente leerá la sinopsis y el título de mierda que le han puesto en España y pasará de verla, asumiendo, como es normal, que es una película horrorosa. Y es una lástima porque, a pesar de sus errores, a mí por lo menos me ha parecido un producto muy interesante. De hecho, de los mejores en lo que llevamos de año, aunque esto tampoco sea decir demasiado.

Para empezar, TFYOV es mucho menos cómica de lo que su premisa te puede hacer creer. Es cierto que hay momentos de humor (que por lo general, dicho sea de paso, suelen ser bastante efectivos) pero el núcleo de la película es muy dramático. Radha se siente perdidísima. La carga temática de la historia es apabullante. Desmitifica la vida de la artista y enfoca las tensiones raciales abordando cuestiones como la representación de la cultura y la perpetuación de ciertos estereotipos, siendo muchos de sus dardos bastante reveladores, especialmente a la hora de exponer cómo cierto sector de la población blanca consume el arte negro. El asunto de la gentrificación no es su tesis principal, pero también aparece, aunque sea de pasada. En definitiva, el tratamiento del racismo en el guion de Blank no se basa en el axioma de "los blancos odian a los negros", que ya se ha trillado hasta la saciedad. Una vez superado eso, toca ver qué queda. Y lo que quedan son prejuicios maquillados, la sensación de falso progresismo. Povery porn, como dice la protagonista en una de sus canciones. Porque sí, hay mucha música en TFYOV, y no hace falta oírla rapear durante más de cinco segundos para saber que Radha Blank sabe lo que está haciendo.

Las letras de las canciones de Radha son un punto importante, y evidencian aún más que esto de comedia tiene más bien poco. Blank quiere decirnos algo, y aprovecha el marco artístico del hip hop para hacerlo. El conjunto es tan denso que ni los subtítulos en castellano de Netflix le hacen justicia. Se dejan cosas. Es lo que tiene la poesía, que es intraducible. Casi todas las intervenciones son destacables, y hay versos que son directamente brillantes. Que alguien me enmarque la batalla a cuatro en el Bronx, por favor, que me la quiero colgar en la pared.

Pero la mayor baza de TFYOV es, en mi opinión, su elenco, que destila una energía bestial. Radha Blank, como protagonista que es, se lleva la palma con una interpretación de notable alto, pero los secundarios de los que se rodea están igualmente fantásticos. También ayuda que los personajes estén todos (bueno, casi todos, ahora vamos a ello) estupendamente retratados, haciendo que el conjunto sea fresco y muy veraz. Mención especial para los alumnos, que me han dado la vida.

A pesar de todas estas virtudes, no estamos ante una película perfecta, ni mucho menos. Es una lástima que un guion que rebosa tanta autenticidad acabe refugiándose en más ocasiones de las que debería en clichés narrativos que le juegan a la contra, sobre todo a la hora de resolver sus arcos argumentales. Los escasos personajes blancos son tan solo símbolos, vehículos necesarios para trasmitir ciertas ideas (como sucede, vaya por Dios, en la obra de teatro de Radha). No están desarrollados, lo cual es claramente una intención artística, pero sigue sin parecerme acertada. La subtrama de la alumna problemática, por poner un ejemplo de tópico rancio, es tan perezosa que no parece escrita por la misma guionista. Aún peor, el clímax del tercer acto en el teatro es tan exageradamente peliculero y tan poco consistente con el tono de todo lo que ha venido antes que roza lo vergonzoso, y esto es algo bastante grave. Por suerte, los últimos dos minutos suavizan la cagada y hacen que el resultado sea satisfactorio, pero aun así creo que le quita bastante fuerza al conjunto. Su apartado técnico, a caballo entre el documental y el mumblecore más barato, es solvente, pero en ningún momento impresiona.

En resumen, diré que TFYOV merece bastante la pena si estás interesado en un testimonio drámatico muy intimista, a ratos cómico pero nunca ligero, y de fuerte componente racial. Si los discursos sociales no son lo tuyo, tal vez esta no sea tu película. Y si no te mola el rap, igual ciertos tramos se te atragantan. A mí, que lo llevo escuchando desde los quince años, que me gusta el cine con trasfondo temático y que siempre me resulta interesante oír lo que tienen que decir voces como la de Radha Blank, me parece que tiene un buen puñado de virtudes que pesan más que sus obvias imperfecciones. Por mi parte, es una recomendación.

Puntuación: 6,6
Dabi
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17 de octubre de 2020
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mismo día en que leí sobre el estreno de esta me dispuse a verla.
Soy aficionado al género y cercano a la edad de la protagonista, así que parecía una película perfecta para mí.
Os resumo mi experiencia:
Tiene momentos que convencen, pero son poquitos.
Guión plano y sin el mínimo interés, clichés continuos, personajes sin la menos profundidad y estáticos durante toda la película, guión de cuento infantil...
Nada.

Se deja ver.
Se deja ver y la recomiendo si queréis pasar el rato, pero esto está muy lejos de lo que para mí debería ser una película. La he notado artificial, se podría haber cambiado la temática del rap por el surf, el tennis o el ganchillo y ser el desarrollo película exactamente igual.

Si la quieres ver, adelante, se deja ver y, como dije antes, no es una mala experiencia, pero es una película sin ninguna chicha, para ver en familia o una tarde después de comer.
dfernandez
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11 de octubre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Llega la crisis de los cuarenta

Rapera a los 40 es un verso suelto dentro del catálogo de Netflix, y eso ya es algo. Es una película que cumple todos los estándares de cierto cine independiente. Blanco y negro, puesta en escena sencilla y naturalista, cámara en mano para dar un aspecto semidocumental. Es, por lo tanto, una película sin aditivos ni adornos que trata de captar el espíritu de un momento y lugar determinados (Harlem, Bronx, Brooklyn)… También es una película de ideas, que reúne varias tesis, pero las incorpora a una deliberadamente buscada cotidianidad.

Como es una película con algún componente autobiográfico, la protagonista de la película es la propia Radha Blank, auténtica factótum de Rapera a los 40. El argumento gira entorno a ella, una dramaturga que recibió un premio antes de los treinta años como prometedora autora, que desde entonces no ha escrito nada de relevancia, y al llegar a la cuarentena se siente frustrada.

Se trata de una crisis de los cuarenta en la que muchos podrán sentirse identificados, al tratarse de una edad que arbitrariamente se ha establecido como límite entre la juventud y en inicio de la decadencia. Radha siente lo mismo, pero lleva sus preocupaciones a un terreno más artístico. Dentro del mundillo cultural la juventud sigue siendo un divino tesoro, y si no has conseguido nada a cierta edad (y probablemente más si eres negra y mujer) es probable que tu méritos, sean cuales fueren, queden en el ostracismo. Pero Rhada decide revelarse.

*Teatro y hip hop

Radha da clases de teatro en un instituto y tiene entre manos una obra de teatro, Harlem Av., que quiere que sea llevado a las tablas para sentir que todavía es dramaturga. Sin embargo el único director teatral que ha mostrado algo de receptividad es demasiado “rastafari” como para llevar su obra coherentemente. De mano de sus alumnos del grupo de teatro concibe una extraña y resolutiva idea. Comenzar a rapear a los 40 años en buscar de una creación significativa, con su propia voz.

Algunos personajes de Rapera a los 40 modularán e influirán en la forma de Radha de afrontar su desorientación De un lado tenemos a su manager Archie (Peter Yim), amigo incansable de la protagonista, que no escatima esfuerzos y trapacerías para encontrar una oportunidad a su representada. Tiene un talante más pragmático que, en ocasiones, difiere mucho del acendrado idealismo de Radha.

Josh Whitman (Reed Birney) es un productor teatral que está dispuesto a producir la obra de Radha, con la poco apetecible contrapartida de hacer algunos cambios que chocan de lleno con la idea de la autora. Y aquí está otra de las tesis de Rapera a los 40, la confrontación entre la fidelidad a uno mismo y el adormecimiento de los escrúpulos para conseguir el éxito de cualquier manera.

*Vender o no vender tu alma

Rapera a los 40 cuarenta dentro de su fértil muestrario de ideas nos hace ver cómo la integridad artística puede llegar a ser un dilema vital. Radha entra en contacto con D (Oswin Benjamin) un músico de hip hop que se puede ocupar de poner las beats (las bases musicales) a sus rimas. La conexión entra ambos, difícil en un primer momento, acaba siendo afín. Además las letras de ella son más que interesantes y llaman poderosamente la atención al músico. Ambos tendrán que superar no pocos prejuicios entre sí, pero poco a poco parece que Radha podría hace algo interesante dentro del hip hop.

Al alimón, el productor Josh Whitman accede a llevar a cabo Harlem Av. pero con importantes enmiendas que Radha detesta. Y aquí entra otra idea en juego. Lo que en Rapera a los 40 llaman “pornografía de la pobreza”. La dramaturga odia los tópicos que promueven los productores blancos (hay pocos blancos buenos en la película, no deja de bordear el cliché) de mostrar solo la parte sórdida de la población negra: adicciones al crack, pandillerismo, madres solteras sin hogar o dinero. De eso modo rentabilizan el sufrimiento de una minoría para forrarse y lavar sus conciencias.

Radha quiere hacer simplemente una obra sobre una pareja negra de Harlem que quiere sacar adelante un negocio. Pero el productor Whitman quiere llevar la obra a su estereotipado terreno. Así pues, en Rapera a los 40, simbológicamente el teatro, la inicial pasión de Radha, se acaba identificando con el mercadeo de los valores autorales y el hip hop con el epítome de la autenticidad.

*El dilema de Rapera a los 40

El hip hop y el teatro no son otra cosa que meros instrumentos, no hay pretensión de bendecir a uno y demonizar al otro. La verdadera pugna está entre vender tu alma a cambio de éxito, u optar a la independencia y hacer algo importante para uno mismo. Ya decíamos que el principal baluarte de Rapera a los 40 está en la exposición de ideas: convenciones sociales, artísticas y raciales. Al margen de eso la puesta en escena es sencilla en extremo.

El estilo de Radha Blank es una especie de cinema verité que trata de reflejar una imagen fiel del entorno basándose en la espontaneidad y el naturalismo. Lo cual no es obstáculo para que el guion sea divertido, ocurrente y rápido en sus diálogos. Esencialmente estamos ante una comedia de tesis y de costumbres, que tiene incrustaciones de drama aquí y allá. Tiene el problema de que la película se alarga demasiado e incide redundantemente en algunos temas. P.ej: el toma y daca entre Radha y su representante, algunos conflictos con sus alumnos y la sempiterna preparación de la obra de teatro.

*Conclusiones

Rapera a los 40 es un perro verde dentro del catálogo de Netflix. Es una buena muestra de cine indie de estilo naturalista y bajo presupuesto.

Escrito por Mariano González
Cinemagavia
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