El virus del miedo

En el festival Grec de Barcelona del año 2012, Josep María Mirò presentaba su obra “El principio de Arquimedes”, una obra que reflexiona sobre el miedo y la libertad.
En 2015 nos llega desde la visión de Ventura Pons, que codo con codo con el escritor, ha sabido adaptar el guion y espacio del libreto original a su versión cinematográfica.
Con los mismos actores que ya actuaran aquel lejano verano del 2012 en el espacio escénico de la montaña de Montjuich, Ventura Pons logra formar desde la visión poliédrica de un problema como lo viven sus protagonistas en la Barcelona que tan bien nos describe en sus películas. Roser Batalla, Rubén de Eguia (debuta en el cine), Albert Ausellé, Santi Ricart y Diana Gómez hacen creíbles las situaciones y sus personajes en una sociedad actual que vende seguridad, libertad y miedos a partes iguales.
Los que la vean podrán encontrar cierto parecido con otras películas, como por ejemplo “La Calumnia” que dirigió William Wyler en 1961, pero bendita sea la coincidencia ya que desde un historia mucho más moderna, el director toca el tema de la pederastia de una manera elegante.
Pero lo que realmente llamó la atención del humilde servidor que escribe estas líneas es su final, al que comparo con la maravillosa película de Charles Laughton “La Noche del cazador” (1955), donde nos muestra un pueblo exaltado por el convencimiento religioso y por un Dios que no puede hacer justicia en la tierra. En este film el pueblo se exalta en la violencia por unas fotos colgadas por el protagonista, en algo a lo que hemos convertido en “Dios”, el Facebook y las redes sociales.
Una reflexión sobre lo que estamos convirtiendo nuestra sociedad, que para vender seguridad antes debe introducir “EL VIRUS DE LA POR”.

Una de las más recientes películas del catalán Ventura Pons (ahora tiene una película posterior a la que aquí se comenta), toma como base la obra de teatro de Josep Maria Miró, ‘El principio de Arquímedes’, que expone un tema controversial y lo deja servido para el debate.

Ambientada en la piscina de un polideportivo, narra lo que sucede cuando uno de los entrenadores de un grupo de niños es acusado de haber besado a un pequeño, hecho que desencadena una ola de protestas violentas de un grupo de padres de familia.

Además, la directora del lugar encara al joven, encontrando disparidad entre la versión que ha iniciado una niña quien dice haberlo visto contra lo que el entrenador argumenta, lo que lo enfrenta con su compañero también entrenador.

La película de Pons narra la historia con diferentes saltos en el tiempo, haciendo de la historia un puzzle que sirve al espectador como un juego donde su percepción es puesta a prueba.

La puesta en escena de Pons no esconde su raíz teatral, con una iluminación plana carente de sombras y texturas, pero el foco de Pons está puesto más en ese juego de percepciones y el punto de vista de lo que se narra.

Breve y específica, la película de Pons pone de manifiesto el actual vicio generalizado del prejuicio en los tiempos de las redes sociales, con un ejercicio de estilo interesante y arriesgado.


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Una historia sencilla que fácilmente podría ser contada en 30 minutos. Sin embargo, el director repite una y otra vez gran parte del metraje sin aportar apenas nada nuevo: otro punto de vista, información adicional... La hora y poco de película se hace eterna. Una y otra vez se repiten las secuencias de forma literal.
No es una reiteración puntual, si no un despropósito para adaptar la duración a un mediometraje.

La historia se pierde en tanto bucle sin profundizar en lo realmente importante.

Film de poca relevancia y con un argumento bastante predecible, el coportamiento de los actores en su papel, es el que se espera de una situación así en la vida real, con lo que no se aporta nada nuevo y se redunda en un tema tan peliagudo como la pederastia y sus variantes.
Para ver cuando la den por la tele...si no hay nada mejor, claro...