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La muerte espera en Atenas

Acción. Aventuras Un B-26 que transporta una nueva bomba nuclear más potente que las anteriores se estrella en Francia, no apareciendo entre sus restos la citada bomba. Temiendo una conspiración, el servicio secreto norteamericano encarga la misión a uno de sus mejores agentes. Éste se traslada a Europa, donde una organización llamada Azucena Negra le pone toda clase de trabas y dificultades. Sus investigaciones le llevan ahora hasta Atenas, donde se ... [+]
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
22 de julio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por cortesía de BTV, ayer me pegué un chute de nostalgia sesentera que me dejó espatarrado en el sofá. Y ello por diversos motivos:
1) La copia era cochambrosa, impresentable y casi había perdido el (presunto) technicolor.
2) La copia era la de la versión española, es decir, enseguida veías venir los cortes, ejecutados con el descaro y caradura habituales de la censura patria. Creí detectar la mutilación de un striptease de Mitsouko y de los pechos de Helga Liné (un pecado mortal irreparable, ella y los cortes).
3) La película se inscribía en el subgénero de espías à la James Bond, en este caso un tal Dick Malloy que recorría Europa sin despeinarse en busca de una mininuke táctica. Salían postales de Londres, París, ¡Barcelona! (no la reconocería ni su padre) y Atenas. Estas películas están prácticamente desaparecidas y es muy difícil verlas (no es que fueran nada del otro mundo, más bien lo contrario).
4) El argumento era lo de menos, y salían los sospechosos habituales, o sea, chinos y rusos, las tías buenas imprescindibles, las bonitas postales ya mencionadas, y diversas peleas a puñetazos mal orquestadas por el zafio Sergio Grieco. Amenizaba las imágenes una bonita banda sonora del maestro Alvaro Francesco Lavagnino, y los títulos de crédito contaban con una canción muy Bond cortesía de Ennio Morricone, Bloody Mary.
5) Los actores... Dejando aparte a nuestra amada Helga Liné, Umberto Raho componía un buen malo, valga la redundancia, y Mitsouko aportaba el toque oriental imprescindible. En un papel de secretaria modosita, la encantadora Erika Blanc. Y nuestro héroe... Decir que Ken Clark era un actor sería un insulto a tan estimada profesión. No cambiaba la expresión ni que le dieran una patada en los huevos, con perdón, y corría como un gorila, es que hay que verlo para creerlo. Lo compraron de saldo los italianos y empezó en el venerable género del péplum, se paseó por el spaghetti western y aterrizó en el género de espionaje, repitiendo dos veces mas el papel de Malloy. Un desastre, os lo aseguro.
Total, me lo pasé bien, pero es imposible conceder el aprobado a estos desaguisados. Ya he dicho que fue un chute de nostalgia. Y por cierto, lo de La muerte espera en Atenas no es una alusión a lo que les puede pasar a Angela Merkel y a Wolfgang Schäuble si osan pisar terreno heleno. Lástima...
Eduardo
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