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Hay que quemar a un hombre

Drama El activista político Salvatore regresa a su Sicilia natal y crea problemas entre los campesinos, instándolos a enfrentarse a la mafia y exigir el derecho a arar sus propios campos. Los campesinos se niegan a ayudarlo y la mafia marca a Salvatore como un alborotador. (FILMAFFINITY)
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14 de agosto de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hijos de un abogado antifascista, Paolo e Vittorio Taviani, también estudiaron leyes, pero mientras seguían con sus estudios en la universidad, les surgió el interés por el arte cinematográfico. Empezaron como cineclubistas… continuaron como críticos de cine… e hicieron, luego, varios cortos que les prepararon para lanzarse, en 1962, como co-directores junto a Valentino Orsini (su gran camarada desde aquellos tiempos) de su primer largometraje: “HAY QUE QUEMAR A UN HOMBRE”.

Ya juntos, sus ideas socialistas los había llevado a sacar avante un comprometido proyecto cultural al que llamaron Teatro de Crónica, con el que se ocuparon de las problemáticas de los trabajadores, y el posterior éxito de su cortometraje “San Miniato, luglio ‘44” -primer testimonio cinematográfico de La Resistencia-, en el que documentaron una masacre nazi perpetrada en ese pueblecito de La Toscana, interesó tanto a Joris Ivens, que los llamó para que colaboraran con él en el documental “L'Italia non è un paese povero” (1960).

Había, pues, suficiente experiencia y conocimiento del medio como para que, junto a Orsini, los Taviani se animaran a hacer un biopic sobre Salvatore “Turi” Carnevale (1923-1955), el sindicalista y político italiano que dedicó su vida a defender los derechos de los agricultores, habiendo conseguido para ellos el pago de los retroactivos y la jornada laboral de ocho horas.

Su carácter abierto y comprometido, hasta el punto de enfrentarse contra los intereses de la mafia, le valió el apoyo de los campesinos y una que otra decepción… y cosas así son las que vamos a ver en esta obra cinematográfica que, a su manera, transgredió al celebrado cine neorrealista, al validar una recreación más revolucionaria, discursiva e insumisa de la clase trabajadora.

Muy joven, Gian María Volonte' asume el rol de Salvatore -llamado así a secas, pues, resulta muy apropiado por su propio significado-, y beneficia muchísimo al filme la manera como se matiza a este personaje, dejándolo ver con sus aciertos y desaciertos a partes iguales. No se pretende idealizar a un revolucionario, sino mostrar a un hombre del común al que, lo único que lo diferenciaba de los demás, era que le importaban más los intereses del pueblo que su propia vida.

Los hermanos Taviani, iniciaron así una producción cinematográfica honesta y comprometida, que ha echado muy fuertes raíces y que, con cada nuevo título, dignifica al 7° Arte.

¡Ah!, bueno es recordar la frase de Salvatore:

“Nuestro silencio los hace más fuertes”.
Luis Guillermo Cardona
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