Más muerto que vivo

Western con aire de telefilm que tiene un buen arranque. Un intento de escapada y cuatro ejecuciones en un penal, donde el médico cuidadosamente comprueba con un fonendoscopio la muerte de los reos.
Pronto se desmorona todo estrepitosamente.
Cain (Walker) sale de la cárcel después de cumplir 18 años de castigo por varios asesinatos y tiene muy difícil reinsertarse socialmente. Todo ha cambiado mucho. Estamos en 1891 y ya hay teléfonos, bicicletas y gramófonos, y no tiene otra alternativa que enrolarse en un espectáculo de "El viejo Oeste", donde comparte cartel con un pistolerillo idiota.
Menos mal que por allí anda una pintora llegada del Este, bonita y buena.
Un rollo sin argumento, ni ritmo, ni guion, ni realización, ni personajes, ni interpretaciones. Todo estructurado en torno a las cuatro estaciones pero sin Vivaldi. Al revés, con una banda sonora penosa.
Huir.