Cariño, yo soy tú

Películas donde dos personajes intercambian sus cuerpos existen muchas y de todo tipo, ahora el realizador francés Bruno Chiche presenta su versión a esta tan socorrida temática, pero con resultados pobres y sin novedad alguna.

Pierre (Stéphane De Groodt) está casado con Aimee (Aure Atika), es director de una empresa que elabora taparoscas, donde su mano derecha es Eric (Pierre-François Martin-Laval), quien está en pareja con Penélope (Louise Bourgoin), quien trabaja en una empresa con fines ecologistas.

Aimee anuncia a Pierre que realiza una cena para convivir con sus amigos Eric y Penélope, quienes aprovechando el momento les anunciaran su compromiso de matrimonio, esto no le caerá bien a Pierre quien sostiene una relación con Penélope, quien al día siguiente busca darla por terminada, por lo que deciden pasar una última noche juntos, pero al despertar, uno ocupa el cuerpo del otro, y viceversa.

Si bien la mirada europea sobre las situaciones que suceden a lo largo del relato se distancia de la típica mirada conservadora estadounidense, como en cuanto a la infidelidad, el sexo fuera del matrimonio, el lugar que ocupa la mujer etc, la película de Bruno Chiche no se detiene demasiado en profundizar tema alguno.

La película no esconde su liviandad y superficialidad, pero, lamentablemente, no consigue ser lo suficientemente divertida, fallando sobre todo en el trazo de sus dos personajes principales y más aún cuando las personalidades se invierten, donde todo se reduce a exagerar los aspectos más básicos de cada género.

Además, el cambio se produce de manera caprichosa sin justificación alguna, todo sucede solo porque así se decidió, y esto ya lo hemos visto muchas veces, algunas en versiones muy superiores a lo que esta película francesa consigue mostrar.

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Enésima película sobre cambio de cuerpos, que ya se ha convertido en un subgénero, en el que nos cuentan la historia de Louis y Penélope. Son amantes y, junto a sus parejas, amigos de toda la vida.
Una noche en una de sus reuniones clandestinas, Penélope comunica a Louis su intención de dejarlo. Va a casarse con el mejor amigo de Louis y no quiere seguir sosteniendo esa relación.
Louis por su parte, que ya está casado y tiene dos hijos, le conmina a pasar una última noche juntos. Al día siguiente cuando despiertan, sus cuerpos ya se han intercambiado.
La película no ahonda mucho en esta cuestión, y pasa en seguida al conflicto que supone a cada uno tener que asumir la vida del otro. Y aquí empieza el aburrimiento. Si el director pretendía generar comicidad, quitando dos o tres escenas, no hay nada que genere humor. Si el director pretendía explorar la feminidad de los hombres o la masculinidad de las mujeres, no hay tampoco, nada que mueva al espectador a tales reflexiones y si lo que pretendía era analizar la relación de una pareja provocando empatía por el intercambio de roles, lo hace de una manera tan superficial, que solo se queda en un bosquejo mal pintado.
Al espectador no le queda más que aburrirse. Y, en mi opinión, el espectador eso no puede perdonarlo. Yo admito que se haga cine de todas las maneras posibles, artístico, comercial, de género, de autor, experimental, con mucho dinero o con poco presupuesto, serie A, serie B y serie Z, pero si aburre al espectador, es una película fallida.